¿Por qué aumenta en Suecia el apoyo a la extrema derecha?

Aunque el país escandinavo no es el único con tendencias nacionalistas y supremacistas, sí es una muestra del declive de las bases del liberalismo político en Occidente.

redacción internacional
17 de febrero de 2018 - 02:23 p. m.
La ola migrante desde 2010 ha incrementado la aceptación de discursos nacionalistas y supremacistas en la Europa Occidental y los EE.UU. / AFP
La ola migrante desde 2010 ha incrementado la aceptación de discursos nacionalistas y supremacistas en la Europa Occidental y los EE.UU. / AFP

El año pasado, la candidata francesa a la presidencia Marine Le Pen aseguró que 2017 sería el año del ”despertar de la Europa Continental”, luego de que partidos de ultraderecha en toda la región tomaran fuerza durante los últimos años, entre otras cosas, por la creciente ola migrante proveniente de países del norte de África y Oriente Medio.

El Frente Nacional, partido de Le Pen, marcó un discurso nacionalista, favoreciendo las protecciones y derechos que el Estado debe brindar a sus nacionales por encima de los extranjeros. Lea también: El racismo se aprende y por ende puede combatirse

El término “extrema derecha” está asociado a los tiempos de la Revolución Francesa. En dicha época, la “derecha alternativa” (alt-right) se refería “al lugar en que se sentaban las diferentes fuerzas en el parlamento francés”, asegura el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE), en un estudio sobre la ideología radical en los Estados Unidos en 2017.

En esta álgida época que marcó el comienzo de la democracia y el liberalismo moderno en Occidente, que cortó la autoridad del Antiguo Régimen monárquico y eclesiástico en Europa, los monárquicos y conservadores se sentaban a la derecha, los liberales, a la izquierda.

Más de doscientos años después, posicionarse a la derecha marca un lugar ideológico que vuelve a tomar fuerza, retomando algunos principios republicanos y nacionalistas.

Aunque el liberalismo económico y político tuvo un gran auge en toda Europa los países escandinavos han sido la bandera de la Ilustración durante el último siglo.

Hasta entrada la década de 2010 cuando empezó a marcarse un fuerte desprecio hacia los extranjeros que ascendió con la acogida de cerca de 160.000 migrantes, en su mayoría africanos, que llegaron en 2015.

Y es que sorprende que el tema de la “blancura” permanezca en el discurso de los europeos más progresistas.

“La blancura es un simbolismo de preservación” y lo sigue siendo en Occidente, dice a la BBC Jonathan Leman, investigador de la fundación antirracista Expo.

El hecho de que muchos de los ataques terroristas de los llamados “lobos solitarios” en Europa hayan sido perpetrados por personas de otras razas distintas a los caucásicos incrementa la percepción de que los migrantes son el problema, en un país con el 90% de los 10 millones de sus habitantes de raza blanca.

Aunque sería impreciso decir que la causa directa de la criminalidad en Europa y el terrorismo es por cuenta de los migrantes, sí existe una correlación en Suecia entre el incremento de los crímenes con armas en regiones donde llegaron migrantes, asegura la BBC. Lea también: Un muerto en violenta manifestación de derecha radical en EE.UU.

Sin embargo, el mismo medio inglés también asegura que en ciudades como Malmö  la violencia ha tenido un descenso desde antes de 2010. Y aunque existen focos de criminalidad esto no es ni de todo provocado por los inmigrantes ni es la generalidad en Suecia.

Pero estos ingentes focos han sido usados como propaganda incendiaria por grupos supremacistas blancos para aumentar su influencia en la política del país.

Lea también: El terror es tener que migrar 

"Vimos un gran número de personas llegando, lo que hizo pensar a un amplio grupo de la sociedad sueca que esto era un error. Al mismo tiempo, en Suecia hubo un incremento del crimen", dice Christian Christensen, profesor de la Universidad de Estocolmo al portal británico.

Uno de los líderes con una influencia creciente es Daniel Friberg, quien también tiene vínculos con algunos de los que impulsaron la campaña presidencial de Trump en los EE.UU.

"Daniel Friberg tiene un gran historial en la extrema derecha en Suecia. En los años 90 fue un miembro activo de grupos neonazis. Una década después trató de introducir el movimiento identitario", asegura Jonathan Leman.

Friberg no niega sus filiaciones con la extrema derecha, pero dice que es erróneo identificarlo con el neonazismo.

Como sea, la ultraderecha sigue ganando terreno en Europa. El partido antinmigrante Demócratas Suecos tuvo el 20% de apoyo en una encuesta realizada en septiembre. Esto también ha disminuido las solicitudes de refugio por la xenofobia y el desprecio a la que se pueden enfrentar los extranjeros. De 60.000 solicitudes en 2015, bajaron a 25.000 el año pasado.

Suecia no es el único lugar con este crecimiento supremacista acelerado, la tendencia es mundial. Sobre todo en países de Occidente que dicen defender los valores de fundación de la Ilustración. 

Este año, Suecia elegirá a los parlamentarios del Riksdag y a su primer ministro. La derecha de todo el mundo sabe la oportunidad que tiene de seguir incrementando su influencia y “recuperar” los valores de Occidente que, según muchos de ellos, se anclan en las costumbres asociadas al cristianismo y aun específico color de piel.

Sin embargo, es contradictorio que quienes dicen defender los valores más republicanos no se den cuenta que de hecho están destruyendo las bases mismas del liberalismo político, que impulsa la integración cada vez más amplia de esos "otros" que no están siendo contados en el círculo del “nosotros”.

Por cuenta de la migración, esferas académicas en Europa y Latinoamérica han replanteado la definición de democracia con la irrupción de otros colectivos e individuos que reclaman sus derechos en la sociedad. Lea también: El colombiano que marcha con el Ku Klux Klan

El famoso filósofo Jacques Rancière, por ejemplo, ha desmentido la idea de que la democracia sea reducida a consenso. De hecho, para el ilustre pensador, la democracia es siempre lo ingobernable, lo que constantemente irrumpe sobre el orden establecido, porque siempre hay alguien que reclamará igualdad de derechos.

Pretender entonces que un Estado representa lo universal de un pueblo es bordear los peligrosos límites de los totalitarismos. Y Occidente parece coquetear cada vez más con ese abismo.

Por redacción internacional

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