Los piratas de Teherán

Hace años, Irán acosaba a las embarcaciones internacionales. En 1988, luego de un incidente con EE. UU., dejó de hacerlo. Parece que ha vuelto a sus técnicas, con base en las acusaciones que se escuchan del presidente, Donald Trump.

Bret Stephens - The New York Times
16 de junio de 2019 - 02:48 p. m.
En esta foto, del 30 de abril de 2019, soldados iraníes participan en el "Día Nacional del Golfo Pérsico" en el Estrecho de Ormuz. El país rechazó haber atacado buques en la zona. / AFP
En esta foto, del 30 de abril de 2019, soldados iraníes participan en el "Día Nacional del Golfo Pérsico" en el Estrecho de Ormuz. El país rechazó haber atacado buques en la zona. / AFP

El 14 de abril de 1988, la fragata USS Samuel B. Roberts chocó con una mina naval iraní mientras navegaba en el golfo Pérsico. La explosión hirió a diez miembros de la tripulación y casi hunde el barco.

Cuatro días más tarde, la Marina de Estados Unidos destruyó la mitad de la flota iraní en cuestión de horas. A partir de ese incidente, Irán no acosó a las embarcaciones internacionales ni de la Marina durante muchos años.

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Ahora, las cosas han cambiado. El régimen pirata de Irán ha vuelto de nueva cuenta a sus prácticas de ataque.

O así parece, con base en un cronograma detallado que ofreció el Comando Central de Estados Unidos (CentCom, por su acrónimo en inglés) sobre los ataques que ocurrieron el jueves en contra de dos barcos petroleros en el golfo de Omán. En este cronograma hay un video de vigilancia en el que se observa cómo uno de los botes patrulla de la Guardia Revolucionaria de Irán retira una mina lapa que no explotó del casco de uno de los petroleros dañados.

Los iraníes negaron de manera categórica cualquier tipo de responsabilidad. Y el gobierno de Trump tiene problemas de credibilidad, por decirlo amablemente, una de las razones por las cuales elegir a un mentiroso compulsivo para que sea presidente es un peligro para la seguridad nacional.

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Sin embargo, en este caso, la evidencia en contra de Irán es convincente. El recuento de CentCom hace notar que “una aeronave estadounidense observó un bote patrulla clase IRGC Hendijan y múltiples embarcaciones de ataque rápido/embarcaciones costeras de ataque rápido de tipo IRGC (FAC/FIAC, por sus siglas en inglés) en las inmediaciones del M/T Altair”, uno de los barcos petroleros dañados. La Marina estadounidense está familiarizada con los botes iraníes pues los ha observado de cerca durante décadas. Además, montar ataques que puede negar justo antes de cruzar el límite de lo que sería una guerra declarada a Estados Unidos es una especialidad iraní.

Trump tal vez sea un mentiroso, pero el ejército de Estados Unidos no lo es. Hay duda sobre los tipos de municiones con los que atacaron los barcos, y debe darse tiempo para una investigación meticulosa. No obstante, se requeriría una gran cantidad de autoengaño (o de teorías conspirativas) para fingir que Irán no es el país que tiene la mayor probabilidad de ser el culpable o que sus acciones no representan una importante escalada en la región.

Esta situación genera dos preguntas: una menor, la otra mucho más relevante.

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La pregunta menor es por qué lo hicieron los iraníes. Durante casi dos meses, ha habido un patrón de agresiones iraníes cada vez más violentas, entre ellas ataques muy sofisticados a cuatro barcos petroleros ocurridos el 12 de mayo cerca del puerto emiratí de Fuyaira.

Esta podría ser considerada una respuesta ante la reanudación de sanciones estadounidenses severas, las cuales han tenido un efecto punitivo en la economía de Irán. Solo que Teherán no hizo nada para moderar su comportamiento después de firmar el acuerdo nuclear, cuyas sanciones, en su mayoría, se levantaron en 2016.

También podría verse como un esfuerzo del sector de línea dura del régimen para sabotear la posibilidad de reanudar las negociaciones nucleares. Cuesta creer que haya sido una mera casualidad que los ataques a los barcos, uno de ellos japonés, coincidiera con la visita a Teherán del primer ministro de Japón, Shinzo Abe. Por otro lado, la Guardia Revolucionaria fue uno de los principales beneficiarios económicos del acuerdo nuclear, así que no queda muy claro por qué querría detener uno nuevo.

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Mark Dubowitz de la Fundación para la Defensa de las Democracias, ofreció la explicación más creíble: sugirió que el propósito de Irán era “demostrar que Trump es un tigre de Twitter”.

No es una mala suposición. Los iraníes saben que la vanagloria y la timidez a menudo van de la mano.

En cuestión de semanas, Trump pasó de apocalíptico a embelesado con Kim Jong-un, después de concluir que los riesgos de una confrontación con Corea del Norte simplemente no valían la pena. El mandatario estadounidense envió mensajes contradictorios similares a Teherán. Provocar una crisis en el Medio Oriente para que el presidente de Estados Unidos pueda “resolverla” con un nuevo acuerdo nuclear con términos aún más sencillos que los del presidente Barack Obama sería una astuta táctica iraní.

Lo cual nos lleva a la pregunta relevante: ¿cuál sería la respuesta apropiada de Estados Unidos?

No puede ser el usual ciclo trumpiano de fanfarronadas y concesiones. Tampoco puede ser la exhortación liberal de condenas ineficaces a las que les sigue la inacción. Disparar a barcos desarmados en aguas internacionales es un ataque directo al orden internacional basado en reglas en el cual los liberales aseguran creer. Permitir que quede impune no es una opción.

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Lo apropiado sería una nueva serie de reglas, con consecuencias cambiantes si Irán elige romperlas. El gobierno de Trump debe declarar nuevas normas de combate para permitir que la Marina actúe y destruya embarcaciones o botes rápidos iraníes que acosen o amenacen a cualquier barco, militar o comercial, que opere en aguas internacionales. Si Teherán no cumpliera, Estados Unidos debería amenazar con hundir cualquier embarcación naval iraní que salga de los puertos.

Si después de esto Irán sigue sin cumplir, tendríamos el derecho de hundir su flota, en puertos o en el mar. El mundo no puede tolerar piratas somalíes que trabajen por contrato. Mucho menos debería tolerar un Estado pirata que busque tener de rehén a la economía mundial por medio de una multiplicación de actos de terrorismo económico.

Nadie quiere una guerra con Irán. Sin embargo, una cosa es no querer un conflicto y otra ser indolente a sus atrocidades. Ya hemos hundido flotas iraníes. Teherán debería recibir la advertencia de que estamos preparados y tenemos la capacidad para hacerlo de nuevo.

Por Bret Stephens - The New York Times

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