"No instalamos terrorismo, ni violencia ni muerte en Nicaragua", dice Rosario Murillo

Murillo, esposa del actual presidente del país, Daniel Ortega, aseguró que en Nicaragua se han desatado los demonios, pero que el mal jamás vencerá. Las mesas de negociación, sin embargo, se volvieron a paralizar luego de que un grupo de representantes de la iglesia fueran agredidos en la ciudad de Diriamba.

-Redacción Internacional con información de EFE
10 de julio de 2018 - 12:46 a. m.
 El presidente de Nicaragua Daniel Ortega saluda junto a la vicepresidenta Rosario Murillo durante una concentración que reunió a miles de simpatizantes del sandinismo en Managua.
El presidente de Nicaragua Daniel Ortega saluda junto a la vicepresidenta Rosario Murillo durante una concentración que reunió a miles de simpatizantes del sandinismo en Managua.

La vicepresidenta de Nicaragua, Rosario Murillo, es una de las personas menos queridas por la oposición nicaragüense. Desde el inicio de las manifestaciones se ha reclamado tanto la dimisión del actual mandatario, Daniel Ortega, como la de ella. El día de hoy, sin embargo, afirmó que su Gobierno no ha instalado el terrorismo, ni la violencia, ni la muerte en este país, que atraviesa una crisis sociopolítica que ha cobrado la vida de al menos 320 personas desde el pasado 18 de abril.

"¿Con qué cinismo algunos pueden hablar de destrucción y torturas como si fuera obra de otros y no propia? ¿Con qué cinismo?", continuó. Asimismo, se refirió a la visita que hizo el nuevo nuncio apostólico en Nicaragua, Stanislaw Waldemar Sommertag, a la basílica de San Sebastián, en la ciudad de Diriamba, donde un grupo de parapolicías irrumpió violentamente y agredió a varios obispos y periodistas, entre ellos al nuncio, al cardenal Leopoldo Brenes y al obispo Silvio Báez.

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"Nosotros queremos agradecerle su acompañamiento pastoral a nuestro pueblo en estos momentos difíciles. Momentos en que todos llamamos a la calma, a la prudencia, a la paciencia, pero sobre todo a vivir como cristianos el testimonio del sufrimiento de nuestro pueblo", expresó Murillo.

Además, agregó: "Nosotros entendemos que se expresen esas emociones y ese sufrimiento y estamos seguros de que el señor nuncio, que el señor secretario de la Nunciatura entienden cómo se expresan, y precisamente como cristianos que damos testimonio cómo expresamos nuestros sentimientos". 

Todo esto ocasionó que las mesas de negociaciones creadas para superar la crisis se volvieran a interrumpir. El Episcopado había citado este lunes a la mesa de Verificación y Seguridad, así como a la mesa Electoral, para reiniciar el diálogo nacional, sin embargo, optó por aplazar las dos mesas de trabajo tras los sucesos en Diriamba.

La agresión ocurrió cuando los obispos viajaron a Diriamba, 42 kilómetros al sur de Managua, para liberar a un grupo de paramédicos y misioneros franciscanos sitiados por los parapolicías en el templo. La situación se presentó después de que una delegación de la Iglesia católica, acompañada por la Asociación Nicaragüense Pro Derechos Humanos (ANPHD), entró en la plaza central de Diriamba, cuya basílica estaba rodeada por unos 200 encapuchados paramilitares y parapolicías, así como decenas de policías fuertemente armados y algunos de ellos también con los rostros tapados.

Efe pudo constatar que cuando la delegación eclesiástica llegó al lugar los agentes uniformados desaparecieron para dar paso a centenares de encapuchados civiles y simpatizantes del presidente Daniel Ortega.

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Murillo explicó que tanto en Diriamba como en la ciudad vecina de Jinotepe la población pasó "casi 40 días de cautiverio" debido a las barricadas y bloqueos que habían instalado grupos de manifestantes antigubernamentales y que, según destacó la dignataria, "han venido siendo liberados, gracias a Dios".

Murillo abogó por "trascender estos momentos difíciles, promoviendo entendimiento", porque, según dijo, en Nicaragua "desataron todos los demonios, pero el mal nunca vence. Eso está demostrado. El mal nunca vence, más un espíritu tan fuerte, indoblegable, indestructible como el espíritu nicaragüense lleno de paz y lleno de bien", apuntó.

Nicaragua atraviesa la crisis sociopolítica más sangrienta desde la década de 1980, con Ortega también como presidente, que ha dejado al menos 320 muertos, según organismos humanitarios. Las protestas contra el Gobierno comenzaron el 18 de abril por unas fallidas reformas a la seguridad social y se convirtieron en un reclamo que pide la renuncia del mandatario, después de 11 años en el poder, con acusaciones de abuso y corrupción en su contra.

Por -Redacción Internacional con información de EFE

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