Lo que "un día sin mujeres" ha dejado en el mundo

Este lunes, las mexicanas suspendieron sus actividades regulares para protestar contra la violencia machista en el país en lo que se conoció como la jornada de "Un día sin nosotras". En 1975, el 90% de las islandesas realizaron una huelga similar, consiguiendo grandes resultados a nivel político y cultural.

redacción internacional
09 de marzo de 2020 - 07:52 p. m.
Estudiantes varones asisten a clase durante la huelga nacional de mujeres llamada 'Un día sin nosotras' en la Universidad Autónoma de Baja California en Tijuana, México, el 9 de marzo de 2020. / AFP
Estudiantes varones asisten a clase durante la huelga nacional de mujeres llamada 'Un día sin nosotras' en la Universidad Autónoma de Baja California en Tijuana, México, el 9 de marzo de 2020. / AFP

Una alianza de grupos y movimientos feministas mexicanos liderados por el colectivo Las Brujas del Mar convocó para este lunes, 9 de marzo, un “día sin mujeres en México”. Esta iniciativa se planteó con el fin de protestar por la falta de respuesta de las autoridades nacionales a la violencia contra la mujer.

A comienzos de febrero, los asesinatos despiadados de Ingrid Escamilla, de 25 años, y de Fátima, de 7 años, despertaron la indignación nacional. La primera fue descuartizada por su pareja. La segunda fue raptada, torturada y despojada de sus órganos para finalmente ser arrojada en una bolsa a la calle. Sin duda hay un aumento preocupante de los feminicidios en el país, tanto en el número como en la sevicia de los asesinatos, pero las víctimas de la violencia denuncian que la mayoría de los casos queda en la impunidad y que las medidas del gobierno han sido débiles para frenar y tratar el problema. Esto las llevó hoy a protestar y a convocar un “día sin mujeres” en el que miles de mexicanas suspendieron sus actividades regulares. Le recomendamos: México se prepara para su “día sin mujeres

Sin embargo, esta no es la primera vez que una nación enfrenta una huelga de este tipo. La historia indica que las convocatorias similares han tenido resultados positivos, siendo Islandia el caso más ejemplificante, pues sus efectos han sido tan duraderos como inspiradores para otras mujeres en el mundo.

Era 1975 y, aunque las islandesas habían conseguido su derecho al voto 60 años atrás, el sexismo institucional era notable. En esas seis décadas solo nueve mujeres lograron escaños en el Parlamento, un dato que reflejaba la escasez representativa de este grupo de la población. Para ese año solo había tres parlamentarias (5% del Parlamento) en función. Esto, sumado a la enorme brecha salarial entre géneros y a que no había garantías para la autonomía corporal, llevaron a que se planteara la idea de una huelga nacional que llegó finalmente el viernes 24 de octubre de 1975.

Ese día, la huelga bautizada como el “Día libre de la mujer” paralizó por completo a Islandia. Las islandesas no fueron a sus trabajos y se negaron a hacer las labores domésticas para demostrar cuán indispensables eran para la economía nacional. El 90% de las mujeres se unió al paro. El país, entonces, quedó a cargo de los hombres, y eso dio lugar a una escena tan pintoresca como reveladora.

Las fábricas de pescado, uno de los sectores cruciales de la economía islandesa, se vieron obligadas a cerrar, pues la fuerza laboral provenía principalmente de las mujeres. Los grandes banqueros se volvieron recepcionistas y cajeros por un día. En las estaciones de radio y televisión fueron los niños hijos de los presentadores quienes ayudaron a que los programas salieran al aire. Las mujeres habían logrados que los medios de comunicación publicaran ese día historias sobre la desigualdad salarial y la discriminación sexual que vivían las mujeres.

También cerraron las tiendas, las escuelas, las guarderías. Los hombres, encargados también de las tareas domésticas, se limitaron a correr a restaurantes para alimentarse. Algunos se aventuraron a cocinar platos básicos como salchichas, las cuales pronto se agotaron en los mercados. El objetivo se había cumplido. Islandia había comprendido que no podía funcionar como país sin mujeres.

Mientras los hombres entraban en una especie de caos, cerca de 25.000 mujeres se concentraron en la Plaza del Centro de Reykjavik para exponer los problemas que las aquejaban y escuchar discursos que ofrecían soluciones a los problemas de desigualdad de derechos. “Cuando las mujeres de detienen, todo se detiene”, decía uno de los carteles en la protesta en el centro de Islandia. Le puede interesar: Iglesia mexicana cubre figuras femeninas por la violencia contra las mujeres

Un año después, la huelga obtuvo sus primeros resultados. El parlamento islandés aprobó una ley que garantizaba la igualdad salarial, pero no fue todo. Vigdís Finnbogadóttir, una madre soltera y divorciada, se convirtió cinco años más tarde en la primera presidenta de Islandia, también la primera líder elegida democráticamente en Europa.

“Lo que sucedió ese día fue el primer paso para la emancipación de la mujer en Islandia. Paralizó completamente al país, y abrió los ojos de muchos hombres”, dice Finnbogadóttir, quien gobernó durante 16 años.

Esto llevó a que para muchos niños que crecieron en la década de 1980, el cargo de presidente era exclusivamente para mujeres, relata la BBC. “Probablemente la mayoría de la gente subestimó el impacto de este día en ese momento; más tarde, tanto los hombres como las mujeres comenzaron a darse cuenta de que era un hito”, señaló Styrmir Gunnarsson, codirector de Morgunbladid, periódico conservador islandés, en 1975.

El país regresó a la relativa normalidad un día después de la huelga, pero el cambio de pensamiento que esta había originado fue irreversible. Islandia no volvió a ser la misma nación. Se fundó un partido de mujeres, la Alianza de Mujeres, que en 1983 logró sus primeros escaños en el parlamento. Dos décadas después, en 2000, se introdujo la licencia de paternidad paga para hombres. En 2010, Islandia eligió a una mujer, Johanna Sigudardottir, como su primera ministra, por primera vez en la historia. Fue también la primera líder abiertamente homosexual del mundo. Ese año, como una de las primeras políticas de su gobierno, los clubes de striptease fueron prohibidos. Y si bien algunos problemas persisten, sobre todo en el ámbito laboral, la lucha por la igualdad continúa de la misma manera.  

“Decimos en Islandia, 'Los pasos se llenan tan rápidamente de nieve', lo que significa que hay una tendencia a entregar cosas a la historia. Pero aún hablamos de ese día, fue maravilloso”, dice Vigdis.

La jornada huelguista en Islandia se repitió cada diez años e inspiró a otras del mismo tipo en diferentes países. En Polonia, país ampliamente católico, se realizó un paro nacional contra las restricciones al derecho al aborto al que se conoció como el “lunes negro”. La convocatoria se ha repetido desde 2016, y aunque no ha logrado detener del todo las restricciones cada vez más duras al aborto en el país, ha recibido en cada evento más apoyo. En Estados Unidos también se convocó a un ‘día sin mujeres’ en 2017 que contó con una gran movilización frente a la Torre Trump del presidente Donald Trump en Nueva York. Y en Argentina, miles de mujeres salieron a protestar por la inacción de la policía frente al feminicidio en una marcha conocida como “Ni una más, ni una menos”.

Estas huelgas no han generado un cambio cultural o político inmediato como sí lo hizo el caso islandés, pero por lo menos han logrado llamar la atención del mundo para presentar sus problemas. Y la visibilidad, demuestra la historia, es una de las principales victorias de una huelga. Este lunes, un día después del Día Internacional de la Mujer, el turno fue para las mexicanas, quienes al convocar ‘un día sin mujeres’ en su país, protestaron ante la inacción del estado frente a los preocupantes casos de feminicidios en la nación. La historia, una vez más, indicará si esta convocatoria tuvo resultados políticos y culturales, pero por ahora cabe destacar que cumplió su objetivo de hacer visible el problema.

Por redacción internacional

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