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Blatter reescribe su código ético

El Espectador publica en exclusiva un capítulo de “La caída del imperio”, el libro del periodista británico Andrew Jennings, que anticipó el mayor escándalo de corrupción del fútbol mundial.

Especial para El Espectador*
16 de agosto de 2015 - 02:22 a. m.
El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, está en el ojo del huracán por tapar sobornos desde la época de su antecesor, el brasileño João Havelange. / AFP
El presidente de la FIFA, Joseph Blatter, está en el ojo del huracán por tapar sobornos desde la época de su antecesor, el brasileño João Havelange. / AFP

 

MAYO DE 2002, Seúl. “Un gran soborno para Havelange llegó accidentalmente a la FIFA, fue una pesadilla para todos nosotros y Joseph Blatter tuvo que resolverlo”. La llamada venía de Corea, quien hablaba era uno de los más altos directivos de la FIFA y estaba en Seúl haciendo los arreglos finales para la Copa del Mundo y el congreso de la FIFA. Habían pasado cinco años desde que él había sido testigo de la conmoción de Blatter cuando el soborno para João Havelange aterrizó por error en la FIFA, en lugar de hacerlo en una de las cuentas personales en Brasil.

Pero recién ahora se sentía seguro para contármelo. Había invertido media vida trabajando en la FIFA y había visto la asociación tripartita descaradamente corrupta entre Havelange, el Hombre de la Bolsa de ISL, Jean-Marie Weber, y Blatter. El funcionario no tenía dudas sobre lo que había sucedido. Por supuesto, Blatter sabía que estaba manejando un soborno de ISL para su jefe. Se podrá decir lo que sea de él, pero nadie jamás pensó que Blatter fuera estúpido. Había sido entrenado por Horst Dassler en la década de 1970 para poner el fútbol mundial a disposición de Adidas y, más tarde, de ISL; había rescatado a ISL en 1996 de la oferta de mil millones de dólares de IMG: no es creíble que él no supiera que estaba manejando un soborno.

¿Qué otra cosa podía ser un pago de 1’500.000 francos de la compañía ISL al presidente de la FIFA? La llamada desde Seúl de mayo de 2002 llegó cuando la FIFA estaba siendo desgarrada desde su interior. La UEFA lideraba el embate para desbancar a Blatter pero, para fin de mes, Blatter dividiría a sus enemigos y conservaría el trono de presidente. A principios de ese mes, yo, en cambio, la estaba pasando de maravillas, me estaban ofreciendo historias exclusivas sobre el lado oscuro y oculto de la FIFA.

Le pregunté a la fuente si tenía algún documento. Me dijo que no; no tenía acceso al archivo de extractos bancarios de cuentas y no recordaba una cifra precisa. Pero había estado en la oficina del entonces secretario general Blatter cuando el soborno llegó, y vio a su jefe entrar en pánico al ver el mayor escándalo de corrupción en el mundo del deporte expuesto ante sus ojos. Recordó que la suma en el recibo de pago del banco estaba en francos suizos. El soborno tenía sentido.

Dos semanas antes, yo había publicado documentos exclusivos que revelaban cómo Blatter y Havelange habían bloqueado la oferta de mil millones de dólares de la compañía estadounidense de marketing deportivo IMG, que trataba de dejar a ISL fuera de los maravillosos contratos de la Copa Mundial. Se podía esperar que Havelange recibiera su recompensa. Hablé con mi editor y el 25 de mayo de 2002 publicamos, en el Daily Mail de Londres, un artículo precavido que, sin nombrar a Havelange ni a Blatter, decía que un soborno de alrededor de 500.000 libras esterlinas había llegado accidentalmente a la FIFA, de parte de ISL, para “un alto funcionario de la FIFA”, y que se había intentado persuadir al banco de la FIFA para que borrase cualquier registro de ese pago.

Habíamos puesto la historia del soborno sobre la mesa. Ocho años más pasarían antes de que yo pudiera echar mano a la evidencia, la lista de sobornos, y descubrir el pago realizado a Havelange en marzo de 1997, registrado entre los abonos secretos de ISL como “Garantie JH”. Mientras tanto, era un tema demasiado importante para olvidarlo. Era la clave para probar la corrupción de Havelange y Blatter.

VIERNES 5 DE DICIEMBRE DE 2003, Frankfurt. Es el sorteo de clasificación de la Copa del Mundo de 2006. Durante toda la semana, unos mil funcionarios de la FIFA y delegados de las asociaciones nacionales de todo el mundo han estado de fiesta en Alemania. Pensé que podría añadir algo al festejo, que estaba inundado de autocomplacencia. Esa mañana publiqué la historia del soborno nuevamente. Ahora tenía una segunda fuente que también había estado en la oficina de Blatter, y estaba seguro de que el secretario general sabía que el pago que tenía entre manos era un soborno. Él no quiso ser citado. Pero yo tenía una grabación de audio de la conversación para hacer escuchar a mis abogados.

Sin un documento de respaldo, aún no podía publicar que el pago había sido para Havelange. Comencé el artículo así: “Un alto funcionario de la FIFA recibió un enorme pago secreto de la compañía suiza a la que se adjudicaron los lucrativos derechos de televisación y comercialización de las copas mundiales de 2002 y 2006. El pago debió haber ido directamente al funcionario, cuyo nombre es conocido por nosotros, pero accidentalmente terminó en una cuenta bancaria de la FIFA, provocando pánico en los niveles superiores de la organización”. Terminamos la historia, de casi una página, con una gran foto de Havelange con la Copa del Mundo. El presidente Blatter no nos preguntó quién había obtenido el dinero.

23 DE ENERO DE 2004, ciudad de Túnez. Aquí vamos de nuevo. Me han prohibido entrar a las conferencias de prensa de Blatter por todo un año, pero igualmente viajé a la Copa Africana de Naciones. Un amigo nigeriano me ayuda a entrar. A mitad de la sesión de “encuentro con la prensa” de Blatter, me pongo de pie y pregunto: “Después de la firma del último contrato de comercialización y TV con ISL, para 2002 y 2006, un pago secreto de un millón de francos suizos de parte de ISL llegó por accidente a la cuenta bancaria de la FIFA. Se alega que usted, como secretario general en ese momento, ordenó que el dinero fuera trasladado de inmediato a una cuenta privada de un funcionario de la FIFA. ¿A quién fue enviado?”.

Blatter está traumatizado. Su rostro se desinfla. Su sucio secreto está siendo ventilado en público, una vez más. Entonces, dice fríamente: “No voy a entrar en una discusión aquí, en esta conferencia de prensa y, además, creo que eso está totalmente fuera de las cuestiones que nos gustaría discutir hoy en África, junto con los periodistas africanos”. El intercambio, filmado por un equipo de televisión alemán, se emitió internacionalmente.

MAYO DE 2006, Londres. Mi libro Tarjeta roja es publicado y pronto está disponible en dieciséis idiomas. El primer capítulo comienza con el soborno que llega a la FIFA y sigue con mi pregunta a Blatter en Túnez. Recibo llamadas telefónicas de reporteros suizos: “Blatter dice que su historia es completamente falsa —me dicen—. Ningún pago de ese tipo llegó jamás. Él dice que usted ha inventado la historia”.

El 11 de junio, la BBC transmite mi primera investigación televisiva sobre la corrupción en la FIFA. La historia del soborno ocupa el centro del escenario. Primero mostramos las imágenes de Túnez de hace dos años. Luego, aún teniendo el ingreso prohibido a sus conferencias de prensa, aparezco desde detrás de un árbol en los jardines de la FIFA House y lo sorprendo en un sendero. Mis dos camarógrafos entran en acción y yo trato, una vez más, con el presidente de la FIFA:

A.J.: Déjeme preguntarle, ¿sabe usted qué funcionarios del fútbol aceptaron sobornos de la empresa de marketing ISL?

Blatter: Lo siento, no hablo sobre eso.

A.J.: ¿Sabe usted qué funcionarios del fútbol aceptaron pagos de la empresa de marketing ISL?

Blatter: No respondo estas preguntas.

A.J.: ¿Va a decirme quién aceptó el soborno de un millón de francos? […] Me han dicho que usted ordenó que ese soborno fuera transferido al hombre cuyo nombre estaba en el recibo, ¿me puede decir a quién fue?, ¿fue al presidente Havelange?

Blatter huyó hacia el edificio de la FIFA y ordenó a sus funcionarios que vigilaran todas las puertas, en caso de que lo persiguiéramos por los pasillos.

Los reporteros no trabajamos para ser queridos. Es nuestra responsabilidad hacer preguntas duras a los ricos y poderosos. Formulé la misma pregunta acerca de Blatter, Havelange y ese soborno en otras ediciones de Panorama en 2010 y 2011. Ante la Comisión de Educación, Cultura y Deporte del Senado de Brasilia, en octubre de 2011, mostré el documento que prueba el soborno a Havelange, y lo mismo hice un mes más tarde en París, en una reunión del Comité de Cultura, Ciencia y Educación de la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa.

Por fin, en junio de 2012, llegó a nuestras manos el largamente suprimido informe de la investigación del magistrado Thomas Hildbrand sobre la corrupción en la FIFA. ¡Allí estaba la prueba oficial! En la página 33, el punto 6.6 lo confirmaba con una hermosa claridad: “El descubrimiento de que la FIFA tenía conocimiento de los pagos de sobornos realizados a personas de sus dependencias no se cuestiona”. Eso fue todo. ¡La FIFA, es decir Blatter, lo sabía! No era una sorpresa para mí, pero fue grandioso ver una confirmación independiente.

Hildbrand continuó: “Esto es, en primer lugar, porque varios miembros del Comité Ejecutivo habían recibido dinero y, además, entre otras cosas, fue confirmado por el ex director financiero de la FIFA, siendo testigo de que cierto pago hecho a João Havelange por la compañía ISL por valor de un millón de francos suizos fue erróneamente transferido directamente a una cuenta de la FIFA; no sólo el CFO (director financiero) tenía conocimiento de esto, sino también, entre otros, P1 (el presidente Blatter) también lo habría sabido”.

A diferencia del grupo privado de Pieth, y de la nueva y también privada Comisión de Ética, con sus dos cámaras, todos elegidos y pagados por Blatter, este informe era de un investigador público independiente, quien trabajaba estrictamente según la ley suiza, que es pública. Él estaba declarando que Blatter sabía que estaba manejando un soborno para Havelange.

Sólo un funcionario del fútbol en todo el mundo pidió la destitución de Blatter; el Comité Ejecutivo se mantuvo en silencio, todas las 209 asociaciones nacionales (incluida la colombiana) también, así como los patrocinadores y el gobierno de Brasil, que pudo haber utilizado este dictamen para defenderse de las exigencias de la FIFA de obtener privilegios impositivos y de otros tipos. Blatter encontró a un reportero de Reuters que no lo cuestionaba y le dijo: “Yo no supe sobre el soborno hasta más tarde, hasta después del colapso de ISL, en 2001”. Esta mentira fue publicada en todo el mundo.

* * *

El único que acusó al zar del fútbol

El único oficial del fútbol que habló contra el presidente de la FIFA, Joseph Blatter, fue Reinhard Rauball, presidente de la Liga Alemana de Fútbol. “Blatter debería entregar su cargo a otra persona tan pronto como fuera posible”, dijo a Die Welt. “Por el bien de la credibilidad del proceso de reforma, la FIFA necesita a alguien que esté dispuesto a comenzar de nuevo limpiamente. Siempre es dificultoso cuando alguien que es parte del problema pretende permanecer cuando el cambio es necesario”. Blatter ignoró a Rauball y desvió la atención con un comentario venenoso sobre Havelange: “Él es multimillonario. No puedo creer que haya recibido sobornos. No necesita hacerlo”. Por supuesto que Blatter sabía que Havelange había aceptado sobornos, pero al confirmar que era rico estaba socavando las afirmaciones hechas por el Viejo a Hildbrand, en el sentido de que él no era lo suficientemente rico como para pagar un gran reembolso.

Las regulaciones: ¿Cómo se salieron con la suya?

Es hora de volver atrás y estudiar las nuevas reglas ingeniosamente creadas por Blatter. Parece otro de los documentos de rutina de la FIFA. Pero es crucial en la deshonesta campaña de Blatter para suprimir la verdad. Con tapa color azul oscuro y 56 páginas, se denomina “Regulaciones de organización de la FIFA”. Aprobado por el comité ejecutivo de Blatter el 21 de marzo de 2013, marcó el paso final en su destrucción de la reforma y la transparencia. El documento se encuentra allí, en fifa.com. ¿Alguien se ha molestado en leerlo?

En la página 8 se nos dice que todas las reuniones del comité ejecutivo son “confidenciales”. En la página 12 el mantra se repite para todas las comisiones de la FIFA: son “confidenciales”. ¿Y qué dice sobre la Comisión de Auditoría y Conformidad, supuestamente independiente? Lo han adivinado: “las reuniones de la comisión son confidenciales”. Los salarios, las bonificaciones, los gastos, lo que sea que se discuta en la “Subcomisión de Compensación”, no es asunto nuestro.

Fue el blindaje definitivo de Blatter. Estaba a salvo. Las regulaciones garantizan que permanezcan confidenciales las maneras en que gasta el dinero de la FIFA, sus acuerdos privados, los acuerdos por entradas, los lujosos viajes a los mejores hoteles del mundo, sus viajes imperiales en jets privados, su salario, sus bonificaciones, sus gastos, sus asignaciones para automóviles y viviendas, cada ítem tomado de la FIFA para él, su familia y sus novias. Y para mantener a su comité ejecutivo feliz, sus miembros pueden presentar sus reclamos de gastos, a veces extraordinarios —incluso sagas de fantasía, viajes que nunca hicieron—, sin recibos, y obtienen el dinero, en efectivo si así lo desean. No sale del bolsillo de Blatter, y los mantiene leales, y en silencio.

¿Qué debates sostienen en las comisiones? No se nos puede decir eso. ¿Alguna vez discuten? Omertà. ¿Cómo organizan la distribución de entradas para la Copa del Mundo? ¡No se atreva a preguntar! ¿Qué discuten antes de que se adjudiquen lucrativos contratos? Váyase de aquí. El estrecho círculo de mafiosos de Blatter es dueño del fútbol, y los aficionados, los jugadores y los clubes están excluidos.

Blatter ha tenido un sorprendente y maravilloso privilegio, desde los días en que era el secretario general de Havelange. Podía firmar cheques sin consentimiento o conocimiento de otros funcionarios. Podía darle el dinero de la FIFA a cualquiera. No era un secreto total; se lo podía descubrir en línea, en la oficina de registro de empresas de Zúrich. Pero solamente a otro reportero se le ocurrió echar un vistazo a esto: un periodista investigador de Zúrich, Jean François Tanda.

¿Cómo fue gastado el dinero de la FIFA? ¿Quién revisaba los gastos de Blatter? Sólo el jefe de la Comisión de Finanzas, Julio Grondona, y su vice, Jack Warner, probablemente los hombres que gozan de menos confianza en el mundo del fútbol, los coconspiradores que estuvieron de acuerdo con el salario secreto de Blatter. La FIFA, tardíamente, asegura que ahora eso ha cambiado, y que también Valcke tiene que firmar los cheques. ¿Eso parece reconfortante? ¿Alguna vez se nos permitirá ver los estados de cuenta bancarios de todos esos años, revelando a quién le estaba pagando Blatter? Esperemos sentados.

 

 

* Cortesía del sello editorial Aguilar.

 

Por Especial para El Espectador*

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