Pecados capitales

El historial de concubinas, estudiantes ambiciosas y “acompañantes” que han adornado la vida política estadounidense es largo. Desde los tiempos de George Washington varios políticos han tenido aventuras.

Angélica Lagos Camargo
14 de marzo de 2008 - 06:43 p. m.

Eliot Spitzer no es el primer político estadounidense que en un acto de contrición público confiesa sus aventuras sexuales. Varios legisladores, alcaldes, presidentes y políticos de todos los niveles se han visto involucrados en complicados enredos de sábanas. En escenarios tan variados como lujosos hoteles, recónditas oficinas públicas y hasta baños de aeropuertos han sido protagonistas de furtivos encuentros.

Lo grave es que la mayoría de estas aventuras clandestinas ha salido a la luz pública y ha puesto en evidencia la verdadera esencia de estos mojigatos personajes que posan como guardianes de la rectitud y basan su éxito político en la doble moral.

Elliot Spitzer es el último caso. Su gusto por las prostitutas —a las que durante mucho tiempo persiguió y condenó— le salió caro: no sólo tuvo que reconocer ante el mundo que gastó más de $80.000 dólares en ellas, sino que le tocó renunciar a uno de los cargos más importantes del país. Ahora su brillante carrera —que construyó sobre la defensa de la honradez y la legalidad— se fue a la basura.

“Esta es una sociedad muy hipócrita. Nadie dice nada sobre las políticas que Bush aprueba ni por la guerra en Irak, pero sí hay editoriales, artículos de página entera, blogs y todo tipo de programas dedicados a discutir las debilidades humanas de un político. Todo esto es parte del juego de Washington: mostrarse sin pecado, con vidas perfectas para después caer estrepitosamente”, explicó Bev Stov, experto en marketing político de Nueva York.

La combinación de sexo, poder y dinero siempre ha rodeado los altos círculos sociales de Washington. Antes de Ashley Dupré, la prostituta que tumbó a Spitzer, apareció en Washington Deborah Jeane Palfrey. Esta mujer, más conocida como “La Madame de Washington”, era la dueña del servicio de acompañantes más reputado del país.

En medio de un juicio que se le adelantaba por prostitución, “Madame” amenazó con hacer pública la lista de sus clientes VIP. Tembló en Washington y muchos honorables políticos se movieron para evitar el escarnio público. Sin embargo, el escándalo cobró una víctima: David Vitter, senador por Louisiana y defensor a ultranza de la fidelidad y los valores familiares. Con cara de arrepentimiento, Vitter confesó que había contratado “masajistas” por $297 dólares durante varios años.


Y mientras Vitter hacía su respectivo “mea culpa”, se ponían al descubierto los “pecadillos” del congresista de Florida, Bob Allen, quien ofreció sexo oral a un desconocido en un baño público. Este político, casado y con una hija, fue quien propuso la ley que restringiera el sexo en lugares públicos en Florida.

Historia patria

La relación entre la política y el sexo ha sido histórica en Estados Unidos. Hace varios años, el ex secretario de Estado Henry Kissinger hizo célebre aquella frase que decía: “El poder es el afrodisiaco absoluto”. Se refería al historial de amantes, concubinas, estudiantes ambiciosas y “acompañantes” que han adornado la vida política estadounidense. Según la historia de ese país, casi todos los mandatarios han tenido una incontrolable debilidad por las faldas. Sólo Richard Nixon, Jimmy Carter, Gerald Ford, Ronald Reagan y los dos Bush han estado exentos de este tipo de enredos.

Una reciente investigación mostró que desde el nacimiento del país, el escándalo ha rodeado a las figuras políticas. El presidente George Washington cometió adulterio con una mujer casada. En esa época la infidelidad estaba tipificada como un delito en la Constitución. Thomas Jefferson se caracerizó por tener una pasión desbocada. Sus amigos le temían porque sus mujeres terminaban entre sus sábanas. Su promiscuidad lo llevó a enredarse con una de sus esclavas con la que tuvo siete hijos, que nunca reconoció. Franklin Roosevelt protagonizó un episodio un poco más rosa. Mantuvo una prolongada relación con la ex secretaria de su esposa, Lucy Mercer. Fue descubierto infragantti  por Eleanor, su mujer, sin embargo mantuvo el romance durante casi toda su vida.

En la lista de inquilinos de la Casa Blanca se destaca la agitada vida sexual del presidente John F. Kennedy (1961-1963), a quien se le adjudicaron decenas de amantes, prostitutas de lujo y aspirantes a actrices como la famosa Marilyn Monroe. A Lindon Johnson (1963-1969) le gustaba competir por el número de amantes que tenía. Cuentan que fue una estudiante, con la que vivía un tórrido romance, la que no le permitió poner fin a la Guerra de Vietnam.

Sin embargo, el caso más célebre es el del ex presidente Bill Clinton con la practicante Mónica Lewinsky. Llama la atención que quien promoviera el juicio contra Clinton por “conductas inapropiadas”, estuviera viviendo una situación parecida. Reveló la prensa que mientras se rasgaba las vestiduras y pedía a voz en cuello la renuncia del entonces presidente, el representante republicano y vocero del Congreso, Newt Gingrich, mantenía un affair con Callista Bisek, una auxiliar del Congreso con la que terminó casándose luego de divorciarse de su esposa.

Más vergüenzas

Los políticos han llegado a la desfachatez de incluir a sus amantes en la nómina laboral. Wayne Hays, líder demócrata de Ohio, quedó al descubierto hace unos años cuando se supo que había contratado a su amante Elizabeth Ray como su secretaria. Fue ella quien lo confesó:  “Estoy aquí por otras razones. Yo no soy secretaria, no sé escribir a máquina, tampoco archivar, ni siquiera contestar el teléfono”...


Estas actitudes sexuales transgresoras de los políticos, sin embargo, no son exclusivas de Estados Unidos. “Todos los hombres poderosos tienen conductas parecidas. Lo que pasa es que en EU se escandalizan con los placeres privados de los gobernantes y se los cobran caro”, explica Stov.

La lista de los que más caro han pagado sus “pecados” es larga. Mark Foley, un republicano católico, no sólo tuvo que aceptar públicamente que acosó a dos jovencitos sino que debió reconocer su homosexualidad. La paradoja de esta historia es que Foley fue presidente del Comité contra la Explotación de Menores, y destacó por su férrea lucha contra los pederastas. Su carrera quedó destruida. Al gobernador de New Jersey, James E. McGreevey, lo obligaron a dejar el cargo cuando se supo que tenía una aventura gay.

Por cuenta de una relación extramatrimonial con Donna Rices, las aspiraciones de Gary Hart para ser el candidato a la Presidencia por el Partido Demócrata en 1988 se desvanecieron. Unas fotografías de su amante llegando a hurtadillas a su casa en la noche acabaron con su profesión.

Otros casos han tenido componentes de novela policial. Quién no recuerda el caso del representante demócrata Gary Condit, cuya amante, Chandra Levy, fue encontrada muerta. O cuando la amante de Ted Kennedy perdió la vida en el auto del senador. Eso sin hablar del caso de Don Sherwood, quien tuvo un desliz con una inmigrante ecuatoriana. Todo se supo cuando ella llamó a la policía por violencia doméstica.

Lo cierto es que cada escándalo de cama en Estados Unidos supera al anterior en espectacularidad y morbo. ¿Por qué? Ya lo dijo el director de cine Woody Allen: “Sólo existen dos cosas importantes en la vida: la primera, el sexo; la segunda, no me acuerdo”.

De políticos y sus debilidades

Bill Clinton

Presidente (1993-2991)

Los deslices de Clinton son muy conocidos. Gennifer Flowers y Paula Jones, entre otros. Fue el primer presidente acusado de acoso sexual y también el primero en ser investigado por “conducta inapropiada” por su relación con Monica Lewinsky. Se le adjudican entre siete y ocho adulterios. Hay otros que son rumores.

John F. Kennedy

Presidente (1961-1963)

Marilyn Monroe fue solamente una de tantas amantes de JFK. Las también actrices Jayne Masfield y Angie Dickinson, la reina de la belleza Inga Avard Fejos y todo un elenco de azafatas, secretarias, abogadas, strippers y prostitutas, pasaron por la cama del presidente. Su debilidad por las faldas era muy famosa.

George Washington

Presidente  (1789-1797)

El primer desliz lo cometió en el siglo XVIII el mismísimo George Washington, que tuvo una relación extramatrimonial con su vecina. Estaba casado con Martha Dandridge, quien se enteró de la infidelidad de su marido, pero prefirió callar pues esto estaba tipificado en la Constitución como un grave delito.

Elliot Spitzer

Gobernador de Nueva York (2006-2008)

Spitzer, de 48 años de edad, casado con tres hijas adolescentes, renunció luego de revelarse que gastó decenas de miles de dólares para contratar prostitutas de lujo. El escándalo conmovió al estado, donde Spitzer fue elegido 14 meses atrás con una imagen de hombre intachable y luchador anticorrupción.

Por Angélica Lagos Camargo

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