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'Celac y OEA pueden coexistir'

Laura Chinchilla, mandataria de Costa Rica, país que asume la presidencia de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y el Caribe, aclara que este mecanismo no pretende destruir a la Organización de Estados Americanos.

Bernardo Marín, Especial El País
30 de enero de 2014 - 06:35 a. m.
La presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, y su homólogo cubano, Raúl Castro, reunidos en La Habana. / EFE
La presidenta de Costa Rica, Laura Chinchilla, y su homólogo cubano, Raúl Castro, reunidos en La Habana. / EFE
Foto: EFE - Orlando Barría

A Laura Chinchilla, presidenta de Costa Rica, le quedan cien días en el cargo. Este domingo se celebra la primera vuelta de las elecciones presidenciales en su país, una cita que se prevé muy apretada entre cuatro candidatos. Su país, histórico defensor de los derechos humanos en el continente, asume en la cumbre de la Celac (Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños) la presidencia de este foro de diálogo y la responsabilidad de organizar la cita del próximo año. Arropada por su canciller, Enrique Castillo, la presidenta contesta las preguntas a dos voces.

¿Para qué sirve una cumbre como la de la Celac?

Laura Chinchilla. A través de estas cumbres podemos articular mejor los esfuerzos en los espacios multilaterales, tener una voz única, lo que la hace mucho más efectiva, e intercambiar algunas experiencias. Y el hecho de que el secretario general de la ONU haya participado en esta cumbre y de que además esté el secretario general de la OEA, aunque la cita sea en Cuba, habla de la forma respetuosa y efectiva con que se está mirando ese instrumento que es la Celac.
Costa Rica hereda en esta cita la presidencia de la Celac con una amplísima participación de jefes de Estado y de Gobierno. Desde esa posición, ¿va a apoyar la participación de Cuba en la Cumbre de las Américas que se celebrará el año próximo en Panamá?
L.C. Con toda franqueza, no nos hemos planteado ese tema. Cada instrumento hemisférico, sea de diálogo o institucional, como la OEA, tiene su propia dinámica, sus prioridades y agenda. Y como lo hemos planteado Costa Rica y otras naciones, la Celac no pretende sustituir ni destruir a la OEA. Se puede seguir coexistiendo.

Enrique Castillo. En la última Cumbre de las Américas, celebrada en 2012 en Cartagena, la mayoría de los países estuvieron anuentes a la participación de Cuba, incluyendo a Costa Rica. Pero se planteó una discusión entre otros miembros, Venezuela o Ecuador (sobre la posibilidad de no participar en más cumbres a las que no asistiera Cuba), y no sabemos cuál sería el resultado si esa discusión se repitiera.

Su país es, de momento, el único que ha respondido al llamado de los grupos opositores cubanos para sostener una reunión estos días en La Habana. ¿Qué significado tiene para Costa Rica ese encuentro?

E.C. Costa Rica no se niega a escuchar las posiciones que le quieran exponer. Y en este caso se trata de eso: de escuchar, no de intervenir, ni de tener injerencia.

Otra cumbre que termina con llamados a luchar contra la pobreza y a vencer la fractura social. ¿Qué pasa que no se desatascan esas fuerzas que impiden eliminar la miseria en el Caribe y Latinoamérica?

L.C. No es justo emitir una sentencia tan radical, porque si una región ha avanzado contra la pobreza ha sido América Latina. Y ha habido avances en otros temas que le acreditan autoridad moral a la región, como el desarme nuclear o el cambio climático. Para algunos, esta última cuestión sigue siendo un ejercicio retórico, pero para las pequeñas naciones insulares del Caribe es una cuestión de subsistencia básica.

Su país y Nicaragua tienen un contencioso pendiente en La Haya por el islote de Portillos en el río San Juan y otro pendiente de plantear sobre límites marítimos. ¿Han cambiado sus expectativas sobre la solución que el tribunal pudiera dar a ese conflicto después del fallo de la Corte Internacional de Justicia sobre el litigio entre Chile y Perú?

E.C. Hay que hacer una aclaración: los temas no son comparables. En el caso del islote Portillos, no se trata de un problema de límites, sino de invasión; se traspasó una frontera previamente establecida y que no estaba cuestionada. La otra cuestión sí es un litigio sobre límites marítimos, pero tampoco son comparables, porque la materia fáctica de los hechos es distinta.

L.C. El fallo es muy reciente para dar una respuesta, pero para nosotros será un material de análisis muy interesante de cara a nuestras acciones ante la Corte Internacional de Justicia. Y no cambia en absoluto nuestras aspiraciones de que el tema limítrofe en los mares se resuelva con apego al derecho internacional.

¿Cree que la extrema igualdad que pronostican las encuestas para las elecciones puede producir inestabilidad política en un país institucionalmente tan sólido como el suyo? ¿Podría darse un problema de legitimidad si finalmente gana en segunda vuelta un candidato por un margen muy estrecho?

L.C. Yo creo que va a ser inevitable que de aquí al domingo haya importantes niveles de incertidumbre, e incluso un poco de tensión. Es normal y no es la primera vez que sucede. Pero de ahí a hablar de un proceso que afecta la legitimidad de nuestras instituciones, no lo creo. Hemos sido ejemplo de pureza en el ejercicio del sufragio, aunque el conteo sea ajustado.

Por Bernardo Marín, Especial El País

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