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¿El ocaso de Los Zetas?

Con la captura de Ómar Treviño Morales, el “Z-42”, la organización sufre otro duro golpe en su ya debilitada estructura de mando.

Juan Martínez Ahrens / El País, México
05 de marzo de 2015 - 02:40 a. m.
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, durante su visita oficial al Reino Unido. / EFE
El presidente de México, Enrique Peña Nieto, durante su visita oficial al Reino Unido. / EFE
Foto: EFE - Daniel Aguilar

Una historia de sangre ha llegado a su fin. Con la detención en San Pedro Garza García, Nuevo León (un estado fronterizo al norte de México), de Ómar Treviño Morales, el Z-42, el cartel de Los Zetas, la organización que un día sembró el terror, vuelve a sufrir un golpe en su ya debilitada estructura de mando.

Ómar Treviño asumió en 2003 el mando de Los Zetas, tras la caída de su hermano Miguel Ángel, el legendario Z-40, conocido por las decapitaciones masivas y la práctica de morder el corazón de sus víctimas. Su paso por la jefatura de este sanguinario cartel ha coincidido con su declive. Inmersa en continuas guerras con otros grupos y atacada como objetivo preferente por el Ejército, la organización ha visto cómo estos últimos años sus filas se mermaban y sus plazas fuertes caían.

Aún así, la captura de Ómar Treviño, al que se atribuye una implicación directa en hechos tan terribles como la desaparición de 300 personas en Coahuila en 2011 por una venganza, supone un nuevo éxito en la lucha contra el crimen para la presidencia de Enrique Peña Nieto, que la semana pasada logró la detención de Servando Gómez Martínez, alias la Tuta, líder de Los Caballeros Templarios. En sus dos años de presidencia, los principales capos, incluido Joaquín el Chapo Guzmán, han sido borrados del mapa.

Este avance ha coincidido con una fragmentación de las grandes organizaciones criminales, que ha dado paso a una constelación de pequeños grupúsculos que se disputan el botín dejado por sus hermanos mayores. Un fenómeno del que no se han librado Los Zetas. En el norte de México, en estados como Tamaulipas, se han enzarzado en una virulenta guerra contra el cartel del Golfo que les ha desangrado. Debilitados, sus funciones son ocupadas por pequeñas bandas de sicarios que cambian de bando continuamente y cuya definición territorial es casi imposible de establecer.

Pocos dudan de que Los Zetas han entrado en su ocaso. Lejos quedan los días en que su extremo sadismo les hizo brillar con luz propia en el tenebroso mundo del narcotráfico. Formados por desertores del ejército mexicano, la organización comenzó como el brazo armado del cartel del Golfo, liderado por Osiel Cárdenas (capturado en México en 2003 y sentenciado en 2010 en EE.UU.), para hacer frente a sus rivales. Sometían a torturas bestiales a sus enemigos, los mutilaban y decapitaban; el Z-40 sacaba los corazones a sus víctimas aún vivas.

Muchas veces grababan sus aberraciones en video y las colgaban en Youtube. Cuando querían hacer desaparecer cuerpos, eliminaban los rastros con diésel o ácido, o los quemaban en barriles de aceite en llamas. Hacia 2010, cada vez más fuertes y enloquecidos, rompieron con el cartel de Golfo. Fue entonces cuando iniciaron una terrible expansión que sembró durante años el territorio mexicano de cadáveres decapitados. La caída del Z-40 en 2013, la constante erosión por la intervención del Ejército y también su propia incapacidad para asentarse pacíficamente en un territorio, propiciaron su declive.

Por Juan Martínez Ahrens / El País, México

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