Guerrero no es el epicentro del conflicto en México pero sí es el lugar donde la barbarie ha sido peor. Fue en ese Estado donde narcotraficantes y agentes corruptos desaparecieron a 43 estudiantes de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Y es allí donde se ha vuelto costumbre encontrar bolsas con cadáveres. Hoy fueron hallados tres cuerpos en la autopista que va de la Ciudad de México a Acapulco. Puntualmente, a las afueras de Chilpancingo, capital de Guerrero.
En esa misma ciudad hubo otros tres asesinatos. Dos de los cuerpos fueron hallados en el barrio Panorámica y un tercero en la colonia Los Manantiales. Este Estado se ha acostumbrado a esta historia. Y es que aunque las bolsas con cadáveres son comunes. En muchos casos los criminales ni siquiera tratan de esconder a sus víctimas. El pasado 29 de enero, ocho personas fueron halladas decapitadas y con visibles signos de tortura en la ciudad de Tixtla.
Ni siquiera en Navidad hay paz en Guerrero. Siete personas fueron asesinadas el pasado 25 de diciembre mientras festejaban. Esto en el municipio de Atoyac. Los muertos fueron tres hermanos, su padre, su tío, y un hombre y una mujer que estaban invitados a la fiesta en este municipio cafetalero de Guerrero.
Para las autoridades, esta (ni tan) nueva ola de violencia se debe a enfrentamientos entre estructuras narcotraficantes. La misma historia de siempre, aunque, en este caso, con protagonistas distintos: Los Ardillos, El Cartel de la Sierra y Los Jefes (antes llamados Los Rojos). Tres carteles que se disputan el Estado debido a su posición estratégica sobre el oceano Pacífico y por ser un Estado donde, por sus condiciones geográficas, se produce una cantidad importante de estupefacientes.