Trump: cien días de horror

Cacería de indocumentados, retroceso ambiental, tensión nuclear y bajos índices de aprobación son las claves para entender los primeros meses del republicano en el poder de los Estados Unidos.

ÁLVARO CORZO V.
30 de abril de 2017 - 02:05 a. m.
Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de este año. Tras cien días allí, sigue generando dudas. / AFP
Donald Trump llegó a la Casa Blanca el 20 de enero de este año. Tras cien días allí, sigue generando dudas. / AFP
Foto: AFP - JIM WATSON

Todo comenzó hace 83 años, cuando Estados Unidos estaba en medio de la Gran Depresión. Franklin D. Roosevelt (FDR), en tan solo cien días y 76 leyes sancionadas, logró mitigar la recesión, reactivar el empleo e impulsar la inversión. Desde entonces esos primeros 100 días han sido el rasero con el que se mide a todos los presidentes de este país.

A diferencia de FDR, conocido como el regenerador de América, los primeros cien días de Donald Trump en el poder han sido algo más parecido a un réquiem del sueño americano, el cual su homólogo ayudó a forjar. Para muchos, una pálida foto de lo que prometió: “Hacer a América grande otra vez”.

31 órdenes ejecutivas, una agenda regresiva, un descalabro al medio ambiente mundial y una retórica propia de un estudiante de secundaria hacen a gran parte del país esperar lo peor. Según el último sondeo, Trump tiene la aprobación más baja en la historia reciente de los Estados Unidos, con un escaso 39 %.

Cacería de indocumentados

No se esperaba menos del magnate que prometió sacar corriendo a todos los indocumentados, prohibir la entrada de musulmanes y construir una muralla a lo largo de los 3.200 kilómetros fronterizos entre Estados Unidos y México.

Desde su llegada, dejando claro que había un nuevo sheriff en la Casa Blanca, Trump le soltó la rienda al Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE), para que hiciera lo necesario para arrestar y deportar a quien considerara necesario.

Fue así como en estos 100 días en el poder se han incrementado en un 32 % los arrestos de indocumentadospor parte de ICE, en comparación con el mismo período de 2016. Hasta ahora se ha puesto tras las rejas a 21.560 inmigrantes sin papeles, según cifras oficiales.

Si este número da cuenta de la mano dura de Trump, lo que realmente preocupa es que, a diferencia de lo que había prometido, gran parte de los arrestos se han hecho a personas sin antecedentes penales. Padres de familias, líderes comunitarios, activistas, incluso jóvenes amparados bajo la protección de deportación sancionada por Obama, conocida como DACA.

Se han arrestado 5.441 personas sin antecedentes penales, creando un miedo total en la comunidad de cerca de once millones de indocumentados. Más aún cuando el fiscal general, Jeff Sessions, prometió que cualquier indocumentado que tenga un delito en su récord será sujeto de deportación. Multas de tránsito, visas vencidas y posesión marihuana son solo algunos de ellas.

Lo único que no ha podido lograr, no por voluntad propia, sino por resistencia de las cortes, es prohibir la entrada a EE.UU. a musulmanes de siete países, incluidos cientos de refugiados sirios, país que hace poco bombardeó. De igual forma, esta semana fue bloqueado el programa que tenía como fin retener fondos estatales a las ciudades conocidas como “santuarios” —las cuales protegen a los indocumentados— negándose a que sus departamentos de policía tomen funciones de autoridad migratoria.

Su obsesión por la construcción del muro fronterizo, el cual les costará a los contribuyentes 70.000 millones de dólares, según el último estudio, sigue siendo parte vital de su retórica antiinmigrante, la misma que lo llevó a asegurar el apoyo de la base de la ultraderecha nacionalista en Estados Unidos.

Esta semana le tocó recular y quitar la partida presupuestaria que financiaba la barrera fronteriza luego de que los demócratas prometieron la parálisis del gobierno federal si insistía.

Otra de la joyas en temas migratorios de estos 100 días es la creación de Voice, la oficina para atención a víctimas de indocumentados, cuyo único fin es satanizar a esta población en el país entero. De igual forma levantó la moratoria instaurada por Obama que ponía fin a la construcción de más prisiones privadas para retener a indocumentados. Un multimillonario negocio con muchos vínculos en el Partido Republicano.

“Game over” al medio ambiente

Aunque la responsabilidad de todo gobierno debe ser velar por el medio ambiente, luchar por reducir la polución y mantener a la industria regulada y controlada sobre los desechos tóxicos que liberan, el gobierno de Trump opina todo lo contrario.

Su administración empezó por nombrar al exfiscal de Oklahoma, Scott Pruitt como director de la Agencia de Protección Ambiental (EPA). Pruitt, junto con la industria petrolera, demandó durante años y en más de 11 ocasiones a la agencia que hoy dirige. El objetivo, quitar toda regulación en torno a los niveles de metano y CO2 que las petroleras pueden liberar a la atmósfera durante excavaciones de gas natural, crudo, fracking y carbón.

En efecto, su primera tarea como director del EPA y por instrucción de Trump fue acabar con el Clean Water Act, que imponía límites a las emisiones de CO2 y metano a la industria.

De igual forma se levantó la moratoria para hacer exploraciones y extracciones de combustibles fósiles en tierras de propiedad del estado, incluidos parques nacionales, resguardos indígenas y terrenos cercanos a grandes espejos de agua.

Fue así como Trump aprobó el controvertido Keystone XL Pipieline, que lleva arena alquitranada desde Alberta, Canadá, a Texas. Este es el combustible más tóxico que existe para el medio ambiente. Igual ocurrió con el controvertido Dakota Access Pipeline, un oleoducto de 1.886 kilómetros que no solo atraviesa cuatro estados y una enorme reserva natural indígena, sino que pasa por encima de una fuente de agua que surte a más de 4 millones de personas.

Hay que recordar que Estados Unidos produce el 40 % de la contaminación mundial y que esta regresión del programa de Obama sobre energía limpia y renovable les dice adiós a los acuerdos pactados en París.

En otras palabras, en tan solo 100 días se dio una puñalada mortal al medio ambiente de todo el planeta. No en vano el secretario de Estado de Trump, encargado de negociar a nombre de EE.UU. con el mundo entero, es nada menos que Rex Tillerson, exCEO de Exxon Mobil, la petrolera más poderosa del planeta.

Agenda tóxica

Usando el Congressional Act Review (CRA), una ley que permite al nuevo presiente derogar decretos de su antecesor en sus primeros sesenta días de gobierno, Trump no ha perdido el tiempo. Favorecer a los grupos que ayudaron a elegirlo, la misión.

Comenzó firmando la orden que echa atrás una regulación anticorrupción de la era Obama, que obligaba a las petroleras hacer públicos los dineros recibidos por parte de gobiernos extranjeros. No hay que olvidar que Tillerson luchó por años en contra de esta regulación.

Le siguió la derogación de otra norma que prohibía la venta de armas a personas con un historial de enfermedades mentales, prioridad absoluta de la Asociación Nacional de Rifles (NRA). Obama la había firmado luego de la masacre escolar de Sandy Hook donde murieron 20 estudiantes. Por si fuera poco, levantó la prohibición para que compañías de internet conocidas como ISP puedan vender la información de sus usuarios sin su permiso o conocimiento. Una encuesta realizada por YouGov encontró que el 74 % del país se oponía a la medida. La firmó a puerta cerrada.

La lista no termina. Permitió bloquear recursos a Planned Parenthood, programa que presta salud reproductiva a más de 6 millones de mujeres de bajos recursos. Otra prioridad en la agenda de la derecha cristiana que se opone a la anticoncepción y al aborto. En este orden de ideas, eliminó la protección que había instaurado Obama para proteger a la comunidad transgénero, la cual le permitía que eligiera sus baños de acuerdo con su identidad.

Su impacto en estos 100 días ha trascendido al Congreso, al cual instruyó para cambiar la reglas internas con el fin de confirmar a Neil Gorsuch como el nuevo magistrado vitalicio de la Corte Suprema de Justicia. Gorsuch es un defensor acérrimo del uso de armas y rechaza el aborto.

Wall Street también ha llevado en esta fiesta desreguladora. Trump acaba de iniciar un proceso de evaluación de todas la normas que pusieron en cintura a Wall Street luego de la crisis que casi hace colapsar la economía mundial en 2008. Esto sumando un proyecto de ley para cortar los impuestos de la corporaciones del 35 % al 15 %, el cual les ahorrará a sus empresas y las grandes corporaciones del país la suma de 250.000 millones de dólares al año. Un dinero que no llegará de los impuestos y que pasará a ser parte del déficit nacional.

Ni los estudiantes se han salvado de sus primeros días en el poder. Betsy DeVos, criticada por tener inversiones en agencias de cobro de créditos estudiantiles y hoy nueva secretaria de Educación, eliminó las regulaciones que protegían a los millones de estudiantes con créditos educativos de practicas engañosas de este tipo de agencias. Se calcula que un estudiante promedio graduado en 2016 en EE.UU. termina con una deuda promedio de 37 mil dólares, algo cercano a los 110 millones de pesos.

El magnate anunció un aumento en el gasto militar por 54 mil millones dólares contrastado con recortes a la educación, la investigación científica y al presupuesto de la NASA.

Le queda pendiente, como lo ha prometido, acabar con el seguro de salud conocido como ObamaCare. Según el último plan presentado, se permitirá a las aseguradoras cortar los servicios de maternidad, salud reproductiva, salud mental, así como la expansión de Medicaid, la cobertura para personas de bajos recursos.

Guerra como arma política

En medio del escándalo por la acusaciones de los vínculos de la campaña de Trump con el gobierno ruso para favorecer su elección, su asesor de seguridad nacional Mike Flynn tuvo que renunciar. Su dimisión llegó cuando se comprobó que había recibido dineros de empresas rusas con interés en EE.UU, al igual que sostuvo reuniones con oficiales del gobierno de Vladimir Putin.

Acorralado por la presión nacional y la seguidilla de pruebas que salían de sus conexiones con Rusia, Trump decidió utilizar la guerra como arma política. En cuestión de horas cambió su promesa de no intervenir militarmente en Siria. Luego de un ataque con armas químicas por parte Bashar al-Asad contra sus pueblo, bombardea ese país matado a 46 civiles.

Así logró desmarcarse de las críticas, al igual que puso algo de presión a Rusia sobre su relación con Siria, dando a entender que no tenía ningún vínculo con el Kremlin. Actualmente tanto el FBI como el Congreso investigan material probatorio sobre la posible relación entre Trump y Rusia para influir en las pasadas elecciones.

Luego de ver un leve repunte en las encuestas y de lograr alejar las miradas sobre el escándalo de Rusia decidió lanzar Moab, la “madre de todas las bombas”, un misil no nuclear, sobre un territorio de Afganistán controlado por el Estado Islámico. Mató a 94 militantes. Justificación perfecta para la solicitud de aumentar el prepuesto del Departamento de Defensa en 54 mil millones de dólares.

Para continuar el momentum político que había despertado sus acciones, anunció una posible acción militar preventiva contra Corea del Norte ante la inminencia de una nueva prueba nuclear por parte del régimen de Kim Jong-un.

Luego de una fallida prueba balística del régimen norcoreano, Trump amenazó otra vez a Kim Jong-un exigiéndoles a China y sus aliados que tomaran acciones o de lo contrario lo haría él solo. A paso seguido envió al portaaviones USS Carl Vinson junto a una flotilla de guerra a la península coreana, desatando una crisis que hasta el momento envuelve a China, Japón, Corea del Sur y tiene en vilo al mundo. En resumen, cien días de horror.

@Corzo360

Por ÁLVARO CORZO V.

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