Trump sabe cómo pelear

El despedido director del FBI, se abstuvo de decir si el presidente Donald Trump obstruyó la justicia. Una audiencia incómoda.

Mariángela Urbina Castilla.
09 de junio de 2017 - 04:09 a. m.
James Comey, exdirector del FBI. / AFP
James Comey, exdirector del FBI. / AFP
Foto: AFP - BRENDAN SMIALOWSKI

James Comey se despertó con unas ojeras de color verde, hinchadas, más del lado derecho que del izquierdo, en el día más importante de su vida. Tenía que testificar en contra del presidente de Estados Unidos, convirtiéndose así, sin más ni menos, en uno de los hombres más influyentes de su país. “Desde Edgar Hoover, ningún cargo no electo ha tenido tanta influencia en la política de EE.UU.”, dijo Carl Benstein, el reportero de CNN que investigó el Watergate.

Sus nexos comprobados con la mafia y su capacidad para levantar al FBI de la completa nada y convertirla en una de las agencias más influyentes del planeta, dotaron a Hoover del aura que tienen los hombres de las grandes novelas. Lo usual y, de hecho, lo que está establecido, es que el FBI no interviene en política. No fue el caso de Hoover, primer director del FBI, y no es el caso de Comey.

“No puedes despedir a Dios”, dijo John Fitzgerald Kennedy, en octubre de 1962, refiriéndose a Hoover. Tal parece que Comey tampoco era un hombre a despedir. El presidente no es el único que ha comprobado su capacidad para ponerlo en jaque. Hillary Clinton ya lo había sufrido en carne propia, cuando en plena campaña electoral, Comey afirmó Clinton había sido negligente en el caso de unos correos enviados desde un servidor privado, en sus tiempos de Secretaria de Estado durante la presidencia de Barack Obama. Ese día, Clinton empezó a perder.

El martes, un día antes de la audiencia que tenía al mundo en vilo, Comey decidió publicar por escrito su testimonio. En el documento de 7 páginas, Comey describía cómo Trump había intentado presionarlo para desviar la atención de las investigaciones sobre la influencia rusa en las elecciones presidenciales del año pasado.

En la prensa estadounidense empezó a sonar que Trump podría ser despedido, o presionado a renunciar. Hicieron comparaciones con Nixon y el escándalo de Watergate. Con la confirmación del testimonio de Comey, apareció una nueva sensación en el ambiente: Que las actitudes de Trump y Nixon tienen similitudes. Que podría ser la segunda vez que un presidente, en la historia de Estados Unidos, se vería obligado a dejar su cargo.

Pero aún estaba pendiente que Comey declarara ante los senadores, en vivo, en una transmisión publicada en los grandes medios del mundo entero. Los integrantes de la Comisión de inteligencia del Senado, congresistas tanto del partido Demócrata como del Republicano, le hicieron una ronda de preguntas y él respondió con sobriedad absoluta y con sus ojos cansados.

Los senadores empezaron elogiando su integridad y su fortaleza. Después vino el interrogatorio.

James Rish abrió su intervención diciéndole que admiraba mucho las siete páginas que tanto el Comité, como los medios, habían recibido el día anterior. Confirmó que las palabras del presidente hubieran sido citadas textualmente por Comey: “tengo la esperanza de que puedas dejarlo ir”. en donde Comey explicaba, detalle a detalle y punto por punto, las minucias de las conversaciones con Trump. “Muy claro y conciso”, le dijo felicitándolo.

Por ejemplo, el exdirector del FBI escribió que había sido presionado a “dejar ir” la investigación sobre Michel Flynn, exconsejero de Trump , involucrado directamente en las supuestas conexiones con Rusia. Todo esto, según Comey, en un esfuerzo del presidente por no salir afectado en medio de la misma investigación.

—¿Y usted entendió el “tengo la esperanza” como una instrucción? —preguntó Rish.

—Sí, yo lo entendí como una orden— le respondió Comey, dándole la cara al mundo.

—¿Pero eso lo entendió usted —agregó Rish— o fue una orden directa del presidente?

—Lo entendí yo, señor.

—¿Conoce algún otro caso de un funcionario que haya sido juzgado a la fecha por decir que “tiene la esperanza”?

—Me queda difícil recordarlo ahora.

—¿A la fecha no conoce ningún caso?

—No, a la fecha no, señor.

Cuando otros senadores le preguntaron por qué no le habló con firmeza al presidente, diciéndole que su actitud no era la correcta, Comey respondió: “tal vez hombres más fuertes lo habrían hecho (...), solo estaba pensando cuidadosamente en cómo responderle. Se trataba del presidente de Estados Unidos”.

Sarah Huckabee Sanders, portavoz de la Casa Blanca, tras terminado el juicio, dijo: “puedo afirmar con seguridad que el presidente no es mentiroso y francamente me siento insultada por el cuestionamiento”. Para algunos líderes republicanos, el testimonio de Comey solo comprueba que Trump no mintió, que simplemente dijo que no estaba relacionado con la trama rusa y según ellos, eso es cierto. La investigación aún no ha arrojado resultados contrarios.

Y mientras Comey declaraba, al otro lado de Washington D.C. Trump asistía a una reunión de líderes religiosos y políticos. “Sabemos cómo pelear y ganar”, les dijo.

Por Mariángela Urbina Castilla.

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