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Solidaridad

Ronal F. Rodríguez
19 de agosto de 2020 - 02:00 a. m.

El tema migratorio suele ser una bandera política en muchos países, pues algunos gobiernos lo usan para justificar su incapacidad para resolver las necesidades y demandas de la sociedad, y suelen señalar a los migrantes como los responsables.

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Foto: Opinión

Siempre es más fácil culpar al otro de los problemas y presentarse como una víctima de las circunstancias. Esa práctica, tan extendida en las democracias occidentales, por suerte, no hace parte de la respuesta colombiana al fenómeno de movilidad humana proveniente de Venezuela, que desde hace cinco años enfrenta el país, y que salvo en algunos gobiernos locales, por fortuna, se ha mostrado solidaria con la migración y renuente a su uso político.

Tanto en las elecciones presidenciales de 2018 como en las locales de 2019, la mayoría de los actores políticos se abstuvieron de usar el discurso xenófobo en campaña. Lo cual no es poca cosa, pues democracias mucho más sólidas que la colombiana han resultado proclives a la instrumentalización política de la migración. Por ejemplo, en Estados Unidos, el discurso del presidente, Donald Trump, contiene altos elementos antimigratorios, o en Alemania, el crecimiento del partido Alternativa para Alemania se fundamenta en un discurso similar. En Colombia unos cuantos líderes políticos han tenido salidas en falso, pero la respuesta de la sociedad ha resultado tan contundente, que rápidamente se han visto obligados a rectificar.

Es importante reconocer el esfuerzo por no usar la migración para ganar réditos políticos. Tanto en los partidos como en el Congreso se han adelantado iniciativas para evitar que ello suceda. Incluso el caso colombiano es atípico, pues suelen ser sectores de la derecha los que primero esgrimen una argumentación antimigratoria, mientras que los sectores de la izquierda suelen tener una postura más proclive a la defensa de la migración como un derecho.

En Colombia el tema es abordado de forma diferente. Algunos sectores de la oposición venezolana están alineados con el Centro Democrático y, entre tanto, algunos sectores de la oposición, en su afán antiuribista, terminan metiendo el tema migratorio en la polarización colombiana. Pero la movilidad humana va más allá.

Si bien Venezuela hace parte del discurso político colombiano y se llega usar el término “venezolanización” como un adjetivo de la degradación política, social y económica de un país que supuestamente amenaza el sistema político colombiano, la verdad es que el proceso venezolano es complejo y el uso de ese término es extremadamente peyorativo, para un país que es mucho más que la mala gestión del chavismo. Y si bien existe una alta politización sobre Venezuela, aún no la hay del tema migratorio.

Es importante reconocer que en Colombia el cambio de gobierno nacional no significó un cambio de postura frente a la migración, pues, por lo menos en lo discursivo, el Gobierno colombiano es solidario. Claro, tampoco se ha ejercido un liderazgo decidido en la materia. Por un lado, el gobierno Santos tramitó el tema con carácter temporal y al gobierno Duque le ha faltado impulso para materializar la ley migratoria y la ley de fronteras.

De otro lado, a veces se cometen los errores cuando se intenta ayudar. Algunos bienintencionados que buscan apoyar a los migrantes y retornados han sobreexplotado la sensibilización y han apelado, de forma desproporcionada, al discurso sentimental, pero sin querer terminan perjudicando a largo plazo el proceso de integración e inclusión migratoria, porque establecen una relación desequilibrada entre la población en condición de movilidad humana y las comunidades receptoras. Los primeros quedan tácitamente en deuda con los que los ayudaron y no son vistos como iguales.

En la misma dirección, los que presentan la migración venezolana como altamente calificada y con altas potencialidades, dejan de lado que en los últimos años ha aumentado la migración de aquellos que vieron bloqueado su proceso formativo o han sido víctimas de un sistema educativo ideologizado. Los venezolanos mayores y de mediana edad suelen tener niveles importantes de formación, pero la migración es heterogénea y un gran número de dicha población requiere apoyo para continuar en sus procesos formativos o poder finalizarlos, otros serán formados íntegramente en Colombia; su concepto de ciudadanía, su relación con el Estado y con otros ciudadanos será colombiana.

Como Estado lo hemos hecho bien, no perfecto, desde luego, pero la respuesta tanto del Gobierno como de la sociedad es buena. No obstante, pasados los primeros cinco años es necesario materializar la solidaridad, tanto el Gobierno como la sociedad debemos estar muy atentos a evitar la politización del tema migratorio, pero sobre todo se debe avanzar en el proceso de integración e inclusión. Ha llegado el momento de edificar los consensos que determinen la respuesta de largo plazo para la movilidad humana proveniente de Venezuela.

*Investigador y vocero del Observatorio de Venezuela de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario.

Por Ronal F. Rodríguez

 

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