¿Se iría de tour a las favelas brasileñas?

Dos días después de que mataron a una turista española durante una expedición por las favelas en Río de Janeiro, la cantante Madonna fue a visitar la barriada del Morro de la Providencia, el pasado 26 de octubre. ¿Por qué esos barrios de invasión actúan como un imán para los extranjeros?

Sandra María Hinterdorfer
04 de noviembre de 2017 - 07:00 p. m.
Un soldado del ejército brasileño patrulla una localidad en la favela da "Mineira" en Río de Janeiro (Brasil). / EFE, Marcelo Sayão
Un soldado del ejército brasileño patrulla una localidad en la favela da "Mineira" en Río de Janeiro (Brasil). / EFE, Marcelo Sayão

Una estatua de bronce con las fracciones de Michael Jackson se yergue en la favela de Santa Marta en Río de Janeiro. Alrededor de ella, se aglomeran turistas sacándose selfies y recuerdan el video musical del rey del pop “No les importamos” (They don't really care about us)”, que fue grabado en esa zona en 1996.

A Marcelo Armstrong sí que le importan las favelas y sus habitantes. Él es uno de los pioneros que ofrecen excursiones a las favelas y ya lleva más de 25 años ejerciendo este oficio. El negocio de Favela Tour nació como idea para ampliar horizontes. “No es simplemente un paseo, sino que se habla de la favela y la contextualizamos en la sociedad socio-económica, para que los turistas lo comprendan mejor”, explica Armstrong a El Espectador. El 85 % de personas, que suelen hacer esta visita, proviene de Europa y Estados Unidos, unos 10% de Latinoamérica y el resto de otros países.

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El dueño de esta agencia afirma que las favelas benefician de la oferta turística. “Hay dos escuelas que pagamos nosotros para que los alumnos tengan una mejor posibilidad de futuro” y recuerda que al inicio la gente se burlaba de su idea. Ahora, ya existen decenas de empresas que se dedican a este negocio y ofrecen recorridos por las favelas. El precio oscila entre 20 y 30 dólares por unas 3 horas de visita.

Unas 4 horas duró el tour que realizó la caleña Camila Tovar en 2013, cuando se subió a un van con otras seis personas. Junto con el guía local, que suele ser nativo de esa zona, atravesaron la favela de Rocinha, la más grande que alberga unas 60.000 habitantes. Después de ver la película Ciudad de Dios, Camila Tovar se quedó con ganas de ver la realidad detrás de la ficción y opinó que ”Da un poco de morbo conocer el lado peligroso de la ciudad. Río de Janeiro tiene muchas caras y vale la pena recorrer todos los rincones para hacerse una idea.”

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Lo mismo pensó la turista española María Esperanza Jiménez, de 67 años, para quien ese lado duro y peligroso resultó mortal. El pasado 24 de octubre, la española subió junto con su hermano, su cuñada, el conductor y la guía brasileña en un auto a la favela de Rocinho para contemplar las vistas espectaculares desde arriba.

A la salida, la turista recibió un disparo en la nuca. No fue un delincuente quién la mató. Fue un oficial de la Policía Militarizada, quien actuó fuera de protocolo, relata el gobernador del estado, Luis Fernando Pezao, según EFE. La versión inicial de la Policía Militar fue que el auto no respetó el orden de detención y que se saltó un control policial. Los ocupantes del carro lo negaron y afirmaron que no recibieron ningún señal para parar.

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De acuerdo con la organización Human Rights Watch (HRW), los abusos policiales de la policía brasileña aumentaron especialmente en las favelas de Río de Janeiro. Los agentes de la Policía Militar de Río mataron a casi 8000 personas en la última década y unas 900 el año pasado, la mayoría de ellas fallecieron durante operativos en las barriadas, según cifras del Instituto de Seguridad Pública del Estado. “Los policías no son bien entrenados, ni pagados. Trabajan bajo mucho estrés. Es una situación muy compleja y amplia para entender cómo funciona la seguridad pública en Río”, cuenta el operador de Favela Tours a El Espectador.

La muerte de la turista española fue un caso aislado. “En 25 años nunca pasó nada. Ni robos, ni amenazas, ni peleas”, confirma Marcelo Armstrong. Carlos, un testigo y vecino de la favela, quien presenció el accidente el lunes pasado, comentó a EFE que “poco después del tiroteo que alcanzó el coche de los españoles, vio a grupos de turistas caminar por la favela como si nada hubiera ocurrido”.

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“No sentí nada de inseguridad. Bajamos por la favela Vidigal acompañada por una guía local”. Así recuerda la española Laura Martínez Sadurni, de 27 años, su visita del año pasado. Después de la excursión almorzaron con la familia de la operadora en la favela. La hermana preparó la comida, el hermano informó sobre los cambios meteorológicos y todos familiares estaban colaborando. “En la favela nos gustan los turistas, nos gusta que conozcan el barrio y son también una fuente de ingresos”, afirmó un habitante de la favela Rocinho a la agencia EFE.

“No aconsejo a nadie hacer este tipo de tours. Se trata de zonas muy conflictivas. Es peligroso”, advierte el brasileño Victor Luna. Sobre todo después de los Juegos Olímpicos, Río vive una ola de violencia. Choques entre grupos de traficantes y tiroteos volvieron a las favelas. La semana pasada, alrededor de 1700 miembros de la Fuerza Nacional, de las policías Civil, Militarizada y Federal armaron una gran operación policial en cuatro favelas para buscar a algunos bandidos que causaron intensos tiroteos. El programa de pacificación de las favelas, que fue iniciado en 2008, presenta síntomas de fracaso.

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Santa Marta, la primera favela pacificada en 2008, reflejó por mucho tiempo el símbolo de pacificación. Pero hace un mes, la estatua del rey del pop fue decorada con un fusil al hombre. Una forma para mostrar que la violencia volvió.

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Por Sandra María Hinterdorfer

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