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Pepe Mujica dice adiós al Parlamento en Urugay

El expresidente uruguayo José Mujica (2010-2015) renunció este martes a su escaño en el Senado y se retiró así definitivamente de la política activa.

20 de octubre de 2020 - 03:58 p. m.
El expresidente dice adiós a su escaño en el senado de Uruguay.
El expresidente dice adiós a su escaño en el senado de Uruguay.
Foto: Agencia EFE

La pandemia de coronavirus precipitó la decisión del exmandatario de 85 años, que padece una enfermedad inmune. “Esta situación me obliga, con mucho pesar por mi honda vocación política, a solicitar que gestione mi renuncia a la banca que me otorgó la ciudadanía”, escribió Mujica en una carta leída este martes en sesión extraordinaria del Senado.

“Esto no significa el abandono de la política sino el abandono de la primera fila por entender que un dirigente es el que deja gente que lo supera con ventaja. Me voy agradecido, con muchos recuerdos y honda nostalgia. Me ha echado la pandemia”.

Junto a él se despide Julio María Sanguinetti, otro expresidente de Uruguay y rival político de Mujica. Uno defensor de la izquierda, otro conservador de derecha, pero ambos contrincantes con peso en la actualidad pese a la edad.

Quizá el destino, pero fundamentalmente la terquedad de estos dos personajes históricos para no querer abandonar la actividad en la que militan desde que tienen uso de la memoria, hizo que decidieran dar un paso al costado y abandonaran juntos, en una misma sesión, su escaño en el Senado tras décadas vinculados a la política.

Ver más: Pepe Mujica dice que se retira de la política por “cuestión de edad”

Mujica, de guerrillero a presidente

Su atuendo informal, su forma de vida austera, los discursos filosóficos y el pasado de armas hasta llegar al sillón presidencial son parte de las características que definen a Mujica y que han generado que su apellido sea considerado uno de los más influyentes de los últimos tiempos en Latinoamérica.

Pese a sus años y sus constantes exabruptos, Mujica sigue generando una masa de seguidores única en Uruguay y es el senador más votado de la lista más votada -el Movimiento de Participación Popular (MPP), sector que integra el Frente Amplio (FA, izquierda)-.

Su vida estuvo marcada desde joven, al unirse en la década del 60 al grupo guerrillero Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros (MLN-T), que batalló en guerrilla -en épocas en las que aún había democracia en Uruguay- y fue derrotado en 1972.

Con la llegada de la dictadura cívico-militar (1973-1985), Mujica fue encerrado en condiciones inhumanas, torturado y aislado de casi todo tipo de comunicación por 12 años.

Una vez restablecida la democracia, el MLN-T abandonó las armas y se unió al FA -fundado en 1971- en 1989. Con los años, la popularidad de Mujica, su particular historia y especial carisma catapultaron al sector como el de mayor convocatoria. El FA llegó al poder en 2005 de la mano de Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020) y, cinco años más tarde, Mujica consiguió la Presidencia.

En su gobierno su imagen recorrió el mundo, se lo catalogó como “el presidente más pobre del mundo” por vivir en una finca y donar su sueldo a un plan de vivienda.

Sus discursos en ámbitos internacionales y las leyes aprobadas -matrimonio igualitario, legalización del aborto y marihuana legal- le dieron gran resonancia al país fuera de fronteras.

Sanguinetti, el artífice de la coalición

De diferente perfil a Mujica, más estructurado, elocuente y académico para hablar, con un aspecto también particular -sobre todo por su características cejas que han sido objeto de caricaturas e ilustraciones- Sanguinetti ha sido un actor clave en la democracia uruguaya.

Este historiador, escritor, abogado, pero, sobre todo, político de raza, fue el primer presidente electo tras la dictadura y gobernó Uruguay en dos periodos: 1985-1990 y 1995-2000.

Desde su sector, Batllistas, ha liderado al histórico Partido Colorado (PC-centroderecha) y es uno de los personajes más influyentes. Con su carácter y liderazgo político llevó adelante una primera presidencia en la que la sociedad uruguaya aún se encontraba con las heridas frescas por la dictadura de 12 años que azotó al país.

Tras el derrumbe político del PC a comienzos del siglo XXI, fundamentalmente tras la crisis del 2002, Sanguinetti dejó la política “formal”, aunque constantemente hacía apariciones públicas. Sin embargo, para las últimas elecciones internas sus compañeros de partido fueron a buscarlo y le pidieron que volviera a calzarse los botines de la política para ayudar a levantar un partido que, en las encuestas, estaba en el olvido.

Aunque no logró vencer a Ernesto Talvi en esa instancia electoral, Sanguinetti sacó a lucir su capacidad negociadora, los pergaminos que lo colocaron en la historia como un político de pura cepa y fue el artífice y motor del acuerdo entre cinco partidos que permitió la coalición multicolor que gobierna el país bajo la Presidencia de Luis Lacalle Pou.

Ver más: El letrero que Pepe Mujica colgó en su puerta por la pandemia

Quién se va sin que lo echen...

¿Realmente es el fin de la vida política de Sanguinetti y Mujica? Esa incógnita solo podrá ser respondida más adelante ya que los hechos han demostrado que ninguno soporta mucho tiempo fuera de la actividad que los ha definido.

Sanguinetti se había retirado de la política formal, ya no iba a ser candidato, pero volvió con todo en 2018 y desde ahí se plantó en la escena política como en sus mejores años.

Mujica, quien en 2018 también renunció al Senado para descansar tras “su largo viaje” de la vida, también volvió a la escena para intentar ayudar al FA a ganar las elecciones de 2019 -algo que finalmente no consiguió-.

Ahora, los dos expresidentes cuyas vidas políticas han sido paralelas, contrapuestas pero complementarias, renuncian juntos. Un poco por la pandemia -ya que ambos son población de riesgo-, tal vez también por cansancio y por dar cierre definitivo a una etapa.

A pesar de todo, es probable que estos dos viejos lobos, el guerrillero y el académico, el de casa pequeña y el intelectual de cejas grandes, todavía tengan mucho por vivir, ya que, desde el principio hasta el fin de sus días, ambos serán políticos.

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