Martín Vizcarra, el ingeniero político de Perú

El lunes, el presidente de Perú disolvió el Congreso y convocó nuevas elecciones legislativas para el 26 de enero de 2020, luego de una larga confrontación con el Parlamento, de mayoría fujimorista. Sin embargo, la decisión de Vizcarra, es una obra de ingeniería política que despierta mucha controversia.

Marta Moya Domínguez
06 de octubre de 2019 - 02:00 a. m.
Martín Vizcarra, el ingeniero político de Perú

Martín Alberto Vizcarra Cornejo llegó a la presidencia de la República de Perú con todos los honores. Pese a que los Jefes de Estado de este país asumen el cargo un 28 de julio cada cinco años (en memoria a la fecha de independencia), el 23 de marzo de 2018, habiendo pasado tan solo 20 meses desde que la administración de Pedro Pablo Kuczynski había tomado posesión, Vizcarra, hasta entones primer vicepresidente del gabinete, asumió el cargo tras la renuncia del presidente después de su pérdida de poder político por cuenta de un escándalo de corrupción.

Vizcarra, que nació el 22 de marzo de 1963 en Lima, aquejado de una complicación pulmonar, desarrolló buena parte de su vida en Moquegua, donde su familia estaba asentada. Su padre, César Vizcarra Vargas, fue Alcalde de la ciudad y miembro de la Asamblea Constituyente de 1978, donde representó al partido APRA (Alianza Popular Revolucionaria Americana). Allí estudió hasta el bachillerato, cuando tuvo que marchar a Lima para matricularse en la Universidad Nacional de Ingeniería, donde se graduó como ingeniero civil en 1984.

Su etapa limeña terminó a la par que sus estudios, y entonces, regresó a Moquegua donde comenzó su carrera profesional: primero, en la dirección ejecutiva de Proyecto Especial Regional Pasto Grande (PERPG), creado por el Ministerio de la Presidencia de Perú para el abastecimiento de agua en el departamento. Más tarde, en 1992, se pasó al sector privado con la creación de su propia empresa de ingeniería especializada en la construcción de carreteras, presas y otras infraestructuras.

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El paso previo a que el mandatario diera el salto a la vida política fue en 2008, cuando Vizcarra, como cuenta el biógrafo Roberto Ortiz de Zárate en el think tank CIDOB, se destacó en la protesta conocida como el “moquegüazo”, un movimiento popular que pedía mayores regalías para el departamento por parte de la empresa Southern, compañía minera que explotaba los yacimientos de cobre en la zona y que figuraba entre los clientes de la empresa del hoy cabeza del Ejecutivo peruano. Vizcarra logró que se alcanzara un acuerdo con el Gobierno de Alan García con un aumento del presupuesto a Moquegua y el compromiso del Ejecutivo de entonces de modificar la ley sobre el cálculo de los cánones y las regalías mineras.

Tras el “moquegüazo”, en 2010 dejó a un lado su empresa y se postuló como gobernador del departamento. A pesar de los buenos resultados de su administración, descartó presentarse a la reelección. Recibió la oferta de ser primer ministro de Perú por parte del entonces presidente Ollanta Humala, en sustitución a Ana Jara Velásquez que acababa de ser despedida y censurada por el Congreso. Vizcarra declinó la invitación, pero para entonces ya había comenzado sus contactos con Kuczynski, opositor del partido de centro-derecha liberal Peruanos Por el Kambio (PPK), quien le propuso ser su asesor en temas de educación escolar; meses después la propuesta mutó hasta la Vicepresidencia Primera para las elecciones generales de 2016. Vizcarra aceptó el reto. En febrero de 2016, se puso al mando de la campaña de PPK.

En paralelo al proceso electoral, el entonces secretario general del movimiento fujimorista Fuerza Popular, José Chlimper había dado a conocer que Vizcarra tenía denuncias ante la Fiscalía Corrupción Penal de Moquegua durante su etapa de regidor del departamento; sin embargo, el proceso no prosperó.

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El 5 de junio de 2016, en la segunda vuelta electoral, la fórmula Kuczynski-Vizcarra-Aráoz logró imponerse por 42.000 votos a Fuerza Popular, el partido de Keiko Fujimori, hija del expresidente Alberto Fujimori, y el 28 de julio se inauguró el Ejecutivo, que nacía con una gran debilidad por la minoría que tenía en el Congreso.

Martín Vizcarra asumió la cartera de Transportes y Comunicaciones, cargo al que renunció el 22 de mayo de ese año, conservando la Vicepresidencia Primera. En otoño de 2017, Vizcarra fue nombrado embajador de Perú en Canadá. Lo que pasa a continuación ya es conocido.

En diciembre de ese mismo año estalló la bomba política contra el presidente Kuczynski luego de que una de sus empresas apareciera entre las firmas implicadas en la trama de sobornos pagados por la compañía brasileña Odebrecht. Tras las graves fricciones con el Congreso durante algunas semanas, el presidente fue fulminantemente destituido y Vizcarra, como vicepresidente primero del Ejecutivo, se convirtió en el nuevo presidente de Perú.

 

Presidencia compleja

El 23 de marzo de 2018, durante su sesión de investidura como nuevo presidente de la nación, Vizcarra manifestó su deseo de ejercer una oposición firme contra la corrupción y el abuso de poder, dos de las máculas de la historia política reciente de Perú.

El nombramiento de un Consejo de Ministros en buena parte independiente arrojó luz en un momento complicado para el país; sin embargo, el verdadero desafío seguía siendo la confrontación con la mayoría fujimorista en el Congreso. “En él destaca su instinto para orientar su discurso y algunas decisiones según las preocupaciones o indignaciones ciudadanas que revelan las encuestas. El principal tema de sus intervenciones públicas es la corrupción, que ha imputado –con mucha razón– a los miembros de la mayoría parlamentaria en el Congreso, que lo combatió echando mano a cualquier recurso; sin embargo, en asuntos ordinarios, el gobierno de Vizcarra tiene un desempeño mediocre. Hasta ahora no ha encarado de manera satisfactoria la reconstrucción de la zona norte del país, afectada por el fenómeno de El Niño en 2017. Y la delincuencia sigue creciendo sin que el Estado, penetrado en cierta medida por ella, atine a combatirla con eficacia”, sostiene Luis Pásara, abogado y Doctor en Derecho por la Pontificia Universidad Católica del Perú.

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En este equilibro de fuerzas, Vizcarra ha visto en estos meses cómo su popularidad ha ido menguando, pues según último estudio el Instituto de Estudios Peruanos (IEP), la desaprobación hacia su labor política se encuentra en el 52 %. No obstante, la simpatía por el jefe del Ejecutivo sigue siendo mucho más elevada que la aprobación del Congreso por parte de los ciudadanos, que se sitúa en el 87 % de rechazo.

El tenso pulso que mantiene con la oposición es el que ha marcado la agenda de este corto gobierno. El pasado jueves, 26 de septiembre, Vizcarra propuso al Congreso un adelanto de las elecciones generales que el fuijmorismo y sus aliados rechazaron. Este lunes 30, cuando estaba previsto que el Congreso designara a los nuevos miembros del Tribunal Constitucional (TC), Vizcarra presentó una Cuestión de Confianza ante la Cámara para reconsiderar la forma de elección de los magistrados. La oposición decidió ignorar la petición y, en cambio, nombró a un nuevo miembro del TC. El detonante para que Vizcarra disolviera el Congreso.

“Se sabe que, al tiempo de decidir el cierre del Congreso, el presidente Vizcarra consideró la decisión de renunciar al cargo. Pero, Mercedes Aráoz, segunda vicepresidenta, le comunicó que ella no renunciaría y lo sustituiría. La ambición de Aráoz, respaldada por la mayoría parlamentaria, frustró la salida más deseable: una renovación simultánea de Legislativo y Ejecutivo”, apunta Pásara. Aráoz se posesionó como Presidenta ante el Senado suspendido y 24 horas después renunciaría a ese cargo.

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¿Fue premeditada la decisión de Vizcarra? Rafaella León, del periódico peruano El Comercio presentó el pasado 28 de julio un libro llamado Vizcarra. Retrato de un poder en construcción. En él, la periodista conversa con el político y de esa plática se conoce que el presidente estaba preparado para tomar esta decisión. “Martín Vizcarra parecía preparado para el escenario más traumático. Había trazado un borrador mental de lo que tendría que hacer si la crisis desencadenaba la disolución del Congreso. “Gobernaríamos con la Comisión Permanente. En esos cuatro meses no vamos a aprovechar para tomar ninguna acción irracional, en absoluto. De ahí vienen nuevas elecciones, otra vez el pueblo se manifiesta, reemplaza a los congresistas y se continúa”, reza la publicación extraída de una entrevista realizada en junio.

Según León, el presidente barajaba este escenario como probable y hablaba de él con una “controlada naturalidad”. “En algún momento de mi investigación me di cuenta de que el plan B de Vizcarra casi siempre ha sido en realidad su plan A, cuenta la periodista.

Para el abogado Luis Pásara, sin embargo, es más difícil dilucidar si la decisión que Martín Vizcarra tomó el pasado lunes estaba o no dentro de sus planes: “Es difícil saber cuál es el pensamiento y cuáles los planes del presidente y su equipo, que permanece en la sombra. Ha trascendido que las decisiones presidenciales no son previamente discutidas con el gabinete ministerial. Y en algún momento se ha sabido que algunos asesores cavilaban sobre la forma en la que Vizcarra pudiera postularse en la elección presidencial siguiente, pese a que la Constitución lo prohíbe expresamente. El presidente se orienta por la preocupación de mantener su popularidad en los sondeos de opinión. Cómo hacerlo es algo que las circunstancias parecen determinar”. Sea como fuera, la disolución del Congreso se produjo, Vizcarra ya nombró a su nuevo gabinete y el país se aboca a unas nuevas elecciones en las que se conocerá si algo ha cambiado, o, si por el contrario, este periplo solo ha sido un capítulo más en la historia política reciente en Perú.

Por Marta Moya Domínguez

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