Publicidad

A Moro, héroe anticorrupción de Brasil, se le cayó la máscara

La justicia de Brasil está en una encrucijada. Su ícono anticorrupción y vocero de la moral parece haber usado métodos no éticos durante investigación del Lava Jato para llevar a Lula a la cárcel e impedir el regreso de la izquierda al poder.

Daniela Quintero Díaz
08 de julio de 2019 - 02:00 a. m.
A Moro, héroe anticorrupción de Brasil, se le cayó la máscara

Sergio Moro, un abogado de 46 años formado en la Universidad Regional de Maringá y homenajeado repetidas veces en Estados Unidos, logró lo que ningún otro juez en Brasil había conseguido: lideró la mayor operación anticorrupción en el país, llamada Lava Jato, tramitando más de noventa denuncias con 291 acusados y un total de 211 condenas. Pero, su gran logro, su pez gordo y su catapulta a la fama fue el caso del exmandatario y líder izquierdista Luiz Inácio Lula da Silva, a quien condenó en julio de 2017 a más de nueve años de cárcel por corrupción pasiva y lavado de activos.

Su protagonismo en lo que para muchos fue la lucha frontal contra la corrupción, lo llevó a ganarse la confianza y el prestigio de los brasileños, quienes lo consideraron casi como un héroe. El mismo Jair Bolsonaro, actual mandatario del país, decidió convertir a Moro en el bastión moral de su gobierno y lo nombró ministro de Justicia, pues, aseguró, es “el orgullo de todos los brasileños”. Lea también: Miles apoyaron en las calles de Brasil al ministro y exjuez Moro

¿Cómo lo logró? Al principio convenció al país de que había sido gracias al uso de colaboraciones premiadas y acuerdos para reducir penas de quienes delataran a otros corruptos. Además, fue muy hábil catapultando la investigación en medios de comunicación, que terminaron movilizando a la opinión pública en su favor. Sin embargo, recientes revelaciones han mostrado que sus métodos fueron mucho más turbios y polémicos.

Desde el pasado 9 de junio el portal web The Intercept Brasil, dirigido por el norteamericano Glenn Greenwald, empezó a publicar una serie de reportajes en los que se daban a conocer conversaciones por Telegram entre Moro y los fiscales de la famosa operación anticorrupción. Especialmente, con Deltan Dallagnol, actual fiscal coordinador del Lava Jato. En las nueve entregas que ha hecho el medio —que son, hasta ahora, la punta del iceberg, según su director— se ha conocido que, en caso de que las conversaciones sean auténticas, el exjuez del caso (cuya figura debe ser totalmente imparcial) habría casi que dirigido al ente acusador para que actuara de una u otra forma, en especial, en el caso de Lula. Aparentemente, por motivaciones políticas.

Le puede interesar: Las nuevas filtraciones que salpican al exjuez del Lava Jato en Brasil

¿Qué revelan los mensajes?

A Greenwald le filtró la información un hacker anónimo. Según afirma, no solo tiene mensajes privados, sino también grabaciones de audio, videos, fotos y documentos judiciales que revelan “los comportamientos antiéticos del exjuez, que Brasil y todo el mundo tienen derecho a conocer”. La información se puso en resguardo en servidores fuera del país y el portal ha ido revelando fragmentos a manera de artículos.

“Señor presidente, quiero dejar claro que, pese a algunas versiones, no existe de mi parte ninguna desavenencia personal con usted. El desenlace del juicio provendrá de las pruebas y de la ley”, había asegurado Moro en mayo de 2017 al interrogar a Lula. Pero los archivos publicados demuestran lo contrario y podrían darle la razón a los abogados del exmandatario, quienes siempre afirmaron que su juicio no fue parcial y que el exjuez actuó con intereses políticos y un sesgo personal.

Una de las entregas muestra cómo los magistrados, dirigidos por Dallagnol (quienes habían negado por años alguna política partidaria) discutían en un grupo la forma de impedir jurídicamente que Lula pudiera dar entrevistas a los medios de comunicación desde la cárcel, justo antes de las elecciones, ya que eso podría favorecer el triunfo del Partido de los Trabajadores (PT). La conversación sucedió justo después de que Ricardo Lewandowski, del Tribunal Supremo Federal, hubiera dado el aval a las entrevistas.

“Ando muy preocupada con un posible regreso del PT. Pero estoy rezando mucho para que un milagro nos salve”, le dice a Dallagnol una mujer identificada como Carol PRG. “Reza, sí. Lo necesitamos como país”, responde el fiscal.

Otras de las entregas muestran cómo el mismo Dallagnol tenía dudas sobre la solidez de las acusaciones presentadas contra Lula, en específico, la de la entrega de un apartamento a cambio de contratos con Petrobras. “Van a decir que estamos acusando basándonos en artículos de periódicos y evidencias frágiles (…) Todavía me da recelo la conexión entre Petrobras y el enriquecimiento”, le escribe Dallagnol a Moro, pese a que las comunicaciones entre magistrados y el ente acusador están prohibidas por la Constitución de Brasil, y a que Moro sería quien después juzgaría la validez de esas pruebas.

Finalmente, Dallagnol presentó las pruebas, Moro juzgó y Lula fue condenado. Su condena también le impidió participar de las elecciones presidenciales que se avecinaban, para las que tenía una popularidad de casi el 80 %.

En otra, de 2016, Moro se mostró una vez más como aliado (o jefe) de los fiscales acusadores y cuestionó el ritmo de los arrestos y las incautaciones en el marco de la investigación. “¿No es mucho tiempo sin una operación?, preguntó a Dallagnol, cuyo grupo de trabajo llevaba casi un mes sin salir a las calles. “No se puede cometer ese tipo de error ahora”, reiteró. “Sí”, respondió el fiscal más tarde. La siguiente operación tuvo lugar tres semanas después.

El exjuez no solo se excedió en sus funciones. También mantuvo conversaciones por fuera de las permitidas por la Constitución e incluso desobedeció órdenes de un tribunal superior más de cuatro veces. “Creyó que estaba totalmente por encima de la ley y las reglas”, asegura Greenwald a AP. De hecho, los mismos fiscales comentaban en otro chat su preocupación por los excesos del exjuez, pues sus “violaciones éticas podrían perder la credibilidad en la investigación”. Pero, en últimas, Moro logró lo que parecía su cometido: en Brasil era un héroe, Lula estaba preso y el PT diezmado, dividido y lejos del poder.

Como era de esperarse, las reproducciones de The Intercept pusieron los ojos del país sobre el ahora ministro de Justicia, quien ha tenido que comparecer dos veces ante la Cámara de Diputados para explicar el escándalo de los mensajes a raíz de las publicaciones. Su respuesta siempre ha sido la misma: que “no reconoce la autenticidad de los mensajes obtenidos mediante una invasión criminal de hackers”.

Las sospechas que tenían los magistrados también parecen acertadas. El caso del Lava Jato dio un giro inesperado y las revelaciones ponen en duda la investigación que llevó a Lula a la cárcel. La imagen de juez imparcial de Moro se erosiona y su mayor logro, la detención del exmandatario, podría ser la semilla de su propio fracaso. “Este es apenas el comienzo de lo que pretendemos volver una investigación periodística continua de las acciones de Moro”, asegura The Intercept. “La verdad prevalecerá”, dice Lula. Por su parte, el Consejo Nacional del Ministerio Público de Brasil (órgano que controla la actuación de los fiscales) anunció que iniciará una investigación de los mensajes.

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar