Viaje al país populista de Maradona

El Espectador estuvo en la llegada del legendario ídolo como técnico del antiguo club de La Plata y se encontró con un país al vaivén del fútbol y la política. Crónica.

Nelson Fredy Padilla * / Enviado especial
15 de septiembre de 2019 - 02:00 a. m.
Diego Armando Maradona, el domingo pasado en el estadio El Bosque, frente a la barra de "El Fierro", la más tradicional y poderosa de Gimnasia y Esgrima de La Plata, a 60 kilómetros de Buenos Aires. 
/ AFP
Diego Armando Maradona, el domingo pasado en el estadio El Bosque, frente a la barra de "El Fierro", la más tradicional y poderosa de Gimnasia y Esgrima de La Plata, a 60 kilómetros de Buenos Aires. / AFP

Desde la primera avenida de La Plata hasta el estadio de Gimnasia y Esgrima encuentro a Diego Maradona santificado en los muros y en los postes del alumbrado público. En letras azules sobre papel blanco se anuncia que D10s está aquí, entre lobos, como se identifican  los hinchas del club más antiguo de América (1887), uno de los  más populares  de Argentina y que no ha sido campeón de liga profesional. (Más: Trailer del nuevo documental sobre Maradona).

De Maradona, para muchos el mejor futbolista de la historia, se ha dicho de todo, pero los pasacalles que cuelgan de los árboles sembrados frente al estadio El Bosque revelan una nueva historia: “La banda de Fierro te da la bienvenida” y “La cuna de Cristina. Bienvenido compañero”. El primero, me advierte un barra brava al que llaman el Ruso, que luce en el pecho el letrero “Liderar” y les da órdenes a “Los pibes del Lobo”, representa la ley de la tribuna, la que manda aquí por encima de las directivas del club y de las autoridades locales, como sucede en más de 20 canchas profesionales del Gran Buenos Aires, lo cual ha llevado a la Policía a prohibir la entrada de 300 cabecillas ligados a una violencia de tres cabezas: fútbol, calles y política.

La procesión viene del barrio El Mondongo, el patio trasero de la cancha, con eco de tambores sellados con tripa de vaca. “Que te banque la de Fierro es todo aquí”. Bajo el mando de Cristian Camillieri, el Volador, caciques como el Ruso organizan quién entra, qué tribuna ocupa y con qué trapos (banderas y letreros). Los vendedores ambulantes también se ciñen a sus reglas y cuotas, más el día en que “Diego hizo que lloviera plata, porque vendés desde un bonete hasta un cuadro”. La sorpresiva llegada de Maradona como técnico de Gimnasia, último en la tabla y casi condenado al descenso, reunió el domingo pasado a 25.000 seguidores, gentío que el Volador moviliza también cuando buscan dividendos comunales, sindicales y electorales, amplificados a través del gremio de las influyentes Hinchadas Unidas Argentinas. (Más: Maradona, el conspirador político en Colombia).

Acusado de intimidar a quienes no ceden a sus presiones, fue detenido por la Policía el año pasado en posesión de pistola y munición. Es de los que tienen prohibido el ingreso a los palcos, pero sus ayudantes dicen: “Si el Diego quiere que nos matemos por Gimnasia, que permita que el Volador vuelva a la 22”. Estos fanáticos saben de sus líos, pero hacen oídos sordos a las acusaciones criminales, porque es el heredero del poder de Marcelo Amuchastegui, el Loco Fierro, un Robin Hood local del que dicen defendía a cualquier hincha de las afrentas de otras barras, en especial de la de Estudiantes de La Plata, cuya cancha está al otro lado de la calle, pasando una frontera simbólica remarcada para esta ocasión con líneas azul y blanco.

Dos estadios profesionales contiguos para una ciudad de algo más de 700.000 habitantes, capital de la provincia y a solo 60 kilómetros de Buenos Aires, que tiene en las afueras, por si fuera poco, otro escenario más grande y moderno llamado el Único. Canchas y barrios populares, así el fútbol congrega y representa a este país. Me lo redondea Pablo Biffi, periodista del diario Clarín: “Es un retrato de la Argentina, que es un despropósito”.

Volviendo al Fierro, me dicen que robaba, sin explicar qué ni dónde, para darles de comer a los hambrientos de los barrios más pobres, en especial El Mondongo. Lo mataron en 2001 en un tiroteo, al parecer en un asalto, y lo corean junto a las leyendas deportivas del equipo: el futbolista Guillermo Barros Schelotto y los técnicos Carlos Timoteo Griguol, Roberto Perfumo y Pedro Troglio. La esencia de la hinchada son las llamadas “villas miseria”, como Villa Fiorito, sur de Buenos Aires, donde Maradona creció en la pobreza, rezándole a la Virgen de Nuestra Señora de la Abundancia. Como escribió en su libro biográfico Yo soy el Diego de la gente, nunca dejará de ser el Pelusa del barrio, “el ídolo de los pibes más pobres”.

Maradona, que a los 58 años de edad camina con dificultad por una reciente operación de rodilla y habla confuso —por los efectos de las drogas que toma y las que dejó de consumir—, lo gritó a sus jugadores después de llorar en la presentación del domingo pasado: “Quiero que dejen todo, porque esta gente se lo merece. Les falta para comer e hicieron ranchada para venir a verme a mí y a ustedes”.

Lalo Falcioni, de Rosario 3, lo ratifica: “Tal vez, antes de decirle que sí al Lobo, Maradona se miró en ese espejo de patas sucias, de ninguneados, de empujados a los márgenes”. “El Diego sabe quiénes somos los de la popular; triperos, basureros”, me dice un apasionado del sector de El Churrasco, en referencia a la historia de matarifes y recicladores de esta parte de la ciudad. La mayoría son jóvenes que no vieron jugar al campeón mundial de 1986, pero me muestran videos, saben lo que significa, como saben quién era René Favaloro, el médico cardiovascular que trabajó por estos marginados hasta su suicidio en el año 2000. Traen pancartas donde “Favaloro saluda a Maradona”.

Es la atmósfera maradoniana que en más de tres décadas ha dado hasta para iglesias, una psicopatía que mueve y transforma equipos y ciudades, como a Nápoles entre 1984 y 1990, donde se hizo D10s y fue capaz de sobrevivir a los peligros de la camorra italiana, época en la que se centra la reciente película de Asif Kapadia sobre este “Rebelde. Héroe. Estafador. Dios”. El manipulador que retrató Kusturica en su documental, que estuvo en Bogotá en 2015 vendiéndose como “el Diego de la paz”, en el hotel Marriott, junto a la dirigente de izquierda Piedad Córdoba; un hombre tan poderoso, para bien y para mal, que confronta a los regímenes de derecha y se declara soldado del chavismo venezolano.

Si quisiera, en un país de populismos exacerbados como Argentina, podría aspirar a ser presidente. Su lado político reapareció en la primera rueda de prensa en La Plata. De entre el público salió la hermana de Cristina Fernández de Kirchner, presidenta de Argentina entre 2007 y 2015, y le regaló un rosario a Diego. Él, que apoyó ese mandato, le firmó la camiseta que usaba su madre, una de las seguidoras más recordadas de Gimnasia, y se abrazaron. El nuevo técnico habló como si fuera candidato: “La gente está haciendo estragos para llegar a fin de mes. No trabajas, no puedes llevar para llenar la olla. Llevamos muchos años, como cuando tenía cinco, y no ha cambiado nada. Pido un mejor pasar, quiero un país sonriente y no lo veo sonriente para nada”.

Los moradores de La Plata cuentan, entre mate y mate, que, por conveniencia, la política se mezcló con las barras y que el kirchnerismo las manipula con contratos y puestos de trabajo. Es el movimiento creado por Néstor Kirchner, presidente entre 2003 y 2007, y sostenido por su esposa Cristina, nacida en esta ciudad y ahora aspirante a vicepresidenta con Alberto Fernández como el candidato presidencial favorito para las elecciones del 27 de octubre, con 20 puntos de ventaja en las encuestas sobre el actual presidente de Argentina, Mauricio Macri, no por casualidad expresidente del club de fútbol Boca Juniors.

Comenté que ahora entendía la valla en la que la “cuna de Cristina” daba la bienvenida al compañero Maradona y un hincha me alegó: “No. Pará. Acá no importa Macri, Menem, ni Cristina, primero está Gimnasia, luego sigue el Diego y la política no existe”. Otro me dijo: “A esos no les digás que eres colombiano porque en las presidenciales pasadas (2015) negociaron con (Francisco) De Narváez —empresario colombiano nacionalizado argentino que fue diputado del justicialismo— y los engañaron”.

Pero la mayoría de lobos son familias completas y pacíficas. La de Sebastián Quidir es de Villa Elisa y la conocí renovando su afiliación al equipo: “Gimnasia significa todo. A mí me hicieron hincha de chiquito, arrancando desde mi abuelo, mi tío estuvo en la comisión. Somos socios desde siempre, aunque después por tema económico dejamos de pagar y ahora nos ponemos al día movidos por el tema de Diego”. Estaba con su hermano y también hicieron socia a su sobrina, una bebé de un mes. Pagarán dos cuotas de 1.050 pesos, unos US$18. “Andamos jodidos económicamente, de diez personas ocho están mal, pero este esfuerzo va más allá”.

“Es una fiesta. Diego revolucionó todo. El tipo lo que toca lo convierte en oro. Imaginate que Dios toque tu club, que salga a tu cancha y llore el mejor jugador de la historia. Eso pone la piel de gallina”. Le pregunto a Sebastián si no será un espejismo, como las promesas de los políticos. “Ningún espejismo. Le va a venir bárbaro a Gimnasia, a la ciudad. Fijate que esto salió en todo el mundo, va a venir turismo, habrá más laburo. Diego genera plata y dejará al equipo en primera”. Por si acaso, Maradona les dijo: “No soy mago”.

Entre los jugadores del club, incluido el defensor colombiano Janeiler Rivas, la aparición de Maradona es una inyección anímica para un once calificado como de media o baja tabla. Claro que con los millones que movilizará D10s, sobre todo por derechos internacionales de televisión, ya prometen refuerzos para fin de año. “Mientras, estos van a sacar fuerza de donde no la tengan y se van a romper el alma”, cree Sebastián.

Algunos no le dan tanta importancia al tema. Dicen que pasará a segundo plano el año entrante, cuando el Circo del Sol venga a Argentina con el show Messi10. Cristian Grosso, columnista del diario La Nación, reconoce que en Maradona la “chapa de héroe popular es inoxidable”, pero plantea que el tema de fondo es el declive de un ídolo que, desde 1994, ha demostrado que es mal técnico —por eso lo cubrirá Sebastián Méndez—, incluso con la selección nacional y Messi como capitán: “Busca cobijo afectivo, necesita que lo quieran… Maradona no soporta ser el maravilloso recuerdo de un pueblo”.

El analista Falcioni lo ve como el regreso de “un ángel exterminador”, que vuelve a Argentina para gritar que está vivo y “quiere joderles la vida a los que piensan que solo es un pobre negro drogadicto. Nos corrió otra vez del eje, nos obligó a sentar posición, a amarlo, a odiarlo, a angustiarnos por anticipado”.

¿Qué pasará? Saliendo de La Plata me fijo que en algunos letreros pegados con engrudo anotaron: “No hay D10s sin temor”.

* Autor de los libros sobre fútbol Vivir un Mundial (eLibros Editorial) y James, su vida. Retrato de un país y un héroe (sello Aguilar)
npadilla@elespectador.com

Por Nelson Fredy Padilla * / Enviado especial

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