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El error de los Tsarnaev

“Boston es probablemente la única gran ciudad en la que, si los jodes, van a detener toda la ciudad, abandonar lo que están haciendo y encontrarte” (un tuitero).

Pablo Correa Torres
20 de abril de 2013 - 11:00 p. m.
Un gigantesco operativo policial se tomó la ciudad de Boston el viernes, tras los ataques terroristas durante la maratón del lunes.  / AFP
Un gigantesco operativo policial se tomó la ciudad de Boston el viernes, tras los ataques terroristas durante la maratón del lunes. / AFP

El laboratorio de Rebeca Saxe, una joven neurocientífica profesora en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), está ubicado a unos pocos pasos del lugar en el que el pasado jueves en la noche los hermanos Tsarnaev, responsables del atentado con bombas caseras en la Maratón de Boston, dispararon y mataron a uno de los policías que custodiaba el campus.

Saxe está convencida, aunque no todos sus colegas en el área de neurociencias lo están, de que en el lóbulo derecho de nuestro cerebro, cerca de la oreja, albergamos una diminuta zona neurológica dedicada a interpretar y leer los sentimientos y motivaciones de los demás. Es, en otras palabras, nuestro “órgano” para adivinar los pensamientos ajenos. Su nombre oficial: unión tempoparietal derecha o, como ella prefiere llamarla para ser breve, “RTPJ”.

Las bombas del lunes me hicieron recordar la charla que nos dio a un grupo de periodistas hace algunos meses. Pero aun si ella tiene razón y todos somos dueños de una “RTPJ”, no parece muy útil para imaginar lo que pensaron y sintieron Dzhokhar Tsarnaev (19 años) y su hermano Tamerlán (26) cuando caminaban por la céntrica Boylston Street el pasado lunes antes de activar las bombas que estallaron a las 2:50 de la tarde, con una diferencia de 20 segundos.

¿Por qué se les ocurrió comprar esas ollas a presión marca Fagor, rellenarlas de explosivos, clavos y metralla e instalarles un circuito alimentado con una batería Tenergy? ¿Por qué hacerlas explotar en la mitad de una multitud que alentaba y aplaudía a los atletas de una carrera que se ha repetido sin falla desde hace 117 años? ¿Cuál era el objetivo de todo este plan demencial que terminó cobrando la vida de una estudiante china, Lingzi Lu; un niño de 8 años, Martin William Richard, y una joven de 29, Krystle Campbell, y provocando heridas a cerca de 170 personas?

Steven Pinker, el psicólogo de moda en la Universidad de Harvard, comienza su reciente libro titulado Los ángeles que llevamos dentro, en el que defiende la hipótesis de que la violencia humana ha declinado en los últimos siglos, citando a Blaise Pascal: ¿Qué quimera es, pues, el hombre? ¡Qué novedad, qué monstruo, qué caos, qué sujeto de contradicción, qué prodigio! ¡Juez de todas las cosas, imbécil gusano, depositario de la verdad, cloaca de incertidumbre y de error, gloria y escoria del universo!

Esta semana Boston fue el escenario de esas contradicciones de la naturaleza humana. Dos bombas caseras explotaron en el corazón de una ciudad que le rinde culto a la alta tecnología y el conocimiento, donde en unas pocas cuadras se aglomeran empresas como Genzyme, Google, Microsoft y Novartis; que alberga universidades de élite como Harvard, MIT y Boston University y cuya historia está entrelazada a la vida de 168 premios Nobel. La ciudad en la que físicos como George Smoot descubrieron las primeras pistas de otra explosión, el Big Bang; se crearon los primeros radares y se empezó la investigación que dio origen a la píldora anticonceptiva, por nombrar tan sólo tres, entre miles de ejemplos.

Tal vez ese fue precisamente el detalle que no cuidaron los dos jóvenes de origen checheno cuando planearon su atentado. Que estaban en Boston y Cambridge, la ciudad siamesa tan sólo separada por el río Charles. Tan sólo 18 minutos después de que estallaran las bombas caseras, los primeros heridos ya eran internados en las salas de emergencia de algunos de los mejores hospitales del mundo (Brigham and Women´s Hospital, Massachusetts General Hospital, Boston Medical Center), donde cada año se crean nuevos tratamientos para el cáncer, enfermedades cardiovasculares, diabetes y enfermedades neurodegenerataivas.

En cuestión de minutos, miles de bostonianos se habían volcado a las redes sociales convirtiéndose en detectives espontáneos. A través de páginas como Reddit, en la que se pueden compartir fotos y videos, se analizaban y discutían teorías sobre quién habría sido el culpable. Los asistentes a la maratón que habían tomado fotos y videos comenzaron a divulgarlos para que otros ayudaran a buscar milímetro a milímetro entre la multitud, a los responsables.

Aunque el principal video para identificar a los dos culpables provino de una cámara de seguridad de uno de los almacenes en Boylston Street, los miles de espontáneos detectives encontraron en las fotos a los mismos sospechosos desde otros ángulos y rastrearon pistas como las marcas de las ollas a presión, los logos en las gorras que llevaban, el tipo de batería que usaron.

Una vez el FBI reveló un video en el que aparecían, fue cuestión de segundos para que fueran identificados. Como escribió un tuitero tras comenzar la cinematográfica persecución de los dos jóvenes chechenos, que desesperados por el acoso de toda la ciudad mataron el jueves en la noche a un policía en el campus de MIT, robaron un Mercedes Benz, sacaron dinero de tres cajeros y se enfrentaron a tiros con la policía: “Boston es probablemente la única gran ciudad en la que, si los jodes, van a detener toda la ciudad, abandonar lo que están haciendo y encontrarte”.

Eso fue exactamente lo que sucedió esta semana. Y el silencio en el que se sumió la ciudad entera el viernes, para permitir que la policía hiciera su trabajo, era el silencio que guarda la inteligencia frente a la locura. El viernes, la policía había dado de baja a Tamerlán Tsarnaev, el mayor; luego de buscar casa por casa, Dzhokhar finalmente fue detenido. Los dos jóvenes emigraron a Estados Unidos en 2002. El mayor, Tamerlán, era un atleta disciplinado de artes marciales y Dzhokhar fue descrito por compañeros de su universidad como un chico “inteligente” y “dulce”.

“¡CAPTURADO! La cacería está terminada, La búsqueda terminó. El terror terminó. Y la justicia ha triunfado. El sospechoso está detenido”, dijo la policía de Boston.

Por Pablo Correa Torres

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