Los inmigrantes: la raíz de todos los males

Durante un discurso anunció la creación de “una oficina para servir a las víctimas estadounidenses. La oficina se (va a llamar) Voice (Victims of Immigration Crime Engagement)".

redacción internacional
02 de marzo de 2017 - 03:00 a. m.
AFP
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Adolf Hitler se obsesionó con los judíos; Joseph McCarthy, con los comunistas, y el presidente estadounidense, Donald Trump, con los inmigrantes. Aunque durante su discurso en el Congreso, el 28 de febrero, se vio a un Trump más moderado, el presidente estadounidense no ha cambiado de posición respecto a los inmigrantes. De hecho: ha desatado una campaña de satanización en su contra.

Durante su discurso anunció la creación de “una oficina para servir a las víctimas estadounidenses. La oficina se (va a llamar) Voice (Victims of Immigration Crime Engagement). Estamos dando voz a aquellos que han sido ignorados por nuestros medios de comunicación y silenciados”. Como si los inmigrantes fueran una enfermedad o un grupo terrorista.

Luego hizo referencia a cuatro personas, familiares de estadounidenses asesinados por inmigrantes, a las que, según Trump, su “gobierno les falló”. Entre ellas Jamiel Shaw, padre de un joven asesinado en 2008 por un indocumentado. Trump dijo que su hijo, Jamiel Junior, “era una estrella de fútbol americano, antes de recibir un disparo por parte de un inmigrante indocumentado que era miembro de una pandilla”.

Habló también de Jessica Davis y Susan Oliver, viudas del detective Michael Davis y del sheriff adjunto Danny Oliver, respectivamente, asesinados por un inmigrante en 2014. Todo para resaltar, como ya lo ha dicho en varias ocasiones, que hay una relación entre criminalidad e inmigración, que hay muchos “bad hombres” en Estados Unidos.

Esto pese a que las cifras lo desmienten: varios estudios han demostrado que los inmigrantes no cometen más crímenes que los estadounidenses y que, de hecho, son enviados a prisión en una menor proporción que los ciudadanos nativos.

De acuerdo con cifras de la American Community Survey, el 1,6 % de los inmigrantes entre 18 y 39 años son detenidos. Mientras que, entre los nativos, esta cifra asciende al doble, al 3,3 %. Hay varias razones para ello. Entre otras, que muchos inmigrantes van a Estados Unidos a cumplir el “sueño americano” y no con la idea de delinquir, como muchos creen. A lo que se suman unos “fuertes lazos de familia y estructuras de autoridad paternal”, según un estudio de la socióloga Bianca Bersani publicado en 2012.

Bersani encontró que los inmigrantes “no son más propensos a la delincuencia que los nativos. Los individuos nacidos en el extranjero exhiben niveles notablemente bajos de participación en crímenes”.

Pero, claro, se ha creado una imagen que no concuerda con esta realidad y que es generalizada: la del inmigrante criminal. Sea un mafioso italiano, un pandillero mexicano o un narcotraficante colombiano.

Lo dijo Bersani en su estudio: “El mito del inmigrante criminal ha permeado el debate público y político, durante gran parte de la historia de esta nación, y persiste a pesar de la creciente evidencia en contra”.

Sea porque son sus chivos expiatorios, sea porque son su obsesión, Trump sigue empeñado en perseguir inmigrantes: mediante la construcción de un muro en la frontera con México o restringiendo el acceso a Estados Unidos de ciudadanos de siete países de mayoría musulmana (una decisión que, valga decirlo, le tocó echar para atrás, debido al rechazo de varios jueces). Se espera que presente un nuevo decreto migratorio. Pero quienes esperan que Trump deje de satanizar a los inmigrantes, pueden quedarse esperando.

Por redacción internacional

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