¿Por qué la oposición venezolana nunca ha despegado?

La Mesa de la Unidad Democrática, golpeada tras el triunfo de la Constituyente, debe elegir a los candidatos que la representarán en las elecciones regionales, previstas para octubre.

Mariangela Urbina Castilla
10 de septiembre de 2017 - 02:00 a. m.
La oposición venezolana no logró ponerse de acuerdo sobre su participación en las elecciones regionales. / EFE
La oposición venezolana no logró ponerse de acuerdo sobre su participación en las elecciones regionales. / EFE

Cuenta la leyenda que Irene Sáenz era tan inteligente, estereotípicamente bella y encantadora, que era la única con el potencial de ganarle las elecciones de 1998 a Hugo Chávez Frías. Había sido reina de belleza en 1961. Había estudiado ciencias políticas. Había fundado su propio partido. Había sido alcaldesa de Chacao y su gestión fue muy publicitada y alabada por la prensa. Pero surgió un problema: la apoyó un partido opositor. Y terminó sólo con el 3 % de los votos.

Así era el estado de las cosas cuando Chávez se lanzó a la Presidencia. Los partidos tradicionales estaban tan desacreditados que era mejor tenerlos lejos. Sáenz, entonces, cayó en las encuestas tan pronto la apoyó Copei, el partido socialcristiano que, junto con Acción Democrática, se configuraba como la gran fuerza política de Venezuela. “Los dos partidos se desconectaron de las bases populares, de las demandas ciudadanas, y fueron perdiendo apoyo popular”, explica Ronal Rodríguez, analista e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Chávez ganó con el 56 % de los votos en 1998, frente al 40 % del candidato Henrique Salas Romer, a quien Copei terminó soportando al final. No les sirvió de nada.

Una vez Chávez se montó en la Presidencia, ambos partidos se convirtieron en la oposición. “Es paradójico”, dice Rodríguez, “pero muchas de las grandes figuras de la oposición, como el mismo Leopoldo López, no tendrían el peso nacional e internacional que tienen de no ser por el chavismo”. Empezó a alimentarse una especie de mutualismo tóxico a partir del momento. El problema es que en esta relación, la oposición ha perdido todas las batallas.

La prueba es que, a pesar de más de 100 días de protestas ininterrumpidas, con costos altísimos para la imagen del Gobierno, los opositores aún no definen una ruta de trabajo. Y así, en medio de la confusión que dejan los múltiples esfuerzos sin resultados, llegan a las elecciones primarias de este domingo para escoger a los candidatos que representarán a la oposición en las elecciones regionales de octubre.

Las votaciones debían darse hace un año, pero el oficialismo las postergó excusándose en la crisis económica, al tiempo que llevaba a cabo unas elecciones para la Constituyente, esas sí en tiempo récord.

Por eso, alas radicales de la oposición, representadas por María Corina Machado y Antonio Ledezma, no están de acuerdo con participar en las elecciones, por considerarlas ilegítimas. Alegan que el Consejo Nacional Electoral (CNE) es una entidad cooptada por el Ejecutivo. “Se avala el fraude” y “si se inscriben quedarán solos”, aseguró Machado.

Figuras como Leopoldo López, quien primero estuvo casado con el discurso más radical, cambió de bando invitando a su gente a participar en las urnas. En este sector de la oposición reina la idea de que toda opción democrática debe ser tenida en cuenta.

“Por otro lado”, comenta Rodríguez, “para el régimen tampoco es fácil. Lo ponen en una encrucijada: si la oposición gana las gobernaciones, pues se queda con ellas, y si pierde, va a alegar que es fraude”.

Por eso mismo, Maduro y sus constituyentes se inventaron una “comisión de la verdad” que determina quiénes son los opositores que pueden participar. Si la Constituyente decide que un opositor no tiene buena conducta, porque alentó las marchas o la violencia, queda inhabilitado. Así, algunas de las figuras más visibles de la oposición no tendrán chance de ir a las urnas y candidatos poco conocidos se enfrentarán a figuras enormes del chavismo. Si el oficialismo no la tiene fácil, la oposición tampoco.

Maduro y su equipo les han cerrado los caminos y competir con un gobierno que tiene al Estado de su lado parece una labor titánica.

“La oposición subestimó a Maduro”, agrega Federico García Naranjo, historiador. “No quisieron participar en la Constituyente porque creían que nadie iba a salir de votar. Cuando vieron los resultados, con más de ocho millones de votos, no supieron reaccionar. Y ahora difícilmente podrían ganar”.

Primera gran batalla opositora

A comienzos de los 2000, a la oposición se sumaron dos sectores que suelen estar contrapuestos: los gremios y los sindicatos.

“Después de las elecciones del 2000 (en las que Chávez resultó vencedor sobre Francisco Arias, luego de haber modificado la Constitución en 1999), la oposición empieza a pensar en salidas no democráticas”, cuenta Rodríguez.

La figura más destacada del intento de golpe fue Pedro Carmona, quien era el director de Fedecámaras, algo así como la Andi. De ahí viene la teoría del oficialismo según la cual la crisis económica y la escasez de víveres son culpa de la oposición, porque eran ellos quien para comienzos de la década controlaban la importación de alimentos al país. Los militares, al final, se mantuvieron fieles a Chávez, el golpe fracasó y Carmona viajó asilado a Colombia.

La oposición ve la luz

Era su mejor época. Chávez estaba más cómodo que nunca, después de tantas victorias y, de paso, con el precio del petróleo a su favor: casi a US$170 el barril. Maduro actualmente tiene que lidiar con precios que oscilan alrededor de los US$50.

Pero Chávez no tuvo en cuenta los efectos mediáticos que produjo el cierre de Radio Caracas Televisión en mayo de 2007. Ese gobierno que se preciaba de respetar la libertad de expresión, y en efecto era reconocido por hacerlo, de pronto perdió con esto muchos puntos. Los estudiantes salieron a las calles a protestar, exigiendo respeto por la prensa. “Chávez nunca supo cómo manejar a los estudiantes”, dice Rodríguez. Los amenazó con cárcel si seguían en las calles.

La gente, entonces, lo castigó en el semestre siguiente, cuando quiso aprobar una nueva Constituyente. “El elector chavista se ha abstenido de votar, permitiendo que gane la oposición cuando no está de acuerdo con el Gobierno. Es un elector formado”, comenta García. Fueron las únicas elecciones que perdió Hugo Chávez.

Eso, por fin, le dio un aire a la oposición, que determinó que debía unirse para darle la pelea al chavismo. Nació la Mesa de Unidad Democrática, que tras la muerte de Chávez adquirió protagonismo. El nuevo candidato para enfrentar, esta vez a Nicolás Maduro, fue Henrique Capriles.

Maduro ganó por una diferencia muy ajustada y la oposición alegó fraude. Pero Capriles terminó por reconocer el resultado, pues no estaba dispuesto a sacar a su gente a la calle y generar violencia.

Entonces perdió peso entre los suyos.

Ahora, con sus figuras más visibles en la cárcel y con otras inhabilitadas, la oposición tiene de nuevo una cita con las urnas. Decidieron presentarse por separado. Eso significa que cada partido, a pesar de los esfuerzos de unidad, llevará su propio candidato.

Por Mariangela Urbina Castilla

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