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El viaje del secretario de Estado de la administración Trump, Rex Tillerson, a Moscú tiene lugar luego del ataque estadounidense contra una base aérea siria, la madrugada del 7 de abril, ordenado en respuesta a un ataque químico atribuido al régimen de Damasco que causó 87 muertos dos días antes en Jan Sheijun, en el noroeste de Siria. Rusia, que desmiente cualquier responsabilidad de Damasco en el supuesto ataque químico, denunció el bombardeo tachándolo de "agresión contra un Estado soberano". Pero hay varias cosas que complican al gobierno de Vladimir Putin. De acuerdo con versiones extraoficiales, se investiga una posible cooperación rusa con el ataque con arma química.
Según los voceros de la Casa Blanca, Tillerson llega al Kremlin con un mensaje: “O Trump o Bashar al-Asad”, una elección que Putin ya decidió hace muchos años. Siria ha sido un objetivo importante para Rusia. La alianza entre Moscú y Damasco data de los años 70 cuando Hafez al-Asad, padre del actual líder sirio, estaba al frente de la nación. Siria es la única nación de la antigua URSS donde Rusia conserva bases militares, que Putin ha dicho, “seguirán funcionando”. Analistas dicen que las buenas relaciones con Al-asad le permiten a Putin tener cierta influencia en Oriente Medio y el Mediterráneo.
¿Está Putin dispuesto a renunciar a eso? Quizás no. La guerra en Siria y las negociaciones de paz le permitieron al Kremlin volver al escenario internacional en una posición importante. Moscú ofreció su fuerza diplomática a Siria y ha aportado armamento. El gobierno de Putin, copreside junto a EE.UU. y la ONU los diálogos, un triunvirato que se ajusta al multilateralismo que siempre ha defendido Rusia. De hecho fue gracias a la intervención rusa que Al-asad se ha mantenido en el poder. Rusia defiende una transición de manera controlada (con elecciones y mesa de negociación) con el presidente en el poder.
Pero no es lo único. Otra de las razones para el fortalecimiento del lazo Rusia-Siria, de acuerdo con un análisis publicado por la revista The Atlantic, es “su preocupación compartida por contener el extremismo islámico en el mundo árabe y Afganistán, en incluso que se propague a las regiones y periferias musulmanas de Rusia. Siria se ha convertido en el punto cero de la estrategia de contención de Putin, y los rusos se apresuran a señalar el gran número de yihadistas chechenos que luchan allí. Putin, sin embargo, ve el régimen de Al-asad como un baluarte contra el extremismo, y ha abrazado una estrategia para derrotar el extremismo que comienza con el mantenimiento del mandatario en el poder. Por lo tanto, Putin ve la oposición de Al-asad y el Estado islámico como los obstáculos inmediatos a su estrategia de contención. Y, además: Mientras los yihadistas sunitas estén librando la guerra contra el régimen sirio, la amenaza que representan para la patria rusa disminuye”.
Agrega The Atlantic que, “esta causa común contra los sunitas ha permitido a Irán y Rusia forjar profundos lazos militares y de inteligencia. En los últimos cinco años, Irán ha creado una formidable fuerza integrada, compuesta por milicias chiítas y combatientes, desde la Hezbollah libanesa hasta voluntarios de todo el mundo árabe, a Pakistán y Afganistán, todos ellos entrenados y bajo el mando y el control De los Guardias Revolucionarios de Irán. Este es un activo estratégico regional de valor material para Putin. La defensa de Al-asad es más que sólo el futuro de Siria: también se trata de usar esta fuerza chiíta para servir a los intereses más amplios de Rusia en el Medio Oriente. Es por esta razón que Turquía o los estados árabes que apoyan a la oposición han encontrado tan difícil separar Moscú de Teherán”.
Por eso el ultimátum de Tillerson poco efecto podría tener. Que Rusia elija si apoyar a EE.UU. respecto a Siria o dar su respaldo al régimen no es algo que esté en discusión en la política rusa. “Creo que merece la pena pensar si Rusia realmente se ha aliado con el régimen sirio, los iraníes y Hezbollah”, dijo Tillerson. “Queremos crear un futuro para Siria que sea estable y seguro. Y Rusia puede formar parte de ese futuro y desempeñar un papel importante o mantener su alianza con ese grupo, que creemos que no le servirá a sus intereses a largo plazo”, agregó
Hay analistas que creen que, la administración Trump podría obligar a Rusia a romper los lazos con Al-asad al aumentar su presencia militar en Siria. Eso pondría en riesgo la confrontación directa con Rusia y obligaría a Washington a apropiarse de la guerra siria, que Trump tendría dificultades para vender a la opinión pública estadounidense.
La base de Tartus
Esta es la base naval rusa en la costa siria, una de las más importantes para Putin. Por eso, el año pasado firmó un decreto en el que ordena expandir el territorio de sus instalaciones en la ciudad. "Aceptar la propuesta del Gobierno de la Federación Rusa para la firma de un acuerdo entre Rusia y Siria por el que se amplíe el territorio del centro de mantenimiento de la Fuerza Naval rusa en Tartus y se facilite la entrada de los navíos de la Federación Rusa en el mar territorial, las aguas interiores y los puertos de la República Árabe Siria", se lee en el decreto.
Según explicaba el periódico El Mundo hace justo unos meses, uno de los principales problemas de esta base, construida en 1971, es que se quedó pequeña para recibir los modernos buque de la Armada rusa. El diseño no lo permite. Según un acuerdo entre Rusia y Turquía, Moscú está autorizada a usar la base de Tartus durante 49 años. Con el acuerdo llegó también el aumento de la presencia militar en el país árabe.