Los descendientes de esclavos en Brasil que se resisten a salir de su territorio

Un grupo de sobrevivientes de un reducto de esclavos negros, en Río de Janeiro, se enfrenta al gobierno que intenta expulsarlos de su hogar por su buena ubicación. Llevan más de 45 años con el proceso judicial.

- EFE
26 de noviembre de 2018 - 12:19 a. m.
Fotografía fechada el 14 de noviembre de 2018, de la familia de Luiz Sacopã, patriarca de la familia de Quilombolas. / EFE
Fotografía fechada el 14 de noviembre de 2018, de la familia de Luiz Sacopã, patriarca de la familia de Quilombolas. / EFE
Foto: EFE - Marcelo Sayão

Los sobrevivientes de un reducto de descendientes de esclavos negros enclavado en una de las áreas más apreciadas de la ciudad brasileña de Río de Janeiro luchan contra la especulación inmobiliaria que desde hace décadas intenta expulsarles de su hogar.

Se trata de los habitantes del quilombo (reserva destinada a descendientes de esclavos) Sacopá, que resisten desde sus orígenes esclavos en un pequeño terreno ubicado en uno de los cerros que bordea la laguna Rodrigo de Freitas, rodeado de lujosas residencias.

Sentado en el patio de su casa mientras arregla una zapatilla con un viejo cepillo de dientes con las cerdas encoladas y un bote de cola, el patriarca de la familia de quilombolas, Luiz Sacopá, relató a EFE cómo sus abuelos, a principios del siglo XX, huyeron de su condición de esclavos en Nova Friburgo, ciudad en el interior del estado de Río de Janeiro, para asentarse en la capital.

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Río era en el siglo XIX la ciudad de América que concentraba el mayor número de esclavos africanos, de los cuales algunos se escapaban y formaban pequeñas comunidades en rincones apartados, agrupaciones que en Brasil recibieron el nombre de Quilombos.

Durante la dictadura que Brasil vivió entre 1964-1985, relata Sacopá, el Gobierno "se inventó un proceso de higienización", por el que fue eliminando todas las favelas de la zona sur de la Ciudad Maravillosa, la más cara y exclusiva.

La familia Sacopá consiguió resistir asentada en la calle homónima que se ubica en el barrio de La Lagoa, el tercer metro cuadrado más caro de la ciudad y donde sus humildes casas sobre carísimo suelo, pese al acoso, llevan más de 90 años en pie.

A medida que la ciudad creció, aumentó el interés inmobiliario por el terreno de los quilombolas, en el que hoy viven 32 personas.

Sacopá afirmó que antes de que Jair Bolsonaro fuera elegido en octubre pasado presidente de Brasil tuvo una conversación sobre el asunto con el ultraderechista de la que salió satisfecho, ya que, "si él hace todo lo que prometió, mejorará" nuestra situación.

Bolsonaro, sin embargo, causó polémica por unas declaraciones en las que dijo que los quilombolas "no hacían nada" y "no servían ni para procrear".

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Luiz Sacopá, hijo menor del patriarca, logró llegar a la universidad y estudiar derecho, pero no pudo terminar la carrera "por falta de recursos", si bien que, como él mismo dijo, tuvo tiempo "de descubrir la ley de usucapión", por la que pasado un tiempo una persona puede reclamar la propiedad de un inmueble que ocupa.

Sacopá, músico de profesión, dice sentir "una gran tristeza por el poder judicial" por "su gran corporativismo" y deja ver una lágrima al recordar cómo "la luchadora de su hermana", cuyo retrato corona el patio de la casa, "murió de un infarto después de una acalorada discusión con un juez" hace 12 años.

El músico, cuya familia, según apuntó, tiene "un 95 % de ADN africano, de una tribu de Nigeria", relató su historia como una lucha de David contra Goliat, en la que le llegaron a faltar recursos económicos para sacar adelante documentos notariales necesarios para sus batallas legales.

"La industria inmobiliaria es tan fuerte que acabó con todas las favelas" de la zona, y después de la "higienización" se inventaron "el área de riesgo" para retirar comunidades de las zonas de valor.

Su mayor éxito hasta ahora es un decreto del INCRA, organismo responsable de la titulación de los quilombos, que reconoció en 2014 la propiedad definitiva de 16.000 metros cuadrados de la familia descendente de esclavos, tal y como subraya una placa colocada en la entrada de la misma.

Además de los combates contra la justicia y la especulación inmobiliaria, la familia enfrenta también los prejuicios sociales y el racismo en la elitista área que habitan.

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"Una vez un vecino de un edificio de abajo vino supuestamente a coger tierra fértil para el cultivo y nos plantó semillas de marihuana para después llamar a la policía", recordó el patriarca.

El líder de la lucha familiar y social se confesó cansado y debilitado físicamente por sus 76 años y la diabetes que sufre, por lo que reconoció que desea pasar "la misión" a sus los hijos con que convive en este emblemático oasis de humildad en la lujosa Lagoa.

Un refugio de selva en plena ciudad en el que siguen habitando numerosas especies de flora y fauna tropical que Sacopá disfruta enumerando y enseñando a sus nietos. 

Por - EFE

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