¿Por qué 2017 fue el mejor año en la historia de la humanidad?

La lucha contra el analfabetismo, el hambre y la pobreza son apenas unas de las áreas donde se han logrado importantes avances.

Nicolas Kristof/ New York Times
14 de enero de 2018 - 08:00 p. m.
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Todos sabemos que el mundo se dirige a su fin. Dado el aumento del riesgo de la guerra nuclear con Corea del Norte, la parálisis en el congreso, las guerras en Yemen y Siria, las atrocidades en Birmania y un presidente estadounidense que podría estar enloqueciendo, podrías pensar que 2017 fue el peor año de la historia.

Sin embargo, te equivocas. De hecho, 2017 quizá fue el mejor año en toda la historia de la humanidad.

Un menor porcentaje de la gente en el mundo sufrió hambre, pobreza o analfabetismo que en cualquier época anterior. Murieron menos niños que nunca antes. También disminuyó el porcentaje de personas desfiguradas por la lepra, cegados por el tracoma o que sufrieron de otras enfermedades.

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Necesitamos algo de perspectiva mientras vemos el circo de Washington, con las manos en la boca con expresiones de terror. Los periodistas nos enfocamos en las malas noticias —damos cobertura a aviones que se estrellan, no a los que despegan— pero el contexto del progreso global podría ser el suceso más importante de nuestros tiempos.

Todos los días, el total de personas en todo el mundo que vive en pobreza extrema (con menos de dos dólares al día) disminuye por 217.000, de acuerdo con cálculos de Max Roser, un economista de la Universidad de Oxford que dirige un sitio web llamado Our World in Data. Todos los días, otras 325.000 personas tienen acceso a la electricidad. Además, 300.000 más tienen acceso a agua potable.

Los lectores a menudo suponen que, debido a que doy cobertura a las guerras, la pobreza y los abusos de derechos humanos, debo ser alguien lúgubre, una persona deprimida que escribe. Pero de hecho soy alegre, porque he sido testigo del cambio transformador.

Hasta una época tan reciente como la década de 1960, la mayoría de los seres humanos siempre había sido analfabeta y vivía en pobreza extrema. Ahora, menos del 15 por ciento es analfabeta y menos del 10 por ciento vive en pobreza extrema. En otros 15 años, el analfabetismo y la pobreza extrema se habrán acabado en su mayor parte. Después de miles de generaciones, ahora somos testigos de su desaparición.

Tan solo desde 1990, las vidas de más de 100 millones de niños se han salvado gracias a las vacunas, los tratamientos para la diarrea, la promoción de los beneficios de amamantar y otras medidas sencillas.

Steven Pinker, el profesor de psicología de Harvard, explora los logros en un excelente libro que saldrá a la venta el mes próximo: “Enlightenment Now”, en el que relata el progreso en una gran gama de parámetros, desde la salud hasta las guerras, del medio ambiente a la felicidad, de los derechos igualitarios a la calidad de vida. “Los intelectuales odian el progreso”, escribe, refiriéndose a la renuencia de reconocer las conquistas, y sé que es incómodo enfatizar el progreso en una época de amenazas globales. Sin embargo, este pesimismo es contraproducente y simplemente empodera las fuerzas del retroceso.

El presidente Donald Trump llevó este pesimismo a la Casa Blanca. La idea de “Hacer que Estados Unidos sea grandioso de nuevo” profesa una nostalgia 

por un edén perdido. ¿Pero en serio? Si se refieren, digamos, a la década de 1950, en Estados Unidos había segregación, polio, estaban prohibidos los matrimonios interraciales, el sexo homosexual y el control natal. La mayoría del mundo vivía bajo dictaduras, dos tercios de los padres tenían un hijo que moría antes de los cinco años, y era una época de enfrentamientos nucleares, de esmog denso, guerras frecuentes, de ponerles límites a las mujeres y de la peor hambruna de la historia.

¿En qué momento de la historia preferirías vivir?

F. Scott Fitzgerald dijo que la prueba de la inteligencia de primer nivel es la capacidad de tener dos pensamientos contradictorios al mismo tiempo. Sugiero esto: el mundo está registrando un importante progreso, pero también enfrenta amenazas mortales. La primera creencia debería empoderarnos para combatir la segunda.

Claro, esta columna podría resultarte extraña. Quienes nos dedicamos a esto siempre estamos lamentándonos de todo, ¿y ahora te estoy diciendo que la vida es maravillosa? Se debe a que, la mayor parte del tiempo, con justa razón, nos enfocamos en las cosas que no van bien, pero también es importante de vez en cuando dar un paso atrás. Roser señala que jamás hubo un encabezado que dijera: “La revolución industrial está en marcha”, aunque esa fue la noticia más importante de los últimos 250 años.

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El otro día me visitó Sultana, una joven afgana proveniente del corazón del territorio talibán. La habían obligado a dejar la escuela primaria, pero en su casa tenía internet, así que aprendió inglés sola, después álgebra y cálculo con la ayuda de los sitios web Khan Academy, Coursera y EdX. Sin salir de su casa, siguió con la física y la teoría de cuerdas, sufrió dolores de cabeza con Kant y encima leía The New York Times; además, comenzó a enviarle correos electrónicos al distinguido astrofísico estadounidense Lawrence M. Krauss.

Escribí sobre Sultana en 2016 y, con la ayuda de Krauss y mis lectores, ahora está estudiando en la Universidad Estatal de Arizona, tomando clases de posgrado. Ella nos recuerda el aforismo de que el talento es universal, pero las oportunidades no lo son. El significado del progreso global es que ese tipo de talentos pueden florecer con más frecuencia.

Así que, desde luego, el mundo es un desastre peligroso; me preocupa sobre todo el riesgo de una guerra con Corea del Norte, pero también creo en dar un paso atrás una vez al año, más o menos, para señalar el progreso genuino… así como, hace un año, escribí que 2016 había sido el mejor año en la historia del mundo, y el año siguiente espero ofrecer noticias igual de buenas acerca de 2018. El suceso más importante en este momento no es un tuit de Trump, sino las vidas de los niños que se han salvado y grandes ganancias en materia de salud, educación y bienestar humano.

Prometo que habrá otros días de este año en los que me jalaré el cabello, gritaré y lloraré con indignación por todas las cosas que están mal, pero, hoy, no dejemos de lado lo que está saliendo bien.

Por Nicolas Kristof/ New York Times

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