“Pasaba por debajo en mi camión y el puente se me vino encima": conductor italiano

El colapso del Puente Morandi, en la ciudad italiana de Génova, dejó 39 muertos y cientos de heridos. Testimonios del dramático momento cuando 200 metros del viaducto se vinieron al suelo. Crece la indignación.

Ricardo Abdahllah / Génova
19 de agosto de 2018 - 05:33 p. m.
El puente Morandi, en Génova, Italia. Parte del viaducto colapsó el martes dejando 39 muertos.  / Ricardo Abdahllah / Génova
El puente Morandi, en Génova, Italia. Parte del viaducto colapsó el martes dejando 39 muertos. / Ricardo Abdahllah / Génova

"Vamos a seguir trabajando días, semanas si es necesario", dice Emanuele Gissi, comandante de bomberos de la región de Ligurnia, que a la cabeza de más de doscientos rescatistas ha dormido poco en las últimas cuarenta y ocho horas.

“Entre los escombros siempre existe la posibilidad de que haya bolsas de aire y allí la gente puede aguantar. Eso es lo que hemos aprendido de los terremotos", agrega.

"Terremoto" es una palabra que regresa con frecuencia cuando los testigos cuentan lo que pasó. Jonathan, un nigeriano que hace 25 años vive en Génova, dice que estaba esperando el bus a dos calles cuando sonó el estruendo. A pesar de todos los truenos que había escuchado en ese fin de mañana de tormenta, un movimiento telúrico más fuerte que todos los que ha sentido en la vida fue lo primero que se le vino a la cabeza.

"Luego recibí un mensaje en el celular, decía '¿Dónde estás que la ciudad se está derrumbando?'", recuerda.

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No era la ciudad, era un puente de concreto durante un puente de vacaciones. Como el miércoles 15 era festivo en Italia y en Francia, ese martes 14, la autopista A10, que une los dos países y además es la principal ruta de acceso al aeropuerto de la ciudad, estaba congestionada. Jonathan recordará que todo el cielo estaba ennegrecido “como si fuera una sola nube” pero apenas después del ruido salió el sol; el conductor de un camión que aprovisionaba los supermercados Basko, luego ha venido a saberse que es un italiano de 37 años padre de tres hijos, recordará que tuvo que frenar y echar reversa cuando todos los autos que iban adelante desaparecían en un abismo de cincuenta metros de profundidad que acababa de crearse.

Treinta y ocho de las personas que viajaban en esos carros no tuvieron la misma suerte. Un colombiano, el joven ingeniero Henry Diaz, hace parte de las victimas. Luciano Goscia, maestro de obra para la compañía Edili di Pruzzo recuerda así el momento:

“Pasaba por debajo en mi camión y el puente se me vino encima. Más que un ruido sentí un vacío, como una bola de presión que me tiró contra la carrocería", dice  mientras recupera sus documentos entre los restos del vehículo. “Del carro no quedó nada y yo solo me rompí un brazo. Puede creerlo?”

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El nombre oficial del puente era “Polcevera” por el arroyo que recorría el fondo del abismo, pero también se le conocía como « Puente Morandi » en homenaje al apellido del ingeniero romano, de nombre Riccardo, que lo construyó en la década del 1960. La técnica que empleó, en la que algunos de los cables de suspensión se sustituían por concreto pretensado, impresionaba por las dimensiones que permitía alcanzar con pocos pilares, pero convencía menos por su alto costo. Tras la catástrofe italiana, uno sólo de los tres puentes que Morandi construyó con esta técnica sigue intacto. Se trata del Wadi el Kuf en Bayda, Libia.

El otro, en el lago de Maracaibo, colapsó parcialmente en 1964 dejando siete víctimas mortales.

En una ciudad como Génova, que para dar una imposible fluidez al tráfico se ha llenado de autopistas elevadas que recorran sus colinas y la que en una época fue una memorable línea costera, el Morandi era un símbolo desde su inauguración en 1976. Ante una reparación que resultaría tan costosa como arriesgada, el viceministro de Infraestructura Edouardo Rixi ha anunciado desde ya que el destino del puente será la demolición de los tramos que sobrevivieron al colapso y que, en la madrugada del jueves, aún estaban ocupados por dos tractómulas, cuatro camping-cars y cerca de una docena de automóviles, que los viajeros abandonaron corriendo para salvar sus vidas.

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"¿Sabe que la gente del barrio lo llamaba Brooklyn Bridge?", dice Alberto loele  un cuadragenario comerciante del vecino sector de Cornigliano. “Yo crecí viéndolo todos los días de mi vida. Ahora es como un pedazo de paisaje que cambia a las malas. No puedo creer que ya no va a estar”.

Las preocupaciones son aún más graves para cerca de cuatrocientas personas cuyas viviendas están ubicadas bajo un tramo, aún intacto pero con riesgo de colapso, del puente. Ninguna de ellas sabe con certeza si podrá volver a su hogar para algo más que para recoger sus cosas acompañada por agentes de la policía.

“Estaba de vacaciónes cuando me llamaron los vecinos. Así que vine de inmediato. Lo que más me interesa es recuperar mi gato que solo tenía comida hasta hoy. Me han dicho también que un grupo de veterinarios voluntarios recogió algunos animales con los bomberos pero nadie sabe dónde están", dice Maria mientras espera junto a la barrera establecida por los bomberos. “Mi casa no está en la ‘zona roja’ directamente debajo del puente que dicen será demolida pero de todas maneras mientras lo tumban tendremos que vivir con ese monstruo encima”.

La ira es aún mayor entre los habitantes desalojados cuando recuerdan que el pasado 23 de julio se habían reunido con mediadores enviados por Atlantia, la firma antes conocida como Autostrade, y que administraba en concesión la autopista A10 de la que hace parte el puente colapsado: una licitación estaba abierta para realizar un refuerzo estructural. Los trabajos comenzarían al final del verano. 

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"Ese puente fue diseñado para un tráfico más ligero, los miles de camiones que pasan cada día y que a veces se quedan allí bloqueados eran un problema notorio", comenta Maurizio Rossi desde el piso 30 de la torre de la televisión Primocanale. Hace dos años, cuando Rossi, el patrón de la televisión local, ocupó un escaño en el Senado, lanzó dos peticiones oficiales al ministerio de transporte inquiriendo sobre las consecuencias del tráfico en el puente Morandi. Ninguna de ellas recibió respuesta.

"Los culpables de esta tragedia son dos: la sociedad Autostrade, que tenía el deber de garantizar el mantenimiento y los sucesivos ministros de transporte que nunca se preocuparon por verificar que el concesionario privado cumpliera sus obligaciones. Uno no puede entender que en pleno siglo XII, un puente de esas dimensiones no sea monitoreado", dice.

Tras la tragedia, el el gobierno italiano ha sido unánime en sus acusaciones contra la firma Autostrade, propiedad del grupo Benneton y que a través de tramos con peaje gestiona buena parte de las autopistas de un país en el que diez puentes de han caído en menos de cinco años. La multa podría llegar a ciento cincuenta millones de euros. 

Por Ricardo Abdahllah / Génova

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