El acuerdo consiste en lo siguiente: la comunidad internacional le retira las sanciones económicas Irán, lo que le ha permitido a ese país respirar y convertirse, de a poco, en una potencia en la región. Irán, por su parte, ofrece a cambio frenar su desarrollo nuclear.
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Si Irán está cumpliendo con el acuerdo, el presidente de Estados Unidos debe emitir, cada 90 días, una certificación, que consiste básicamente, en confirmar si:
- Irán respeta totalmente el acuerdo con transparencia;
- Irán no es responsable de violaciones materiales del texto;
- Irán no desarrolla su programa nuclear militar con vistas a dotarse de armas nucleares;
- El acuerdo de 2015 se mantiene vivo para el interés y la seguridad de Estados Unidos.
Ahora bien, si realmente quisiera "destruir" el acuerdo, como prometió en el pasado, Donald Trump simplemente podría no renovar más esa suspensión, o incluso decretar la reinstauración de las sanciones.
Sin embargo, se dispone a seguir otro procedimiento, vinculado también a la ley estadounidense.
Donald Trump, que acusa a Teherán de violar "el espíritu" del acuerdo a causa de su papel "desestabilizador" en Medio Oriente, piensa que el cuarto punto no es respetado. Esa es la razón, o una de las razones, que invocará el viernes de noche para negarse a "certificar" el texto.
¿Qué pasará después? La pelota estará en el Congreso, que tendrá 60 días para decidir si impone de nuevo las sanciones contra Irán. Allí todo dependerá de la amplitud de la decisión: sanciones vinculadas al programa nuclear serían vistas por Teherán como una violación flagrante del acuerdo, por el régimen iraní también podría considerar las sanciones a sus otras "actividades" (programa balístico, intervenciones en Medio Oriente) como contradictorias con el espíritu del acuerdo, sobre todo si se parecen mucho a las sanciones levantadas después de 2015.