¿Por qué Macedonia quiere cambiar de nombre?

Grecia y Macedonia firmaron un acuerdo para cambiar el nombre al Estado macedonio, y, potencialmente, entrar en una era de paz. Detrás hay una larga y complicada historia que divide a los dos países.

Alfred Davies
22 de junio de 2018 - 10:00 p. m.
Alexis Tsipras (d), primer ministro de Grecia, y su homólogo macedonio, Zoran Zaev (i).  / AFP
Alexis Tsipras (d), primer ministro de Grecia, y su homólogo macedonio, Zoran Zaev (i). / AFP
Foto: AFP - SAKIS MITROLIDIS

En el marco pintoresco del lago Prespa, el domingo 17 de junio, Grecia y Macedonia firmaron un acuerdo que podría dar inicio a una nueva era de paz en la región balcánica, tras casi tres décadas de tensiones sobre el simbolismo del Estado macedonio.

El acuerdo, si es ratificado, cambiará el nombre de Macedonia a República de Macedonia del Norte, en un intento de poner fin a estas tensiones de identidad. Desde que la República de Macedonia proclamó su independencia, tras el colapso de Yugoslavia en 1991, los griegos se han opuesto al nombre elegido de la nueva nación porque creen que detrás del nombre y su bandera se esconden deseos de expandir el territorio macedonio.

Las afirmaciones de los griegos se basan en el hecho de que existe una región griega llamada Macedonia, que tiene una bandera muy parecida.

Atenas también asegura que el nombre es una forma de apropiación del Reino de Macedonia, un Estado de la antigua Grecia, dirigido por Filipo II y, más tarde, por su hijo Alejandro Magno. En los años 90 las tensiones estaban tan altas que en 1994 Grecia implementó un embargo comercial en contra de su país vecino.

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El primer ministro griego Alex Tsipras, afirmó que el acuerdo es “patriótico, mutuamente beneficioso y respeta los valores fundamentales de las dos partes”. Su homólogo macedonio, Zoran Zaev, quien llegó a la ceremonia en una lancha a motor, aseguró que la firma del acuerdo es una “fecha histórica” que “mueve montañas”. Zaev agregó: “Nuestros pueblos quieren paz (…). Seremos colaboradores y aliados”.

Los ministros de Asuntos Exteriores de ambos países firmaron el acuerdo al sonido de sonoros aplausos en la orilla del lago situado en la frontera de Macedonia, Grecia y Albania. La ratificación de trato permitiría a Macedonia adherirse a la Unión Europea y a la OTAN, un camino que, hasta ahora, había sido bloqueado por Atenas.

No obstante, la ratificación podría resultar difícil. En Macedonia, cuyo Parlamento ratificó ayer el trato alcanzado con Grecia, habrá un referéndum sobre el cambio de nombre en septiembre u octubre. Grupos nacionalistas de línea dura en ese país se oponen al cambio y la oposición conservadora ya advirtió que pedirá el no. El presidente, Gjorge Ivanov, quien puede vetar el trato (no definitivamente) tampoco respalda el acuerdo. La Constitución establece que después de la segunda votación en el Parlamento, el presidente “está obligado” a firmar una ley. Al principio del año, Ivanov ya rehusó firmar una ley que convertía el albanés en segunda lengua oficial, a pesar de que el Parlamento votó dos veces a favor de esta norma.

“Tenemos un acuerdo que define claramente nuestra identidad, nuestra lengua macedonia para siempre", declaró Zoran Zaev para exhortar a los diputados a aprobar el acuerdo”.

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Skopje también tendrá que hacer más de 150 cambios en su Constitución antes de que el trato pueda ser ratificado en el Parlamento griego. La situación política en Grecia, igualmente, podría conllevar complicaciones; un día antes de la ceremonia, el primer ministro Tsipras sobrevivió a una moción de censura dirigida por sus oponentes nacionalistas.

El asunto despierta muchos sentimientos en las dos naciones. La noche de la ceremonia, la policía macedonia usó gas lacrimógeno durante demostraciones violentas en Skopje, y la policía griega también recurrió a esta medida cuando aproximadamente 500 protestantes con banderas griegas se acercaban a la ceremonia en la frontera.

Para algunos en Grecia, este aspecto de su historia sigue siendo muy importante. Comentaristas han anotado que ciertos políticos han usado el simbolismo asociado con el nombre de Macedonia para generar una forma de ultranacionalismo en Grecia. Hace tres años, el partido neonazi Amanecer Dorado se convirtió en la tercera fuerza política de ese país. El aumento del ultranacionalismo se ve reflejado en la opinión pública: una encuesta publicada por el periódico Proto Thema, días antes de la ceremonia, reveló que el 68 % de los griegos se oponen al acuerdo mutuo que incluye el término ‘Macedonia’.

No obstante, ciertos griegos se han burlado de la importancia que ciertos aspectos de la población le proporcionan a la disputa con el anciano Estado yugoslavo. En febrero de este año, más de 13 mil personas se unieron a un evento de Facebook en el que convocaban a “protestas” por el nombre de Trípoli en Libia. Resulta que también existe una ciudad griega llamada como la capital libia. Al otro lado de la frontera, las demostraciones violentas también son quizás el reflejo de políticos ultranacionalistas en el país. Como parte de un proyecto que enfureció a Atenas, el gobierno del exprimer ministro macedonio Nikola Gruevski (2006-2016) renombró al aeropuerto de Skopje como ‘Aeropuerto Internacional Alejandro Magno’, además de levantar una estatua gigante de la figura histórica en la capital.

El actual mandatario Zoran Zaev ha empezado a deshacer el proyecto; el aeropuerto ya se llama el ‘Aeropuerto Internacional de Skopje’, mientras que ha prometido desmontar la estatua, en un acto de benevolencia hacia el gobierno griego.

El nuevo nombre tan solo podrá entrar en vigor una vez concluido todo este proceso. Pero Macedonia no sería el primer país en cambiar su nombre, y hay una variedad de razones detrás de estos cambios. República Checa, que adoptó ese nombre a comienzo de los años 90, decidió en 2016 reducir su topónimo a Chequia, por razones de marketing. Como varios países bajo el Imperio británico, Sri Lanka llevaba otro nombre. Se llamaba Ceilán hasta 1948. La República Democrática del Congo se convirtió en la primera nación subsahariano en competir en un Mundial en 1974, pero en este momento se conocía como Zaire, el nombre del país durante la dictadura de partido único de 1971 a 1997.

El día de la ceremonia, en el lago Prespa, fue el 79 cumpleaños de Matthew Nimetz, el diplomático estadounidense que ha dedicado 23 años de su vida a arreglar este asunto. Nimetz calificó la firma del acuerdo como su ‘mejor regalo’.

Queda aún mucho por resolver. Sin embargo, Nimetz esperará que Grecia y Macedonia puedan superar sus situaciones políticas nacionales para ratificar el acuerdo y, finalmente, entrar en una nueva era de paz y colaboración.

Por Alfred Davies

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