¿Qué pasa si Norcorea estalla la bomba H?

Después de que Pyongyang dijera que Washington le había declarado la guerra, sube la tensión. Detener la prueba nuclear de Kim Jong-un sería tan peligroso como dejar hacerla.

David E. Sanger y William J. Broad
27 de septiembre de 2017 - 03:00 a. m.
Este fue el ensayo balístico que hizo Corea del Norte  el 29 de julio de este año.  / AFP
Este fue el ensayo balístico que hizo Corea del Norte el 29 de julio de este año. / AFP
Foto: AFP - STR

Si Corea del Norte continúa con su amenaza de realizar una prueba nuclear atmosférica, por mucho sería el paso más peligroso que haya dado su líder, Kim Jong-un, y plantea una serie de decisiones complicadas para la administración de Donald Trump, porque intentar impedir la prueba podría ser tan peligroso como dejar que se lleve a cabo.

Las seis pruebas que ha realizado Corea del Norte han sido subterráneas, lo cual contiene efecto colateral radioactivo. Sin embargo, una prueba atmosférica —tal vez una ojiva nuclear sobre el Pacífico dentro de un misil norcoreano o disparada desde un buque o una barcaza— pondría a la población debajo de esta a la merced de la precisión de Corea del Norte y de los vientos que arrastren la nube radiactiva.

Por esta razón, Estados Unidos y la Unión Soviética prohibieron ese tipo de pruebas en el primer tratado de prohibición de armas nucleares, hace más de medio siglo. Precisamente pareciera que ese temor a una calamidad ambiental o humanitaria es lo que Kim desea promover mientras encuentra otras maneras de contraatacar a Estados Unidos, Japón y otros países que buscan obstruir su dinero y comercio. No obstante, los expertos que han estudiado las incertidumbres de las pruebas nucleares aseguran que los riesgos están por todos lados, tanto para Kim como para sus enemigos.

“Aún no hay certeza de que Corea del Norte tenga esa capacidad”, afirmó Siegfried S. Hecker, exdirector del Laboratorio Nacional de Los Álamos y el experto en armas nucleares a quien hace años los norcoreanos permitieron que viera sus plantas de enriquecimiento de uranio, cuando quisieron dejar claro a la administración de Obama que su programa de armas atómicas seguía adelante, a pesar de las sanciones.

“Además –afirmó Hecker, quien ahora se desempeña como profesor de la Universidad de Stanford–, una prueba con un misil real —cargado de una bomba H— genera un enorme riesgo”. Recordó que cuando Estados Unidos realizaba este tipo de pruebas al comienzo de la Guerra Fría, “uno explotó en la plataforma de lanzamiento y otro tuvo que ser destruido justo después del lanzamiento, lo cual creó una contaminación radiactiva de consideración”.

Los norcoreanos también han estudiado esta historia, según funcionarios de inteligencia estadounidenses en servicio y retirados. Sin embargo, el atractivo de una prueba atmosférica es evidente: producirá un sentido de temor que no provocaría una explosión dentro de un túnel en Corea del Norte. Las pruebas subterráneas se detectan en la escala de Richter; una prueba atmosférica, del tipo de las que comenzó a realizar Estados Unidos en el atolón Bikini en 1948, produce una aterradora nube en forma de hongo.

La más grande de estas, una prueba de 1954 con el nombre clave Castle Bravo, resultó casi tres veces más grande de lo que habían estimado los diseñadores de bombas estadounidenses. Tuvieron un error de cálculo relacionado con el poder de uno de los combustibles nucleares que se encontraban dentro del arma y la explosión propagó material radioactivo por todo el mundo. Finalmente, Castle Bravo sirvió para que se tomara la decisión de prohibir las pruebas atmosféricas.

Incertidumbre nuclear

Nadie sabe qué tipo de prueba tienen en mente los norcoreanos: el ministro de Relaciones Exteriores de Corea del Norte, Ri Yong-ho, no lo especificó cuando mencionó que cabía la posibilidad durante una plática con reporteros en las Naciones Unidas. Dijo que su país podría contemplar hacer estallar una bomba de hidrógeno fuera del territorio. “Podría ser la prueba más poderosa de una bomba de hidrógeno sobre el océano Pacífico –afirmó–. Respecto de qué medidas tomar, en realidad no lo sé porque es lo que dispone Kim Jong-un”.

No obstante, se cree que si Kim decide dar el visto bueno, Corea del Norte intentaría realizar la prueba disparando un misil, presumiblemente a un lugar vacío del Pacífico. La meta sería demostrar que ha resuelto todos los problemas tecnológicos que conlleva lanzar un arma nuclear a una ciudad estadounidense.

Sin embargo, esa forma de hacer pruebas —poner un arma activa en un misil— es particularmente riesgosa. Otras naciones han palidecido ante la posibilidad de un desastre, señaló Hecker, entre ellas, China, país que lanzó un misil con un arma nuclear activa en la ojiva. Todo salió como planeado, explicó, pero “los chinos consideraron que los riesgos eran inaceptables” y nunca lo volvieron a intentar. Algunas voces consideran que, en las manos de los norcoreanos sería aún más riesgoso.

“Sería una pesadilla para la región” del este de Asia, comentó Heather Conley, una alta exfuncionaria del Departamento de Estado, quien en la actualidad trabaja en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales en Washington.

“La RPDC se estaría arriesgando en gran medida: las pruebas de misiles fallan”, mencionó Philip E. Coyle III, un científico nuclear y exdirector de pruebas de armas del Pentágono. La ojiva nuclear activa podría caer en un país vecino o, si el misil explota en la plataforma de lanzamiento —como se sabe que ha sucedido—, se detonaría la ojiva nuclear en Corea del Norte.

Los riesgos de transportación serían enormes, incluida la posibilidad de una detonación accidental antes de que el dispositivo nuclear llegue a la zona de lanzamiento. Y aunque los mejores misiles del mundo fallan cerca de uno de cada 100 vuelos, el promedio de fallas para los misiles norcoreanos es mucho mayor. El año pasado, un tipo de misil falló 7 de 8 veces, tal vez en parte porque fue objeto de una serie de ciberataques que ordenó el presidente Barack Obama. Desde entonces, Corea del Norte ha dejado de probar ese tipo de misiles y ha tenido más éxito con otros.

Además, incluso si uno de los misiles de Corea del Norte lograra lanzar un arma nuclear, el desafío más grande sería hacerlo caer durante el reingreso ardiente a la atmósfera terrestre. El calor, las presiones y las fuerzas de desaceleración son enormes. Hasta la fecha, las evidencias de los lanzamientos de prueba que han realizado los norcoreanos sugieren que siguen en las primeras etapas de aprendizaje respecto de la construcción de una ojiva nuclear que pueda sobrevivir.

Sería mucho más sencillo que Corea del Norte utilizara un avión o una embarcación para lanzar un arma nuclear. Sin embargo, tiene pocos con capacidad de largo alcance y las posibilidades de que Estados Unidos o sus aliados lo detectaran en tránsito son considerables.

David E. Sanger informó desde Washington y William J. Broad, desde Nueva York. Steven Lee Myers contribuyó desde Pekín.

@ The New York Times 2017.

Por David E. Sanger y William J. Broad

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