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Los cálculos políticos de Brasil

La reunión de cancilleres suramericanos, convocada para este jueves en Quito, abre la puerta a una posible solución del conflicto diplomático entre Venezuela y Colombia, que cumple un año.

Beatriz Miranda Cortés* / Especial para El Espectador
27 de julio de 2010 - 11:08 p. m.

El 28 de julio de 2009, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ordenó “congelar” las relaciones con Colombia. La razón entonces fue la denuncia que hizo Bogotá sobre el supuesto apoyo del gobierno vecino a las Farc. Hace un año, Chávez advirtió que si se producía una nueva “agresión” colombiana, dejaría las relaciones en cero. Y así fue. La semana pasada, luego de que Colombia denunciara la presencia de cabecillas de las Farc en Venezuela, las relaciones pasaron de congeladas a rotas.

Durante este tiempo, los gobiernos de Cuba y Brasil, según fuentes diplomáticas, han estado trabajando en la solución de la crisis. Sin embargo, ha sido el presidente brasileño, Luiz Inácio Lula da Silva, quien ha estado trabajando en un plan que presentará pronto a ambas naciones. Según reveló Marco Aurelio García, asesor de Lula en temas internacionales, la idea es negociar con el nuevo gobierno colombiano, encabezado por Juan Manuel Santos, a quien le presentarán la propuesta.

“El gobierno de Brasil va a proponer a los de Colombia y Venezuela que colaboren en la vigilancia de su frontera común”, dijo García en una entrevista al diario Folha de São Paulo en la que detalló la propuesta, que incluye el uso de aviones no tripulados y militares conjuntos para la vigilancia del área limítrofe.

Pero mientras llegan el 6 y 7 de agosto, días en que Lula presentará su plan a Chávez y Santos, el gobierno de Brasil le apuesta a Unasur como escenario para ir labrando el camino a la solución. “Estoy convencido de que habrá voluntad de las dos partes para resolver eso. Brasil y la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur) van a ayudar en ese objetivo”, afirmó García.

Reunión clave

La cita de los 12 países miembros de Unasur mañana en Quito suscita bastante preocupación y expectativa en la región. La pregunta que muchos se hacen es: ¿cuál es el cálculo político de los mandatarios colombiano y venezolano en la crisis? Para nadie es novedad que durante los gobiernos de los presidentes Uribe y Chávez ambos subsistieron y manejaron profundas crisis institucionales y de credibilidad interna utilizando y exacerbando el conflicto fronterizo con el objetivo de crear cohesión interna. Sin embargo, el costo de eso ha sido muy alto para los dos países, tanto en lo político como en lo económico.

Se percibe una América del Sur, en pleno siglo XXI, en un contexto de guerra fría, con alineamientos evidentes que la fragmentan: una busca relación preferencial con Estados Unidos, tiene un fuerte componente militar, en donde los fines aún justifican los medios, a costa de un evidente aislamiento regional.

La otra América del Sur que intenta trazar su propio camino ha preservado variables como autonomía y desarrollo, privilegia la integración regional y la cooperación sur-sur, sin renunciar a la diversificación de socios comerciales y aliados políticos, trata de incrementar su poder de influencia en los foros internacionales y en la Política Exterior Bolivariana del presidente Chávez, a través de la cual el petróleo ha sido utilizado para garantizar apoyos políticos que actúan como contrapeso a la presión regional, debido a la fuerte desconfianza que ese mandatario genera.

A partir de la creación del Mercosur, en 1991, la responsabilidad política de Brasil se ha ampliado en su área geográfica más contigua: Suramérica. Más allá de realidad geográfica, América del Sur es la búsqueda de la creación de una identidad propia que  sostenga el proyecto de integración política, económica y geoestratégica.

Líder regional

En la última década, Brasil ha mediado crisis políticas en la región Andina: resolución pacífica del conflicto fronterizo entre Ecuador y Perú, crisis política en Bolivia y Paraguay, y papel de moderador ante Venezuela. Su participación en esas mediaciones lo ha caracterizado como soft power, apuesta en la resolución negociada de los conflictos por medio de la vía diplomática como forma de promover la paz y la democracia en el mundo. A pesar de eso, en la región se evidencian diferentes percepciones acerca del liderazgo y poder de influencia de Brasil.

Sin embargo, los opositores al proyecto de integración suramericana dudan de la neutralidad de Brasil por su buena relación con la Venezuela de Chávez e interpretan ese acercamiento como una sorpresiva ideologización de la política exterior de Brasil en la era Lula, pero se les olvida la respetuosa relación que Brasil y Colombia han construido, a partir de un “pragmatismo responsable” y de un reconocimiento mutuo de la importancia del otro en sus respectivas áreas de influencia.

Es importante aclarar que Brasil respeta las opciones de sus vecinos y no interfiere en el derecho soberano de cada país de escoger las soluciones para los problemas que afrontan. Se encuentra dispuesto a colaborar en escenarios de crisis política o social siempre que sea convocado. La paz y el mantenimiento de los valores democráticos en la región son una constante en la política exterior de Brasil, que se ha afianzado en la última década basada en la “fuerza de los argumentos y del derecho internacional en contraposición al argumento de la fuerza y de la arbitrariedad”.

Con Estados Unidos inmerso en un complejo contexto interno y un distanciamiento político cada vez más evidente de la región, hemos aprendido a buscar soluciones propias.

 * Profesora Universidad Externado de Colombia

Por Beatriz Miranda Cortés* / Especial para El Espectador

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