Publicidad

Temor que gana votos en Turquía

El aumento de la violencia y la crisis económica impulsaron la victoria del partido del presidente Recep Erdogan, mientras la oposición se debilita. Su promesa de estabilidad pasa por modificar la Constitución a su favor.

Juan David Torres Duarte
03 de noviembre de 2015 - 02:00 a. m.

El temor suele ser un medio suficiente para manipular al animal político. La invasión de Irak es un ejemplo plausible: con la aprobación popular, Estados Unidos invadió ese país, declarado como nido de terroristas, dos años después del atentado a las Torres Gemelas. El gobierno del entonces presidente George Bush prometía estabilidad y el término del terrorismo; prometía, en últimas, la seguridad de una democracia estable. Una promesa idéntica salió de la boca del presidente turco Recep Tayyip Erdogan luego de que su conjunto político, el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP), obtuviera este domingo el 49,4 % de los votos para el Parlamento, una mayoría que buscaba desde las últimas elecciones en junio. Y los motivos de su victoria popular son también muy parecidos: las huestes de Erdogan han obtenido el voto del miedo después de tres atentados en los últimos meses (el más reciente en octubre), que han dejado más de cien muertos, de atestiguar una economía en decadencia y de que los representantes del AKP dijeran que las bandas terroristas “ganarán poder de nuevo” si el partido se debilita. En ese paisaje polvoroso, Erdogan se erigió como una promesa de estabilidad.

Sin embargo, para que exista temor debe existir también una amenaza latente. “Soy yo o el caos”, dijo Erdogan hace algunas semanas, a modo de resumen, pero sobre todo como una advertencia a los turcos: Turquía es próspera con Erdogan o no lo es. Es cierto que los turcos enfrentan hoy la proximidad del Estado Islámico en la vecina Siria, el desplazamiento masivo de ciudadanos de ese país a sus tierras (lo que ha aumentado el precio de la vivienda) y una incertidumbre económica después de la devaluación de su moneda. Sin embargo, su problema estriba más en la dependencia en Erdogan. En los últimos meses, él y su primer ministro, Ahmet Davutoglu, han ganado la simpatía de la derecha nacional y de los empresarios al jugar con un argumento sin salida: Turquía ha tenido estabilidad económica y social con el gobierno del AKP; sin él, por lo tanto, no es posible que exista ningún balance.

Mientras el AKP ocupará 317 escaños en un parlamento de 550, la oposición tendrá 233 (repartidos entre el CHP, el MHP y el HDP). Si bien la fuerza del AKP es aún insuficiente para cambiar la constitución (un deseo inmutable de Erdogan y que fue expresado por Davutoglu en su discurso de victoria), su territorio de influencia continúa inmune.

Además, el AKP tiene esta vez a su favor la apertura de las relaciones con Europa. La cercanía de Erdogan con la canciller alemana, Ángela Merkel, hace pensar que la entrada de Turquía a la Unión Europea no está tan lejana y que, en cualquier caso, Europa tiene en Turquía a un aliado ineludible en medio de la crisis migratoria. Como Turquía es el país de paso hacia Europa, Erdogan es el único capaz de disminuir el flujo de migrantes hacia Occidente: más de dos millones de sirios han sido acogidos en su país. Si Europa quiere en algún modo detener dicho flujo, deberá cuidar la amistad con Turquía. Por otro lado, Turquía se ha convertido en el socio esencial de Estados Unidos para combatir al Estado Islámico. En un sentido diplomático, Erdogan ha sabido protegerse.

En estas votaciones, los partidos prokurdos, liderados por el joven Selahattin Demirtas, perdieron un millón de votos que se desplazaron al AKP. ¿Por qué? El diario Le Monde explica que el estrato de empresarios que vieron en el HDP (el partido de Demirtas) una esperanza pacífica, prefirieron retornar a la estabilidad que provee Erdogan. Los resultados económicos de su victoria resultan dicientes: este lunes la Bolsa de Estambul abrió al alza y la lira turca recuperó parte de su valor.

A pesar de ello, Turquía sigue siendo una sociedad dividida entre laicos y religiosos, entre kurdos y turcos, cuyas luchas se originan justamente en el discurso polarizante de Erdogan, quien continúa atacando a los kurdos. El medio Al Jazeera asegura que el voto en favor del AKP es “estabilizador”, mientras que Sputnik News dice que su victoria le dará todo el control político hasta 2019.

Sin embargo, para Le Monde, el gobierno del AKP ha sido todo menos estabilizador. En su editorial de hoy reza: “Lejos de ser un polo de estabilidad, durante los dos primeros mandatos del AKP la Turquía de Erdogan se ha presentado como un país desequilibrado desde hace tiempos por el efecto acumulado de las elecciones políticas de su presidente y el caos cercano de Oriente Medio”. La visión oficial es más optimista. En su discurso, Davutoglu aseguró que en tierra turca no había enemigos. Y dijo: “Estamos aquí para plantar semillas de amor”.

Por Juan David Torres Duarte

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar