Rusia y el racismo: entre la impunidad y la acción

El lateral inglés Danny Rose aconsejó a su familia que no lo acompañe durante el Mundial en Rusia y, sólo dos meses antes de arrancar la competencia, la FIFA sancionó a la Federación Rusa de Fútbol por incidentes de racismo durante un amistoso con Francia.

Alfred Davies
14 de junio de 2018 - 03:00 a. m.
 Un grupo de aficionados  canta durante el partido entre la selección de Rusia y Brasil en marzo.   /AP
Un grupo de aficionados canta durante el partido entre la selección de Rusia y Brasil en marzo. /AP
Foto: AP - Alexander Zemlianichenko

La elección de Rusia como país anfitrión del Mundial de 2018 ha sido una de las más rechazadas de la historia. La crisis de Crimea, la corrupción en el gobierno, el envenenamiento de Sergei y Yulia Skripal en Reino Unido son sólo tres de las polémicas que rodean esta edición del Campeonato del Mundo. Sin embargo, quizá lo más preocupante es la posibilidad de incidentes de racismo durante la competencia.

El lateral inglés Danny Rose se vio obligado a aconsejar a su familia que no viaje a Rusia por temor a que sean discriminados racialmente. Rose agregó que no tiene “confianza en el sistema judicial” del fútbol. La selección de Inglaterra, una de las más diversas, tiene un “plan de acción” en el caso de abuso dirigido a sus jugadores, según el técnico Gareth Southgate.

La FIFA también tiene su propio plan de acción en el caso de incidentes de racismo durante el Mundial: un mecanismo de tres pasos que permitirá a los árbitros pausar, suspender o abandonar partidos.

Pero el fútbol en Rusia tiene una historia oscura de insultos racistas por parte de las hinchadas de sus clubes nacionales, incluso de abuso contra sus propios jugadores. El extremo brasileño Hulk llegó a San Petersburgo en 2012, contratado por el prestigioso club Zenit en un fichaje histórico de 60 millones de euros. Pero no todos estaban contentos con su llegada. El club de fans de Zenit, Landskrona, emitió una declaración en contra del fichaje de Hulk: “No somos racistas. Para nosotros, que no haya jugadores negros en el Zenit es sólo una importante tradición que subraya la identidad del club y nada más”.

En 2015, el atacante brasileño aseguró que había sido víctima de insultos racistas en “casi todos los partidos” que jugó en Rusia, incluso siendo abusado por parte de un árbitro. El año pasado, sin embargo, afirmó en una entrevista con CNN que está “seguro de que el racismo ya no existe” en el fútbol ruso.

Algo con lo que Alexei Smertin, exjugador del Chelsea, está de acuerdo: “No hay racismo en Rusia, porque no existe. Es algo en contra de la oposición, no en contra de una persona”, dijo el volante ruso en una entrevista con la radio BBC en el Reino Unido en 2015. Paradójicamente, dos años más tarde, el excentrocampista fue nombrado el inspector encargado de erradicar el racismo en Rusia.

No obstante, las afirmaciones de Hulk y Smertin no se sostienen cuando uno toma en consideración los hechos ocurridos recientemente en el que será el país anfitrión del Mundial. En marzo, la selección de Rusia jugó contra Francia un amistoso en el estadio Krestovski de San Petersburgo. Durante el partido, un fotógrafo de la agencia Reuters afirmó haber escuchado gritos de mono dirigidos a los jugadores negros franceses. Tras una investigación, la FIFA impuso una multa de aproximadamente US$30.000 contra la Federación de Fútbol de Rusia, sólo dos meses antes de empezar la competencia más importante del calendario futbolero.

Y la historia oscura del racismo en el fútbol ruso no se limita a la experiencia de Hulk. El defensor camerunés André Bikey jugó dos años en dos clubes rusos: el Shinnik Yaroslavl y el Lokomotiv Moscow. En 2008 reveló en una entrevista con el periódico británico The Telegraph que, cuando vivía en Moscú, llevaba un arma por miedo a sufrir ataques racistas: “Tuve que comprarla para protegerme, tras conocer unos problemas. Hay cosas que quiero olvidar de mi tiempo en Rusia”, dijo.

Bikey jugó en Rusia entre 2005 y 2007 y, por supuesto, mucho puede cambiar en más de una década. La organización Fare Network, que lucha contra la desigualdad en el fútbol, notó en su último informe un cambio en la manera como el racismo se presenta en Rusia. Tras un aumento de la vigilancia usando cámaras de seguridad, el uso de demostraciones visuales, como pendones con mensajes discriminatorios, ha disminuido, pero incidentes de gritos racistas y homófobos se han hecho mucho más comunes en los estadios rusos.

Dos adolescentes ingleses, jugadores de los equipos inferiores del Liverpool, fueron víctimas de esta nueva tendencia. En una entrevista conmovedora con The Guardian, Rhian Brewster habló abiertamente del abuso espantoso que ha recibido jugando en competencias europeas. Brewster, de 18 años, señaló dos incidentes que ocurrieron durante partidos contra el Spartak Moscow, en la pasada edición de la Champions League juvenil.

En el primer caso, se trató de abuso verbal dirigido a él por parte de un jugador oponente, un joven ruso. En el segundo, fueron los hinchas del club los perpetradores. Cuando el suplente Bobby Adekanye, también de 18 años, entró al campo, se escucharon gritos de monos. Todo esto en un partido de adolescentes.

Otra vez fue la impunidad por parte de las autoridades futbolísticas la que más preocupó a las víctimas del abuso. La UEFA ordenó que el Spartak cerrara un área de 500 sillas en el estadio de sus equipos inferiores en el partido siguiente y exhibiera allí un pendón con el mensaje “Equal Game”. Brewster comentó en la misma entrevista: “No es un verdadero castigo, ¿cierto? Es una amonestación menor”.

El 4 de junio, en Zúrich, el presidente de la FIFA, Gianni Infantino, aseguró que “Rusia demostrará en este Mundial que es un país abierto al que las personas pueden venir y celebrar el fútbol”. La evidencia, sin embargo, indica otra realidad.

Por Alfred Davies

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