Los secretos que se llevó el submarino argentino

La desaparición del ARA San Juan es misteriosa por donde se mire. El reclamo de las familias de los tripulantes dilató la búsqueda hasta hoy. Pero todo ha sido en vano.

Daniel Avellaneda - Buenos Aires
14 de noviembre de 2018 - 09:00 p. m.
Hasta ayer los familiares de los desaparecidos pedían que la búsqueda continuara. / AFP
Hasta ayer los familiares de los desaparecidos pedían que la búsqueda continuara. / AFP
Foto: AFP - MARA SOSTI

El océano encierra misterios entre sus profundidades, pero ninguno como el ARA San Juan. El submarino, que partió el 8 de noviembre de 2017 desde Ushuaia y tuvo su último contacto una semana más tarde, se esfumó en el golfo de San Jorge. ¿Sufrió un desperfecto técnico? ¿Fue derribado por un misil? ¿Qué sucedió? A un año de su desaparición hay muchas preguntas y pocas certezas.

Una de ellas es que no hay esperanza de vida. Pero los familiares de los 44 tripulantes de la nave marítima no se resignan a dejarlos partir. Quieren respuestas. La búsqueda no cesa, más allá de los costos y las polémicas. Hoy, en tanto, habrá un homenaje a los héroes en el que participará el presidente de la nación, Mauricio Macri, en Mar del Plata, junto al ministro de Defensa, Oscar Aguad.

Fabricado en Alemania, el navío de 66 metros de eslora, 7,3 de manga y un casco de 33 milímetros de espesor es capaz de alcanzar una velocidad de 25 nudos. Cuenta con cuatro tanques de reserva de flotabilidad para evitar averías en el sistema de desplazamiento.

(Ver más: Hace un año el submarino argentino desaparecido comenzaba su última misión)

Desde 1985 forma parte de las Fuerzas Armadas Argentinas y en 2008 fue sometido a una reparación de “media vida”. El submarino se cortó, se cambiaron los motores y, posteriormente, se soldó. ¿Es posible creer que estaba realizando tareas de inteligencia sobre objetivos británicos? Marta Yáñez, jueza federal de Caleta Olivia, Santa Cruz, cuenta con un expediente que está investigando esta hipótesis. Del mismo se desprende que el buque tenía la orden de operaciones de obtener “reconocimiento preciso” y conocer la “localización, identificación, registro fotográfico y fílmico” sobre “aeronaves RAF 130 y de la gobernación Malvinas”.

La zona explorada está bajo la órbita de Gran Bretaña y es de conservación pesquera exclusiva. ¿Es seria la teoría de un ataque misilístico? La hipótesis más fuerte de la explosión está vinculada al último mensaje oficial, que llegó el 15 de noviembre del año pasado.

El capitán Claudio Javier Villamide, comandante de Fuerza de Submarinos, reportó el “ingreso de agua de mar por ventilación al tanque baterías N° 3” que “ocasionó cortocircuito y principio de incendio en el balcón de barras de baterías”. También informó que las “baterías de proa” estaban “fuera de servicio al momento de la inmersión propulsando circuito dividido”. Eran las 7:19 de la mañana. Tres horas después se produjo un estallido, según Rafael Grossi, embajador de Austria, con datos del organismo que monitorea ensayos nucleares en todo el mundo.

Pero el tiempo pasó y no hubo hallazgos. Colaboraron fuerzas de todo el mundo. Y, ahora mismo, el Seabed Constructor de la compañía Ocean Infinity está a cargo de la búsqueda. El operativo de rastreo tiene un costo de US$50 mil diarios y el contrato con el gobierno caduca el 22 de diciembre, pero desde el Ministerio de Defensa estarían dispuestos a extender los plazos. “Si la Armada acepta que sigamos, debemos tomarnos un tiempo para revisar los datos que recopilamos, ver de nuevo la evidencia y tener el análisis de expertos adicionales para determinar la mejor manera de seguir”, apuntó Oliver Plunkett, CEO de Ocean Infinity. Nada es seguro.

(Ver más: Nuevas pistas del submarino argentino desaparecido )

La embarcación noruega de 115 metros cuenta con un sistema de cómputos y procesamiento en tiempo real. Está preparado para tareas de inspección, mantenimiento y búsqueda. Está provisto de mini-submarinos equipados con siete sensores y una cámara que permite mapear a fondo y operan a 6 mil metros de profundidad. Tiene una grúa para levantar 250 toneladas y hasta un helipuerto. Este método se utilizó para buscar los restos del avión de Maylasia Airlines, que continúa desaparecido en el océano Índico desde hace cuatro años. Los familiares temen que se termine abruptamente con el rastreo que ya lleva meses sin éxito. Y muchos están divididos. Algunos le endilgan al gobierno un abandono. Es el caso de Isabel Vilca, hermana de Alejandro Polo, cabo primero del ARA San Juan. “No quiero que Macri venga al homenaje solo para sacarse una foto. Es un personaje nefasto. Desde febrero que no tenemos noticias suyas. Acampamos a metros suyo en la Plaza de Mayo y no fue capaz de acercarse”, le dijo la mujer a El Espectador.

Y agregó: “Tengo miedo de que cese la búsqueda. Yo hablé personalmente con Plunkett y no me aseguró que continuaran con la misión”. Según el vocero de la Armada, Enrique Balbi, el barco de Ocean Infinity “tiene intenciones de retomar la operación en febrero”, después de volver a dique seco en Sudáfrica.Las familias están activas. Sin ir más lejos, cuatro parientes de los tripulantes, especialmente designados, viajaron en el Seabed Constructor, que zarpó de Comodoro Rivadavia, Chubut, a principios de septiembre. Se trata de Silvina Krawczyk, hermana de la teniente de navío Eliana Krawczyk, la única mujer a bordo; Luis Tagliapietra, padre del teniente de corbeta Alejandro Tagliapietra; Fernando Arjona, hermano del cabo principal Alberto Arjona, y José Luis Castillo, hermano del cabo principal Enrique Castillo.

(Ver más: ¿Qué pasó con el submarino argentino ARA San Juan?)

Los testimonios de madres, padres y hermanos son desgarradores. El caso de María Victoria Morales, madre del cabo principal Luis Esteban García, es un ejemplo. Hasta hace unos días, la señora le seguía mandando mensajes de Whatsapp a su hijo. “Tengo los pies sobre la tierra. Pero mi corazón no me permite decir que mi hijo se murió”, contó.

Este miércoles se hizo una nueva verificación en la zona, y sonaristas de la corbeta Spiro dijeron haber oído golpeteos compatibles con “ruidos de casco”. Fue durante la primera fase de búsqueda del submarino, en plena etapa de ayuda internacional.

Hoy, a 365 días de su misteriosa desaparición, las esperanzas son nulas, más allá de esas familias que resisten con el corazón. Las broncas, en cambio, están a flor de piel.

 

Por Daniel Avellaneda - Buenos Aires

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