Aló. Estaba esperando su llamada”. Con un tono de voz dulce y con una alegría que no se puede disimular, inició mi conversación con Damaris Mosquera, una mujer de 43 años que vive en Buenaventura, y quien desde hace unos largos meses logró uno de sus más grandes sueños: tener su negocio propio y poder apoyar a sus dos hijas en todo el proceso de madurar y hacerse profesionales. No ha sido una tarea fácil. Como ella relata, pasó por momentos tan oscuros que casi la llevan al borde de la muerte.
Los recuerdos abruman el corazón. Eran tiempos de narcotráfico y excesiva violencia. “Cuando vivíamos en el barrio Seis de Enero, en un mismo día, pusieron nueve bombas. Ese fue el detonante para buscar una mejor vida”, cuenta Damaris, mientras hace una pausa y con un tono de nostalgia comenta que esa mejor vida su esposo se fue a buscarla a Estados Unidos, pero por cosas del destino allá consiguió un nuevo amor y conformó otra familia. “Se olvidó de todo. Se desvió del camino y me tocó empezar sola, por mis hijas, y luchar”.
Esa lucha se tradujo en precariedad. El trabajo entre restaurantes y el lavado de carros no prometía algo positivo, pues además del poco salario, las amistades no eran las mejores. En ese momento, entre la zozobra y las ganas de buscar otro futuro, Damaris se desplazó para Armenia, en donde estuvo dos años con sus hijas, pero la falta de empleo y oportunidades la obligaron a volver a Buenaventura, sin nada. Al regresar a su tierra, se vinculó con un programa para personas desplazadas que le proveía unos recursos con los cuales inició un negocio de empanadas.
Las ganancias no eran muchas, pero llegó otro momento importante para hacer un alto en el camino y decidir qué haría con su vida. La primera opción fue estudiar estética, una de sus hermanas estaba también aprendiendo y el tema le gustaba. Pero no tenía los medios económicos, y como ella lo expresa, “Dios puso una amiga que me prestó $300.000 para el curso. Debía pagarle diario, pero ese dinero fue mi pasaje para una nueva vida. Era mi oportunidad”.
Cuando Damaris empezó sus estudios, tuvo que abandonar el lugar donde trabajaba porque no le daban el tiempo para capacitarse y, sin dudarlo, se la jugó por su sueño. Así, entre clases de anatomía y estética empezó a memorizar con sus manos esos saberes que para ella era imposible guardar en su mente. Tomó varios cursos de masajes y empezó a poner en práctica sus conocimientos en una empresa que la contrató y en la cual duró tres años hasta que tuvo una oportunidad para poner su negocio propio.
Con dinero prestado y con la convicción de que le iba a ir bien, compró sus camillas y los clientes no se hicieron esperar. Pero, como ella dice, “la envidia siempre está presente”. La dueña del local le subió un millón de pesos al arriendo y tuvo que buscar otro lugar. Su experiencia en negocios no era amplia, entonces, como un reto más, arrancó con Estética Bambú y un equipo de trabajo, pero hacía falta una estrategia para sostener el negocio. Por esos días, y como “caído del cielo, la Fundación Carvajal hizo una convocatoria para capacitar a los emprendedores”.
El proyecto se llama Empleos para Construir Futuro, lo lidera la Cuso International, con el apoyo de la Embajada de Canadá, y como socio implementador la Fundación Carvajal. Este nació en agosto de 2016 con un objetivo claro: promover el empleo inclusivo o la búsqueda de oportunidades laborales para la población vulnerable, especialmente mujeres, personas jóvenes y víctimas del conflicto armado. Entre las rutas de acción del proyecto, se encuentra empleabilidad y fortalecimiento empresarial.
La primera busca capacitarlos en temas de trabajo en equipo, adaptación al cambio, liderazgo, negociación y valores sociales. Además, darles un apoyo psicosocial y jurídico, entre otros. Esto se logra con el compromiso de las empresas, con quienes antes de capacitar a las personas, crean las vacantes y establecen un perfil de lo que necesitan. “Esto beneficia a la empresa y a la comunidad. Es un trabajo en equipo que genera desarrollo”, indica Johanna Urrutia Muñoz, coordinadora de proyectos de la Fundación Carvajal, quien lleva dos años en la implementación del proyecto y reconoce que es una oportunidad para ayudar a las personas y acompañarlas a cumplir sus sueños.
El segundo es el fortalecimiento empresarial, un ejercicio que, desde hace 30 años, la Fundación Carvajal ejecuta con habilidades gerenciales y técnicas. Los temas que se manejan van desde planeación, costos, toma de decisiones y empoderamiento. Estas clases se realizan en los centros de la organización y allí, entre la práctica y simulación de situaciones reales, las personas aprenden a enfrentar retos y a hacer de su negocio algo sostenible. Y las palabras de Damaris lo confirman: “yo iba a tomar mis clases, me enseñaron cómo manejar mi negocio, volver a soñar y empoderarme. Porque cuando uno está en la pobreza, no es solo la falta de dinero, sino que te roba la vida y los sueños”.
Muchas personas le apuestan a la creación de empresa, pero no cuentan con los conocimientos necesarios para que su idea de negocio realmente despegue y sea rentable en el largo plazo. Según Alejandro Matos, director de Cuso International, en Colombia, “una alternativa de generación de ingresos es la puesta en marcha de proyectos productivos para disminuir esa brecha de pobreza y generar desarrollo”.
Los resultados del proyecto ya son una realidad. Según Johanna Urrutia, cuando se termina la capacitación se hace un acompañamiento a los empresarios y la rentabilidad puede aumentar en un 78%. Damaris, por ejemplo, cuenta con un equipo de trabajo de cinco personas, que ahora tienen un empleo formal, sus ingresos han aumentado y su vida dio un giro radical. Ahora vive en un barrio más seguro, sus hijas están a pocos meses de graduarse como profesionales y tiene como objetivo ampliar el centro de estética, enseñarles a las personas de pueblos cercanos lo que sabe y hacer jornadas de salud. “Nunca tuve tantas ganas de salir adelante. Ya no tengo miedo, aprendí a liderar y a soñar. Ahora solo quiero compartir y enseñar lo que Dios ha puesto en mi camino”, puntualiza Damaris con esa sonrisa que la caracteriza.