¿Por qué Nigeria elige a los peores candidatos?

Dos aspirantes septuagenarios luchan hoy por convertirse en el nuevo presidente del gigante africano, hundido en una crisis económica y de seguridad. Uno tiene denuncias por corrupción, y el otro ha demostrado ser incompetente en el cargo.

Camilo Gómez Forero / @camilogomez8
16 de febrero de 2019 - 02:00 a. m.
Los seguidores del presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, manifiestan su apoyo para una reelección .  / AFP
Los seguidores del presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, manifiestan su apoyo para una reelección . / AFP

Han pasado cuatro años desde las últimas elecciones en Nigeria y nada parece haber cambiado en la primera potencia petrolera de África y el territorio más poblado de todo el continente. De hecho, todo indica que las cosas han empeorado. Pese a las múltiples promesas del actual presidente nigeriano, Muhammadu Buhari, ganador de los comicios presidenciales de 2015, la nación se ha sumido en una grave recesión económica que ha golpeado en gran medida a la población, el grupo terrorista Boko Haram continúa con sus amenazas en el norte y ahora el país afronta una creciente lucha étnica. A pocas horas de ir a las urnas, la policía halló 66 cadáveres justo en el estado de Kaduna.

“El mandato de Buhari como presidente comenzó en lo alto. Se ganó numerosos admiradores al arrestar a varios exfuncionarios públicos corruptos. De manera más prominente, solo unos meses después de asumir el poder en mayo de 2015, su gobierno ordenó el arresto del exasesor de seguridad nacional, Sambo Dasuki, quien fue acusado de supervisar el desperdicio de fondos que debían destinarse a reforzar el arsenal del ejército en la lucha contra Boko Haram”, dice Fisayo Soyombo, periodista y escritor nigeriano.

Aunque el gobierno de Buhari parecía que iba a llevar a Nigeria por el buen camino, la esperanza empezó a desmoronarse y el presidente, que había llegado a su cargo con una poderosa campaña anticorrupción, decepcionó a su pueblo. Buhari mostró que sus castigos estaban dirigidos solo a los miembros de la oposición, pues dejó pasar varios delitos perpetrados por sus copartidarios. Formó un gabinete que se concentró en la situación en el norte del país, invisibilizando los problemas de la región sur y agrandando una lucha étnica. Fue incapaz de reactivar la economía nacional, en la que durante su primer período de gobierno se despreció el Naira (la moneda nigeriana), se desplomaron empresas y se disparó el desempleo. Los más beneficiados de su política económica fueron los nigerianos de la élite adinerada. Le puede interesar: Nigeria, el país más poblado (y pobre) de África

Pero la promesa que más desilusionó a los nigerianos fue la de contener la amenaza de Boko Haram, que ha reactivado los ataques contra la población. “El país nunca ha sido tan inseguro e incompetentemente manejado. El gobierno fue tan malo, que en un momento los jefes de seguridad del presidente se enfrentaron entre sí para tomar decisiones de la guerra mientras Buhari no pestañeaba”, escribe el reportero Modiu Olaguro. Además, la administración de Buhari dejó de lado otros desafíos de seguridad. “Buhari permitió que la crisis de los pastores y agricultores se pudriera durante demasiado tiempo. Los nigerianos son asesinados todos los días en diferentes circunstancias”, opina el escritor Simon Kolawole. Aun así, en medio del desencanto, Buhari busca un segundo período presidencial. Lea también: ¿Por qué pastores y granjeros se matan en Nigeria? 

Este sábado los nigerianos saldrán a las urnas a elegir entre la continuidad del actual mandatario o la llegada de su principal opositor, Atiku Abubakar, un millonario empresario que fungió como vicepresidente entre 1999 y 2007. “En 2015 pensábamos que Buhari haría buenas cosas, pero nos ha decepcionado”, declara el ciudadano Dosu Akanji, quien dice que votará por Abubakar.

Atiku, como es conocido entre los nigerianos, hizo una fuerte campaña para reactivar la economía del país, a la que bautizó “Make Nigeria Work Again” (Hagamos que Nigeria trabaje de nuevo). Aunque Abubakar parece ser la promesa del cambio, las denuncias sobre corrupción ciernen sobre su campaña, y él mismo reconoce que es el mayor obstáculo para ganar las elecciones. Nunca ha sido condenado por este delito, pero su carrera ha estado plagada de acusaciones, desde sus días como oficial de Aduanas hasta su tiempo como vicepresidente. Sin embargo, su oscuro pasado como funcionario corrupto parece no importarles a sus seguidores.

“Cada mañana rezo para que Dios nos traiga a Atiku”, asegura Tonnoyi Gowono, un comerciante nigeriano de 37 años que cree que el candidato empresario es “mejor en los negocios” de lo que puede ser el actual mandatario, un exgeneral del ejército. Para muchos, como Gowono, Dios cumple un papel fundamental en las elecciones, pues Nigeria es uno de los países más religiosos del mundo (50,4 % musulmanes; 48,2 % son cristianos). “Dios ya ha elegido al vencedor. Nosotros nos limitamos a confirmarlo con nuestros votos”, asegura Ahmad Ado Hasa, una joven costurera de Kano, en el noroeste del país, y quien deja en evidencia uno de los grandes retos para estas elecciones: la corrupción.

La compra de votos es una práctica habitual en Nigeria. Los ciudadanos venden su sufragio hasta por 2.000 naires, lo que equivale a unos cinco euros. “Todos los políticos lo hacen. Por eso no se denuncian entre ellos. Salvo tras la proclamación de los resultados, cuando el que pierde va a quejarse de las trampas del otro”, lamenta un agente de la Comisión Nacional Electoral Independiente. “Si me ofrecen dinero, lo tomo. No es un crimen, porque de todas formas es nuestro dinero. Nos lo están devolviendo”, se justifica Hasa. Le recomendamos: Las niñas de la guerra en Nigeria

La política nigeriana ha apartado a las mujeres como Hasa, pues las candidatas que compiten por escaños en el Legislativo son amenazadas y obligadas a ceder sus cargos. La directora del Fondo Fiduciario de Mujeres de Nigeria, Mufuliat Fijabi, advierte que este año la situación será peor, pues algunos partidos declararon que sienten que las mujeres no pueden ganar las elecciones y las presionaron para que renunciaran o las sacaron de las listas de forma irregular. “Querían asustarme, pero no me rendí”, advierte Zainab Sulaiman Umar, una joven de 26 años que compite por un lugar en la Cámara.

Además de los ataques y violaciones a los derechos humanos, ellas se enfrentan a un gran reto en el país: la educación. El secuestro de un centenar de niñas en una escuela a manos de Boko Haram, del que Amnistía Internacional denuncia que el Ejército nigeriano estaba advertido, le dio un golpe a la educación de las mujeres. “Ya es un trabajo muy difícil persuadir a los padres en el noreste para que permitan que sus hijas vayan a la escuela. ¿Cómo convencer a los padres para que dejen a sus preciosas joyas de nuevo? Las posibles médicas, enfermeras, contadoras y esteticistas estarán demasiado asustadas para ir a la escuela. Terminarán como vendedoras ambulantes o novias”, advierte Kolawole, quien reitera que el Estado no ha sido capaz de proteger a los niños.

Aunque la transición en 2015 fue pacífica, una respuesta violenta alerta a la población. Nigeria se prepara para una elección apretada entre Buhari y Abubakar, de 76 y 72 años respectivamente, quienes deberán enfrentar tres grandes retos: corrupción, economía y seguridad. Sin embargo, según Soyombo, ellos no ofrecen una esperanza para el pueblo nigeriano, que deberá escoger el sábado entre el menor de los males. “A pesar de la disponibilidad de algunas alternativas creíbles, entre ellas el activista Omoyele Sowore y los economistas Kingsley Moghaulu y Tope Fasua. La inexplicable aversión de los votantes nigerianos a dar una oportunidad a caras e ideas nuevas es la principal razón de este dilema sin esperanza”, dice Soyombo. “Está claro que la democracia nigeriana será la principal perdedora en las elecciones”, concluye.

Por Camilo Gómez Forero / @camilogomez8

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