Publicidad

El dilema brasileño

A pocas horas de la elección del nuevo presidente de Brasil es imposible no visualizar al país en el ajedrez geopolítico regional y mundial. ¿Qué puede esperar Colombia?

Beatriz Miranda Cortés
26 de octubre de 2014 - 02:00 a. m.
Los brasileños acuden a las urnas por segunda vez (la primera vuelta fue el 5 de octubre) para elegir a su próximo presidente.  / EFE
Los brasileños acuden a las urnas por segunda vez (la primera vuelta fue el 5 de octubre) para elegir a su próximo presidente. / EFE

A pocas horas del resultado de las elecciones más disputadas de Brasil —en las cuales la presidenta Dilma Rousseff logró ganar ventaja en las encuestas— no hubo margen para hablar de programas innovadores. La precariedad de los debates entre los dos candidatos convirtieron esta campaña en la más vacía de los últimos años. No se habló de muchos temas claves para el próximo gobierno, entre otros, de la política exterior brasileña.

En este momento decisivo es bueno recordar al padre de la diplomacia brasileña, el Barón de Río Branco. Sus palabras: “No vengo a servir a los partidos políticos, vengo a servir a nuestro Brasil”, al asumir la Cancillería en 1902, marcaron la ruta de la diplomacia brasileña que se estableció como política de Estado. Durante su permanencia en Itamaraty, el Barón identificó los objetivos e intereses del Estado brasileño y los sobrepuso a los aspectos temporales de gobiernos y partidos. Río Branco, mediante una modernización conservadora, sin tocar las estructuras endémicas del poder del Brasil republicano, modernizó a Itamaraty y a la política exterior del país.

Desde una perspectiva estratégica establecía un balance entre el ascenso de Estados Unidos y el peso del imperialismo europeo. De forma realista y pragmática el Barón utilizaría el primero para neutralizar al segundo. La denominada “Alianza no escrita con Estados Unidos.” (…) “se percibía que detrás de lo que podría parecer una adhesión incondicional a las posiciones de Washington estaba el deseo de multilateralizar lo que de otra manera consistiría en un poder puramente unilateral”.

Ad portas de la elección del nuevo presidente de Brasil es imposible no visualizar al país en el ajedrez geopolítico regional e internacional con Aecio Neves o Dilma Rousseff. Sin embargo, es increíble que después de un siglo el dilema siga siendo el mismo: ¿con o sin Estados Unidos?

Aecio Neves habla de una política exterior coherente con la perspectiva de su partido, al privilegiar los siguientes puntos: revisar las políticas de integración regional bajo el liderazgo de Brasil, priorizar la liberalización comercial, conceder mayor importancia a las relaciones del país con la Unión Europea y Estados Unidos, revisar la relación estratégica con China y los BRICS, ampliar la actuación diplomática en lo que se refiere a los temas globales, y “una conversación en un nivel diferenciado con los países que aceptan la producción de drogas o de materia prima de drogas en su territorio sin cualquier tipo de acción gubernamental, refiriéndose a Paraguay en el caso de la marihuana y a Bolivia en el de la cocaína”. Además de Bolivia, Brasil recibe cocaína principalmente de Colombia y de Perú, y marihuana desde Paraguay.

En su programa de gobierno, América Latina se diluye casi por completo y la Social Democracia Brasileña se ancla en una interpretación de un mundo que quizá nunca existió, ni siquiera en los años posteriores a la caída del Muro de Berlín. Aecio Neves y su Estado eficiente tendría mucha afinidad con la Alianza del Pacífico y pondría en riesgo al Mercosur como política de Estado, a pesar de que el líder de su partido, el expresidente Fernando Henrique Cardoso, haya convocado su primera Cumbre de Jefes de Estado de América del Sur en 2000, en Brasilia.

Una aproximación del gobierno de Aecio Neves a la Alianza del Pacífico y una praxis de deconstrucción lenta de la integración suramericana, sumada a una gradual norteamericanización de la política exterior de Brasil, disminuiría el nivel de liderazgo del presidente Juan Manuel Santos en la región y relativizaría el proyecto de una Colombia protagónica. Además, con Aecio Neves, Brasil se alinearía a la política de seguridad de Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo, apoyando la guerra preventiva.

La victoria de Neves para América Latina sería tan impactante como la firma del Nafta entre México, Estados Unidos y Canadá en 1994, que norteamericanizó la política exterior de México.

Si la presidenta Dilma Rousseff es reelegida hoy, los puntos principales de su política exterior apostarían a la profundización de estrategias ya en curso: América Latina y el Caribe seguirán siendo prioridades, así como Unasur, Celac, Mercosur y los Brics. Se continuará el desarrollo de una agenda positiva, pero soberana, con Estados Unidos y la Unión Europea. Además, se fortalecerán las relaciones con Asia (China, principalmente) y con el mundo árabe y África. Seguirá vigente la defensa de un mundo multipolar y la democratización de la ONU, así como la defensa de la democracia, la paz, los derechos humanos, la no intervención y el respecto a la soberanía nacional, el combate a la pobreza y la desigualdad, la lucha contra el cambio climático y la protección de todas las formas de comunicación, especialmente en internet, también estarían en primera línea.

Si sigue el gobierno del Partido de los Trabajadores (PT), Colombia y Brasil compartirían los principales espacios de concertación política y de defensa con un respeto mutuo. Sin embargo, en la diversidad se podía pensar en una coexistencia pacífica en la región de los dos modelos, sin perder de vista los logros alcanzados en la integración regional hasta llegar a la consolidación de la Celac.

Se espera que la presidenta Rousseff le dé una mayor importancia a la política exterior y que Itamaraty recupere su importancia histórica, ya que durante su primer mandato, Brasil perdió liderazgo en la región y en el mundo. Liderar cuesta y los significativos recortes hechos por ella en esa área demostraron que esta no era una de las prioridades de su gobierno, en términos presupuestales. El desafío de su segundo mandato sería profundizar y acelerar la integración. Para consolidar el Mercosur, sólo existe una fórmula: más Mercosur, algo que también cuesta.

Es fundamental mencionar que ambos candidatos reconocen las profundas transformaciones de Colombia en las últimas décadas, el liderazgo del país y la importancia geopolítica que tiene por su ubicación estratégica y sus recursos naturales. Aecio ve a Colombia como un modelo económico a seguir y Rousseff la considera como un potencial aliado en el proceso de integración suramericana.

* Analista brasileña.

Por Beatriz Miranda Cortés

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar