Venezuela y la amenaza dictatorial

Lo que ocurrió en el país vecino este año evidenció que la elección de un mal gobierno puede llevar a un país, y a sus ciudadanos, a la ruina.

Ronal F. Rodríguez *
17 de diciembre de 2017 - 06:00 p. m.
Las protestas, que comenzaron el 1° de abril en Venezuela, causaron 121 muertos y casi 2.000 heridos, según cifras extraoficiales. Duraron casi cinco meses. / AFP
Las protestas, que comenzaron el 1° de abril en Venezuela, causaron 121 muertos y casi 2.000 heridos, según cifras extraoficiales. Duraron casi cinco meses. / AFP
Foto: AFP - RONALDO SCHEMIDT

Hace veintiocho años ocurrió el peor estallido social de la historia de Venezuela: la madrugada del 27 de febrero de 1989 las manifestaciones populares desencadenadas por el aumento del transporte público se hicieron violentas, una oleada de protestas y saqueos se tomó Caracas y otras importantes ciudades. El gobierno respondió activando el “Plan Ávila”, lo que les permitía a las Fuerzas Armadas actuar para controlar el orden público. Las cifras oficiales hablan de aproximadamente 300 muertos, las extraoficiales redondean la cifra por los 3.000.

La emblemática democracia partidista venezolana atravesaba lo que hasta aquel entonces se consideraba su peor crisis, al Caracazo siguieron dos intentonas de golpe de Estado y la salida de un presidente por corrupción. El descrédito de los partidos políticos, el desgaste del modelo económico rentista y el espíritu proclive al personalismo de los venezolanos fueron el caldo de cultivo para el salto al vacío: la elección de Hugo Rafael Chávez Frías como presidente de Venezuela.

En el próximo año se cumplirán dos décadas de la primera elección de Chávez y los venezolanos tendrán que asistir a las urnas para “elegir” al próximo presidente. La crisis política, económica, humanitaria y de seguridad que vive Venezuela actualmente es dramáticamente peor que la de finales del siglo pasado y el gobierno chavista en cabeza de Nicolás Maduro ha demostrado que la amenaza dictatorial está vigente en América Latina.

En el 2017 aprendimos del caso venezolano que la elección de un mal gobierno puede llevar a la ruina de un país y sus ciudadanos. Si bien el Caracazo fue el peor estallido social, el año que termina es el peor de la historia reciente, hasta ahora. Cinco cosas que aprendimos del 2017 venezolano:

1. Elecciones no es igual a democracia

Se suele creer cándidamente que si hay elecciones hay democracia. Pero el gobierno de Nicolás Maduro es un claro ejemplo de que las elecciones no implican necesariamente democracia. En el 2017 se celebraron cuatro procesos electorales, el primero un plebiscito organizado por la oposición contra la Asamblea Nacional Constituyente (ANC), el cual no estaba dentro del marco “legal”, pero sí fue una expresión importante de los ciudadanos venezolanos. El segundo fue la elección de los “constituyentistas”; el tercero, la elección de gobernadores; y finalmente, la elección de alcaldes. Los tres últimos procesos se caracterizaron por estar dentro del supuesto marco “legal”, pero son muy cuestionados por sus convocatorias, procesos y resultados.

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2. La importancia de la separación e independencia de los poderes públicos

El Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) y el Consejo Nacional Electoral (CNE) son los grandes cómplices del deterioro de la democracia venezolana. A través de sentencias, el primero, materializó la voluntad del gobierno aún en contra de lo expresado literalmente en la Constitución de 1999. Y el segundo se convirtió en un instrumento para encubrir con “elecciones” las medidas dictatoriales que tomó el gobierno a lo largo del año.

Pero lo que sin lugar a duda quebró el sistema democrático fue la instalación de la Asamblea Nacional Constituyente, un suprapoder invocado por el Presidente sin el consentimiento y anuencia ciudadana. Esto, supuestamente para resolver los problemas de Venezuela con una nueva carta constitucional; pero desde su posesión, hace más de cuatro meses, la crisis humanitaria y económica del país se han acelerado. La ANC no ha trabajado un sólo día en la creación de la nueva Constitución, ni siquiera se tiene claridad de sus procedimientos para el debate de la nueva carta; por el contrario, se ha dedicado a expedir unas “leyes constitucionales”, en un marco procedimental oscuro, que buscan legitimar la persecución de los opositores y de todo aquel que no se pliegue a la voluntad del chavismo.

3. No hay dignidad en la escasez

El discurso chavista recurre a una interpretación de la dignidad, en la misma línea del discurso cubano, exaltando el sufrimiento y la escasez como una muestra de heroísmo contra un supuesto enemigo externo.

Discurso con el cual busca explicar y justificar los malos resultados de su gestión, incluso pretende dignificar el sufrimiento de los ciudadanos alegando que todo es consecuencia de un plan orquestado desde Colombia, Estados Unidos y España. No obstante, detrás de ello se esconde un perverso instrumento de dominación que reduce al ciudadano a un mínimo de supervivencia. Se deja de pensar en el mañana y se empieza a vivir el día a día, el ahora, el buscar el alimento, el efectivo, las medicinas. No le da tiempo de leer, de informarse, de discutir, de concientizarse de su situación, porque se regresa al nivel básico de supervivencia.

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Los ciudadanos, la mayoría opositora y la minoría chavista centran sus vidas en conseguir lo básico. Una bolsa de jabón para la ropa se convierte en un presente de cumpleaños porque demuestra el afecto, por lo significativo que es el regalo en un país donde los productos de aseo son escasos.

4. En la división está la derrota

La oposición venezolana inició el año sumida en la depresión por la cancelación del referendo revocatorio y la fallida negociación, desconectada de las bases y profundamente dividida. A lo largo del año logró recomponerse ante la arremetida del TSJ contra la Asamblea Nacional. La ruptura del orden constitucional unificó a la oposición y logró grandes movilizaciones, a pesar de la represión, y también organizó el plebiscito que parecía ser el inicio del fin de la era chavista.

Pero las cuestionadas elecciones de gobernadores y alcaldes lograron fracturar gravemente su unidad. Desde 2008 la Mesa de Unidad Democrática había centrado su estrategia en derrotar electoralmente al chavismo, las dos últimas elecciones de Asamblea Nacional y el recorte de la diferencia en las presidenciales evidenciaban que la estrategia funcionaba. Pero las condiciones cambiaron, el CNE dejó de fingir neutralidad y se esforzó por complacer a Maduro y su ANC.

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Dicha arremetida debilitó la posición de la estrategia electoral y disgregó a la oposición. De no ser por el apoyo internacional del Grupo de Lima y las sanciones internacionales que han caído sobre el gobierno, los contradictores del chavismo no tendrían margen de maniobra para el proceso de negociación que se adelanta en Santo Domingo.

Las elecciones presidenciales muy seguramente serán adelantadas, y los principales líderes están impedidos para participar, la única posibilidad de la oposición es reinventarse como lo hicieron con el plebiscito hace unos meses, y hacer de la división, un tema de pluralidad y de recomposición ante un gobierno dictatorial.

5. La crisis venezolana es un problema colombiano

La situación continuará deteriorándose en Venezuela, la crisis humanitaria y económica empujará a que más venezolanos tomen la decisión de cruzar la única frontera viva, la nuestra. Una de las estrategias del gobierno chavista es desmotivar a los sectores opositores y presionarlos hasta obligar a la emigración, pero también limita sus derechos de movilidad internacional restringiendo procesos como acceso a pasaportes y apostillado de documentos.

En otras palabras, obliga a que sea una emigración ilegal, teniendo por objeto que pierdan sus derechos políticos y no puedan participar desde el exterior en ninguna elección. Hoy, más de dos millones de venezolanos han dejado su país, sin contar a quienes que tienen doble nacionalidad, lo que puede duplicar o triplicar dicha cifra.

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En Colombia, según datos oficiales, se encuentran 470.000 venezolanos, sin contar los colombo-venezolanos; dicha migración transformará a nuestro país mucho más que el posconflicto y el eventual proceso con el Eln.

Otras cosas que aprendimos, pero que merecen artículo aparte: que el chavismo está dispuesto a matar; que la Fuerza Armada Nacional Bolivariana es un negocio; y también que el bolívar no vale un peso.

* Politólogo, internacionalista y Mg. CP, profesor e investigador del Observatorio de Venezuela de la Universidad del Rosario.

Por Ronal F. Rodríguez *

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