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Milicias libias recurren a la política, creando una mezcla volátil

Hay temores de que sus brigadas armadas puedan intentar sentar las bases de una nueva democracia.

David D. Kirkpatrick / The New York Times News Service
05 de abril de 2012 - 03:16 p. m.

Trípoli, Libia.- Los líderes de milicias que han convertido Libia después de Gadafi en un mosaico de dominios semiautónomos ahora se están lanzando de lleno a la política, haciendo que surjan temores de que sus brigadas armadas pudieran socavar elecciones diseñadas para sentar las bases de una nueva democracia.

El líder de una milicia de Zintan que controla el aeropuerto aquí en la capital ha intercambiado su uniforme por un traje y corbata, y ahora habla de postularse para un cargo de elección popular. con sus 1,200 hombres armados detrás de él. El jefe del consejo militar de Trípoli está fundando un partido político, en tanto el consejo militar de Bengasi está preparando su propia lista de candidatos para cargos locales.

Milicias regionales y el gobernante Consejo Nacional de Transición ya han impedido que la ciudad de Bani Walid, en otra época un bastion de apoyo de Muamar Gadafi, elija a su gobierno local. Otros líderes de milicias están ofreciendo voluntariamente su apoyo armado como alas militares de partidos recientemente formados.

Cinco meses después de la muerte de Gadafi, los libios están contando con que el ritual de las urnas ponga fin a cuatro décadas de dominio mediante la fuerza bruta. Las brigadas formadas para combatir a Gadafi, y muchas otras que surgieron después del hecho, han frustrado la consolidación de una nueva autoridad central y se convirtieron en una amenaza para la seguridad, intercambiando fuego letal en las calles de la capital, deteniendo y torturando a presuntas personas leales a Gadafi e incluso secuestrando la semana pasada a dos integrantes del Consejo Nacional de Transición durante dos días.

Los dirigentes provisionales de Libia dicen esperar que un gobierno electo tenga la legitimidad para controlar a esas milicias, en tanto el país se está apresurando a efectuar votaciones. Las dos ciudades más grandes, Bengasi y Trípoli, planean celebrar elecciones locales para mayo, al tiempo que el Consejo Nacional de Transición ha prometido elecciones en junio para una asamblea que gobernará mientras redacta una nueva constitución.

Sin embargo, sin un ejército o una fuerza policial nacional, muchos civiles temen que las milicias pudieran intimidar a los electores, suprimir votaciones o dominar de otras maneras el proceso, dejando a Libia empantanada en violencia intestina, desgarrada por tensiones regionales o - como sugiere un reciente sondeo que muchos libios pudieran esperar ahora - vulnerable al ascenso de un nuevo caudillo.

Incluso políticos civiles alarmados ante la interacción de armas y política dicen que ellos pudieran ser incapaces de resistirla. “Nosotros estamos diciendo muy claramente que no queremos formar parte de eso”, dijo Ali Tarhuni, ex ministro provisional del petróleo y vice primer ministro, quien ahora está fundando uno de los nuevos partidos. “Pero, más adelante, ¿qué podemos hacer?”

Tarhuni y otros expresan su temor en cuanto a que Libia pudiera repetir la experiencia de Líbano, donde milicias armadas, formadas durante su guerra civil, se convirtieron en un elemento permanente del panorama político. De hecho, algunas brigadas por todo el país, incluida la del aeropuerto, encabezada por Mokhtar al-Akhdar, han desarrollado fuentes independientes de ingresos, principalmente derivadas de suministrar servicios de seguridad. “Protección”, dijo Tarhuni.

Otros dicen que Libia aún pudiera frustrar las expectativas de caos en los diversos días de elecciones. La ciudad de Misrata, relativamente homogénea, llevó a cabo hace poco elecciones pacíficas. Aquí, en la capital más dividida y a lo largo del país, funcionarios libios reconocen que están capitalizando aspectos intangibles, como sus tradiciones tribales, el espíritu unificador de la revolución y el patriotismo de sus jóvenes milicianos a fin de mantener un grado de orden. No obstante, Mustafá Abu Shagour, el vice primer ministro del gobierno provisional, dijo prever que se verían armas en las calles. “Estoy sumamente preocupado”, dijo.

Después de 42 años de una dictadura a través del cristal que se proclamaba como el “gobierno de participación de las masas”, todo parece indicar que los libios desconfían de la democracia. En una encuesta entre libios conducida en diciembre y enero por parte de un brazo de investigación de la Universidad de Oxford, solo 15 por ciento de los más de 2.000 encuestados dijo que quería alguna forma de democracia dentro de los 12 meses siguientes, en tanto 42 por ciento dijo esperar que Libia fuera gobernada por un nuevo caudillo. Quizá lo más preocupante: una considerable minoría, aproximadamente 16 por ciento, respondió que estaba lista para usar la violencia con fines políticos.

Los líderes de las milicias regionales insisten en que ellos son los guardianes de la democracia, compensando por los fracasos de la dirigencia del Consejo Nacional de Transición. Sin embargo, a menudo siguen dependiendo del poderío armado fuera de cualquier proceso legal o político.

Cuando una manifestación pacífica en Bengasi exhortó al federalismo, el ministro del Interior - el líder de una milicia de Misrata - amenazó públicamente con encabezar a una fuerza armada de su poblado natal para combatir lo que tildó de una amenaza a la unidad nacional.

Fawzi Bukatief, comandante de una alianza de 40 brigadas orientales con base en Bengasi, dijo que estaba próximo a anunciar una unión nacional de milicias, independientes de los ministerios de la Defensa y del Interior. Destacó que la unión podría usar su poderío armado para aplicar duras medidas en contra de otros grupos armados que siguen operando en Trípoli. “Nosotros los detendremos, o los encarcelaremos”, aseguró. “Nosotros conocemos a los combatientes. Decidiremos quién es revolucionario y quién no”. Después agregó: “El problema son las milicias, pero también la solución”.

Vestido con un traje de tweed en vez de camuflaje, dijo que estaba considerando postularse para un cargo público en Bengasi. Hacerlo mientras sus combatientes supervisan la votación “puede ser un conflicto”, dijo, encogiendo los hombros, reconociendo que “tendrá que salir” de su papel en la milicia. El gobierno provisional ha sido impotente para detener ataques en contra de tribus o barrios que presuntamente apoyan a Gadafi, ya no digamos de garantizarles el derecho al voto.

En el barrio Abu Salim de Trípoli, una brigada de milicianos sigue operando desde un búnker sumamente fortificado, con ametralladoras montadas sobre el techo que apuntan hacia las calles. Los residentes - particularmente los de piel morena, a menudo sospechosos de pertenecer a tribus que pelearon por Gadafi - dijeron que temían caminar más allá del búnker. Dentro del búnker, había prisioneros golpeando las puertas metálicas de pequeñas celdas.

Abdul Salem el Massoudi, de 42 años de edad, el jefe de “interrogatorios” del consejo militar en el barrio, dijo que la milicia aún estaba a la caza de los presuntos perpetradores de una matanza por parte de fuerzas de Gadafi. Sin embargo, en cuanto a los libios morenos de la ciudad de Tawarga, sugirió que ellos mismos eran responsables. “Sus hijos los metieron en estas dificultades” al pelear por Gadafi, dijo. “Ahora, ellos son refugiados en todas partes”.

Funcionarios del gobierno provisional aún insisten en que planean controlar a las milicias para el día de las elecciones en junio, en parte mediante la contratación de los combatientes de milicias para crear una guardia nacional. Sin embargo, no está en claro cuánta lealtad está comprando el dinero. Rebosante de dinero del petróleo, el gobierno provisional ya empezó a distribuir un salario a miles de integrantes de milicias por el trabajo de asegurar la capital; el equivalente de aproximadamente 2.000 dólares para cada combatiente soltero y aproximadamente 3.300 para cada combatiente con familia.

El mes pasado, brigadas locales empezaron a formarse por turnos para cobrar su paga en una vieja academia de policía, que casualmente estaba en Hadhba, otro barrio conocido por su lealtad al ex dictador. Pero, entonces, un grupo de combatientes del barrio más rebelde de Souk el-Juma decidió que no les estaban pagando con suficiente rapidez y, aparte de eso, no les agradaba cobrar su dinero en un bastión de lealista.

Así que docenas de combatientes en un camión atacaron la academia
. En una lluvia de balas - muchos iban armados con rifles Kalashnikov, unos pocos con cuchillos, y tenían el apoyo de tres ametralladoras - derribaron las verjas de hierro, arrancaron algunas de sus agudas púas como armas y destrozaron los ventanales de la garita. “¡Huyan! ¡Los mataremos!”, gritó un combatiente a los vecinos que corrían. Otro declaró: “Esto es nuestro justo ahora. Nosotros somos los dueños aquí”.

Por David D. Kirkpatrick / The New York Times News Service

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