Siria: una guerra anclada en el siglo XX

La Guerra Fría, la Revolución Islámica, el Panarabismo... Estos y otros hechos ayudan a comprender los orígenes de la mayor guerra de esta época.

JUAN SEBASTIÁN JIMÉNEZ
09 de abril de 2017 - 02:00 a. m.
12 millones de sirios han sido desplazados, externa e internamente, por el conflicto.  / AFP
12 millones de sirios han sido desplazados, externa e internamente, por el conflicto. / AFP

Puede que la guerra en Siria sea el preludio de algo peor. Hasta ahora es el mayor conflicto del siglo XXI: 321 mil personas muertas y 12 millones de desplazados en seis años. Y de fondo: un baño de sangre en el que todos -Estados Unidos, Rusia, Siria, Turquía, Irán e Israel- han metido la mano: una vergüenza mundial.

No hay explicaciones sencillas para esta conflicto. Que el petróleo, que el imperialismo (ruso o norteamericano), que el conflicto entre sunitas y chiítas. Estos no son sino ingredientes de algo mucho mayor. Se puede decir que en Siria, y con ella, se ha escrito una buena parte de nuestra historia reciente.

Para entender la guerra del siglo XXI en esta república árabe hay que remontarse al siglo XX. No basta con irse hasta el 15 de marzo de 2011: el inicio de las protestas contra Bashar al Assad. Hay que irse hasta 1970, cuando su padre, Hafez al Assad, llegó al poder por medio de un golpe, una Revolución Correctiva, como él lo llamó.

Assad, entonces ministro de Defensa, había protagonizado en 1963 un golpe de Estado que llevó al poder a Baaz, un partido nacionalista, socialista y laico, fundado en 1947. Durante siete años, Assad no hizo otra cosa que acumular poder, pero en noviembre de 1970 se cansó de ser un segundón y dio un paso al frente.

Ya en el poder, impuso un gobierno reformista, de izquierda, apoyado por una minoría alauita, creyentes como los chiítas en los descendientes de Mahoma, aunque diferentes a éstos, y por el Ejército. Pero llegar al poder no fue suficiente para él. Quería más y, en octubre de 1973, se alió con Egipto y atacó Israel.

El conflicto se inició el 6 de octubre de 1973, día en el que los judíos celebraban el Yom Kipur. Al Assad, al final, no obtuvo lo que quería: recuperar los Altos del Golán, en poder de Israel desde la Guerra de los Seis Días. Pero demostró de lo que era capaz y, en 1976, se involucró en otro conflicto: la guerra civil libanesa.

En abril, 20 mil soldados sirios ingresaron a Líbano, a petición del gobierno de ese país. Lo hicieron, en teoría, para ayudar a cristianos y musulmanes a hallar una solución al conflicto. Pero Siria se hizo del lado del gobierno y, con su anuencia, las tropas sirias se quedaron en ese país. Se fueron sólo hasta 2005.

Siria se convirtió, de repente, en un actor clave para el equilibrio o el desequilibrio de la región. Y entonces vino 1979. En Irán, el shah Mohammad Reza Pahleví fue derrocado por una Revolución Islámica, liderada por el ayatolá Jomeini. Las potencias, con Estados Unidos a la cabeza, estaban aterrorizadas.

Temían que esta revolución inspirara a otras. Pero, sobre todo, temían que ésta afectara el suministro de petróleo del golfo Pérsico. Ya habían vivido una crisis petrolera en 1973 y no querían otra. Y, por ello, apoyaron a Irak, cuyo presidente, Saddam Hussein, creyó que podría invadir Irán sin dificultades.

El 22 de septiembre de 1980, 190 mil soldados iraquíes ingresaron a Irán. Bagdad fue apoyado por las potencias occidentales, incluyendo a la Unión Soviética, quien le vendió armas a Irak, pese a su rechazo a la invasión a Afganistán, y por varios países árabes como Jordania y Arabia Saudita. ¿Quién apoyó a Irán? Siria.

Fue el inicio de un matrimonio que aún perdura. Y fue el germen de lo que se conoce hoy como el bloque chiíta: un grupo de países, de población mayoritariamente chiíta, que se opone al bloque sunita que lidera Arabia Saudita y promueve a grupos como Hezbolá, surgido, de hecho, gracias a Siria e Irán.

Ese mismo año Siria estrechó sus lazos con otro socio estratégico, la Unión Soviética. El 9 de octubre de 1980, ambos países firmaron un tratado de cooperación militar, que dio inicio a una alianza sin la cual no se puede entender el conflicto sirio. Una alianza que fue vista con recelo por la otra potencia global: Estados Unidos.

En 1982, Al Assad se iba a enfrentar a un nuevo conflicto, pero esta vez dentro de sus fronteras. En febrero de ese año se dio una revuelta sunita en la ciudad de Hama. La misma fue liderada por miembros de los Hermanos Musulmanes, un grupo islamista, considerado actualmente como terrorista por Rusia y Egipto.

La respuesta de Al Assad fue acabar con todo -unas 10 mil personas murieron- y echarles la culpa a los islamistas. Pero, finalmente, Al Assad consiguió que los islamistas no se levantaran de nuevo. No lo volverían a hacer sino hasta 2011. La masacre se fue olvidando en medio de otros conflictos en Oriente Medio.

Por ejemplo, la Primera Guerra del Golfo, cuando Irak decidió invadir Kuwait. Para ese momento ya no existía la URSS y Al Assad vio en la guerra una oportunidad para acercarse a Estados Unidos. Siria se unió a la coalición contra Irak, pero esto no convenció a ese país, que siguió viendo a Al Assad con recelo.

Y este distanciamiento se agudizó cuando Estados Unidos empezó a comprometerse, de lleno, con Israel. Al Assad murió en 2000 y su hijo, Bashar, quedó como presidente. Las relaciones entre Washington y Damasco se fueron enrareciendo de a poco debido al apoyo sirio a organizaciones palestinas.

En 2003, Siria fue el único país árabe que se opuso abiertamente a la invasión de Irak, y el gobierno de George W. Bush se lo cobró. Mientras bombardeaba Irak, amenazó a Siria con hacerle lo mismo, acusándola de esconder armas químicas. Era un secreto a voces: Bush quería invadir Siria, pero no lo logró.

Y entonces vino Barack Obama con una visión (parcialmente) distinta. Bashar al Assad era igual de autoritario que su padre, pero, en poco tiempo, había modernizado Siria y era, sin lugar a dudas, un socio estratégico. Obama se mostró partidario a acercarse con Al Assad, pero con la condición de que se alejara de Irán y Hezbolá.

El acercamiento no se dio y, en 2010, las cosas empeoraron en Siria. En 2011, en medio de la Primavera Árabe, esta nación cayó en una guerra civil de la que no ha salido.

¿Por qué aliados y opositores pusieron sus ojos en Siria? No sólo por su posición estratégica entre el Mediterráneo y el mar Caspio, no sólo por el petróleo. Siria se ha convertido en el escenario de un nuevo capítulo de una Guerra Fría que muchos consideraban algo del pasado. Y se ha convertido en campo de batalla, a su vez, de una nueva pelea entre chiítas y sunitas, entre Irán y Arabia Saudita, entre el Estado Islámico y todos sus enemigos.

Mejor dicho: todos los males y todos los malos están en Siria: Rusia e Irán, haciendo hasta lo imposible para que Al Assad permanezca en el poder; Estados Unidos empeñado en que éste tiene que renunciar. Y, alrededor, una cantidad de sombríos personajes secundarios.

Si las Guerras Balcánicas fueron un preludio para la Primera Guerra Mundial y la Guerra Civil Española fue el abrebocas de la Segunda Guerra Mundial, puede que Siria sea el primer paso hacia una gran guerra. La paz se ve bien lejos.

 

 

Por JUAN SEBASTIÁN JIMÉNEZ

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