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El año de la guerra contra el terror 2.0

Esta nueva versión de la guerra contra el terrorismo usará más drones, bombardeos e interceptación de comunicaciones, entre otros.

Miguel Benito Lázaro*
03 de enero de 2016 - 01:06 a. m.

Es usual en esta fase inicial del año hacer dos ejercicios para saber cómo estamos. El primero es echar la vista atrás y valorar el año que acaba y el segundo consiste en atreverse a ver el porvenir. Al final, junto al balance llega la lista de intenciones, deseos y compromisos para el año en vísperas. En este caso, pensar cómo será 2016 implica mirar mucho los últimos meses de 2015. En todo caso, pensar lo que está en el futuro es un esfuerzo que rara vez la realidad refrenda, a golpe de crisis, catástrofes y sorpresas, o que se antoja muy fácil si lo extraordinario no sucede –escenario en el que el pronosticador no recibe ningún elogio por su preclara capacidad para valorar lo evidente–. Así que de antemano, lector, apelo a su comprensión.

En 2016 volverá la guerra contra el terrorismo. El 16 de noviembre, tres días después del ataque en París que dejó 137 muertos, François Hollande ante la Asamblea Nacional Francesa, más que declarar, revivió la Guerra Global contra el Terrorismo, cuyos efectos Barack Obama había intentado superar durante toda su presidencia con los largos repliegues en Afganistán e Irak.

Por tanto, 2016 será un año en el que la Guerra contra el Terrorismo 2.0 o, lo que es lo mismo, guerra contra el ISIS –Estado Islámico, Daesh, ISIL o cualquier otro nombre que pueda adoptar en el futuro– marcará la agenda. El EI ocupa el lugar de enemigo internacional número uno para Occidente que antes era de Al Qaeda –aunque, por ejemplo, Boko Haram es el grupo que más muertes causa, se limita a operar en Nigeria y el dolor en África es, ya se sabe, disculpen la ironía, menos movilizador e indignante–.

Esta nueva versión de la guerra contra el terror usará más drones, bombardeos, interceptación de comunicaciones y tratará de crear una coalición internacional amplia contra ISIS en la que países islámicos tengan un papel relevante en las operaciones bélicas. Esa coalición será difícil de cuajar, dadas las profundas tensiones y diferencias entre los enemigos del Estado Islámico. Turcos, iraníes, kurdos, estadounidenses, franceses, las monarquías del Golfo Pérsico, rusos, iraquíes –más preocupados en crear un gobierno viable– y sirios –desde la oposición al régimen de Al-Asad– y Hezbollah sólo tienen algo en común: el ISIS, no obstante, para ninguno de ellos es su principal preocupación. La tensión entre Rusia y Turquía da una idea de lo complicado que puede ser crear una alianza que actúe coordinadamente contra el EI.

En todo caso, el aumento de las operaciones en Irak y Siria puede frenar y revertir la expansión territorial de ISIS, a costa de dispersar el grupo y causar inestabilidad en los ya convulsos Medio Oriente, Sahel y Magreb. Al mismo tiempo, no se puede descartar que ante más ataques el grupo se encamine hacia más acciones como el atentado de París, al mismo tiempo que ISIS y Al Qaeda compitan por el liderazgo del yihadismo global mediante los grandes atentados. Por tanto, el 2016 será un año de terrorismo y antiterrorismo –con el desequilibrio entre seguridad y libertad–.

Claro, hablar de ISIS supone hablar de Siria e Irak, donde la guerra y la inestabilidad continuarán en 2016. Esa guerra civil, lucha por la hegemonía regional (guerra chíitas y sunitas) y la competencia global por el poder entrará en su quinto año. El ISIS, como enemigo de todos, puede actuar como aglutinador de un –endeble– entendimiento de las partes, pero ¿suficiente para un desescalamiento? Posiblemente no.

Además, 2016 será un año de más inestabilidad desde Afganistán –resurgencia de los talibanes–, Yemen –la inadvertida guerra de Arabia Saudita–, Somalia y Libia (espacios en crisis), Malí y Libia. El mundo islámico seguirá su complicado y violento reacomodo regional, en el que se mezclan intereses nacionales y conflictos confesionales intraislámicos.

Hablar de Siria implica hablar de desplazamiento e inmigración. Sólo la crisis de Siria ha causado el desplazamiento de cerca de 13 millones de personas. En general, toda la inestabilidad en Medio Oriente, el Sahel y Magreb –con Libia y Siria como puertos de tránsito hacia el Mediterráneo norte y Europa– seguirá creando condiciones de vida inaceptables y peligrosas para que el flujo migratorio siga creciendo, junto con el espacio para el lucro de los traficantes de personas.

Hablar de inmigración obliga a hablar de la Unión Europea. Las tensiones creadas en el seno de la UE por la afluencia masiva de migrantes no dejan de ser sino la última de las múltiples manifestaciones de las crisis europeas. Con un ritmo de crecimiento económico aún lento, problemas de gobernabilidad de las instituciones europeas, desequilibrios internos claros en toma de decisiones europeas –actualmente desequilibradas en favor de Alemania– y las diferencias sobre cómo gestionar las migraciones, la Unión puede experimentar problemas.

Dificultades que se extenderán a la cuestión de Cataluña y a las exigencias de Inglaterra, los países nórdicos y del este sobre revisar las condiciones del espacio Schengen y de movilidad interna en la UE –uno de sus pilares fundamentales–. Todo ello bajo las complicadas relaciones de vecindad con Rusia –con Ucrania como espacio de competencia–, Turquía y el Mediterráneo sur. ¿La UE rumbo al colapso o a su refundación como actor internacional?

Además, 2016 será un año de petróleo barato, con los problemas que eso supondrá para Arabia Saudita y para Venezuela, sobre la que se cierne el riesgo de crisis política general –por la casi imposible convivencia entre Maduro y la Asamblea Nacional–. ¿Supone eso el fin de ciclo del movimiento bolivariano en América Latina? Es pronto. De llegar ese escenario, no lo hará hasta dentro de un par de años. Más bien, 2016 será un año para ver si las alternativas al chavismo en Argentina y en Venezuela son opciones de gobierno viables. Por tanto, será un año más para validar las credenciales democráticas y el respeto institucional de las oposiciones nacionales al movimiento bolivariano.

*Profesor U. Sergio Arboleda

Por Miguel Benito Lázaro*

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