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Torre de Tokio

Olimpiada zen

Columnista invitado EE: Gonzalo Robledo * / Tokio, Japón
02 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.

Una columna para acercarnos a la cultura japonesa.

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Foto: El Espectador

La ex delantera del Juventus femenino, Eni Aluko, escribió en su columna de The Guardian que no veía problema en jugar sin público pues, como mujer futbolista, había pasado la mitad de su carrera jugando en estadios vacíos.

La concentración de un deportista debe ser la misma así haya “50.000 espectadores o solamente un señor con un perro”, sentenció la hoy comentarista para refutar a Pep Guardiola, entrenador del Manchester City, quien había dicho que jugar sin aficionados “no tenía sentido”.

Reducir el público en los estadios es hoy un tema candente en Tokio pues aquí se discute cómo se celebrarán los Juegos Olímpicos dentro de un año, mientras la pandemia sigue su virulenta expansión en el país que más medallas suele cosechar, Estados Unidos, y los confinamientos en el mundo dificultan entrenamientos y clasificaciones.Tokio se ha quedado engalanada con letreros impresos, banderas y aros olímpicos para dar la bienvenida a 11.000 atletas, 4.400 deportistas paralímpicos, 206 comités y más de medio millón de espectadores extranjeros que iban a llenar los estadios a partir del pasado 24 de julio.

Muchos de los compradores de los 5.000 apartamentos en la villa olímpica, que esperaban mudarse una vez sus viviendas fueran acondicionadas tras el magno evento, han tenido que buscar casa en otra parte pues los locales seguirán reservados otro año para los atletas de una olimpiada que se sigue llamando “Tokio 2020”.Aunque no haya una certeza de una vacuna contra el COVID 19, los organizadores hablan ya de una ceremonia inaugural y otra de clausura sin mucha pompa y poco público. Se prevén exámenes PCR frecuentes y confinamientos para los deportistas en la villa olímpica.

Las competiciones tendrían un aforo reducido y no habrá gritos o expresiones de júbilo en los estadios. Como el eslogan de Tokio 2020 es “Unidos por la emoción”, es lícito pensar que los equipos tendrán que ser animados de forma espiritual, o con mensajes de texto.

“Sería una olimpiada zen”, me dijo una amiga japonesa citando el vocablo favorito de los extranjeros cuando queremos quejarnos con ironía de las exiguas raciones de la gastronomía nipona, de la austeridad de la arquitectura tradicional o de la parsimonia de sus modales.

Los analistas financieros se quejan de la abundancia de estudios optimistas sobre los beneficios económicos de los JJOO, frente a la escasez de los que examinan qué pasa en verdad después de una olimpiada.

Esta vez, las proyecciones anticipan graves pérdidas económicas iniciadas con el trastorno causado por la prórroga en agendas de televisiones, federaciones deportivas y del público en general.

Anunciado como el evento deportivo más costoso de la historia, Tokio 2020 entra en la disyuntiva universal de si proteger economía o salud. La opción de competir con poca gente y recibir ovaciones en pantalla no es descabellada si se piensa que el grueso de la audiencia de los olímpicos es televisiva. Y Tokio pasaría a la posteridad por haber celebrado la primera olimpiada zen.

* Periodista y documentalista colombiano radicado en Japón.

Por Gonzalo Robledo * / Tokio, Japón

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