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El reto: no olvidar a los refugiados

María Jesús Vega, vocera de asuntos internacionales de la Agencia para los Refugiados de la ONU, advierte que miles de personas siguen huyendo hacia Europa, en donde aún les cierran las puertas y no les brindan alternativas.

Daniela Franco García
02 de enero de 2016 - 01:50 a. m.
Refugiados en un campamento llamado "La Jungla", en el puerto Calais (Francia). El lugar alberga alrededor de 1500 migrantes que buscan cruzar hacia Reino Unido. / EFE
Refugiados en un campamento llamado "La Jungla", en el puerto Calais (Francia). El lugar alberga alrededor de 1500 migrantes que buscan cruzar hacia Reino Unido. / EFE

 El 2015 terminó con Europa enfrentando la crisis humanitaria más grande desde el final de la II Guerra Mundial. Lo preocupante de la situación es que este año se vislumbra complejo. Miles de refugiados que huyen de la violencia en África y Oriente Medio siguen llegando a Europa. Ni el invierno, ni los frenos en las fronteras los detienen.  (Vea: De ISIS a las costas europeas, el drama de la mujeres refugiadas)

Desde el cementerio principal de Mitilene, así como la morgue de esta ciudad (capital del la isla de Lesbos y principal puerta de entrada de los migrantes a la Unión Europea, UE) se preguntan dónde enterrarán más muertos, desbordados por la estrepitosa cifra de fallecidos de aquellos que huyendo de las bombas, la guerra y el hambre naufragaron en sus costas. La alcaldía de esta ciudad ha cubierto desde hace más de un mes sus instalaciones con cortinas negras como muestra de solidaridad frente la crisis humanitaria de refugiados que llegan desde oriente medio y que ha provocado que hoy no tengan tumbas donde enterrar a más ahogados.

Según la Organización Mundial de las Migraciones (OIM) el número de refugiados e inmigrantes que cruzaron en 2015 el Mediterráneo alcanzó el millón. Una cifra cuatro veces mayor a la registrada hace un año. Entre los muertos que ha dejado esta “carrera de obstáculos” por cruzar fronteras se encuentran más de 3 mil personas, un 30% niños.

El Espectador habló con María Jesús Vega, vocera de asuntos internacionales de la ACNUR en España, quien recordó que la acción por parte de los países europeos y el mundo ha sido débil frente a una crisis que hoy sigue más vigente que nunca y la de la necesidad de destinar recursos para una crisis frente a la que, en su concepto, la Unión Europea no ha sabido reaccionar.

¿Cree que se ha dejado de lado la crisis de refugiados?

Es una crisis que sigue vigente. Lo triste es que hasta que la difícil situación no cobró muchos muertos no pasó a ser un tema en la agenda política europea. Ha sido necesaria mucha presión por parte de organizaciones, medios de comunicación y una multitud de personas que se han tenido que volcar en frente a algo que no podemos ocultar. De esta forma es que se empiezan a tomar las riendas de esta crisis, por lo menos en el contexto europeo. La respuesta de esta comunidad no ha estado a la altura de las circunstancias. Hablamos de naciones que deberían tener un sistema masivo de refugiados sólido, donde no deba de ser una lotería caer en un país u otro. Estamos viendo que no se está respondiendo adecuadamente a esta crisis que de la que se alertó desde hace años.

En medio del éxodo masivo de refugiados se produjeron los atentados de París perpetrados por el Estado Islámico ¿cree que estos ataques afectaron la acogida de refugiados sirios?

Sí afectó y aún lo sigue haciendo. Desde la política, la religión y otros sectores, al momento de referirse a los autores de los atentados, han caído en un lenguaje generalizado en el que se ha convertido, en algunos discursos, a muchos refugiados en los culpables de esta situación. Esto, cuando en realidad los refugiados son personas que precisamente vienen huyendo del terror provocado por los mismos que perpetraron los atentados de París o los del 11S, los del Líbano, Turquía, entre otros. Es muy peligroso que se tergiverse el mensaje y que se aproveche esta coyuntura para que se utilice una retórica contra los refugiados, pues se podría alimentar la xenofobia y caer en una espiral de violencia. Desde ACNUR hemos visto refugiados que se sienten víctimas por partida triple.

¿Qué piensa hoy de lo que se denominó como la primavera árabe?

Lo que comenzó como una revuelta, como un grito de libertad hemos visto como terminó en una represión y a la vez “rebelión” a sangre y fuego. Este grito hoy termina, además, con un número de personas que han llegado al continente europeo, con miles de necesidades y sin encontrar aquello que les habían prometido. Pero al final, no se trata de cuestionar los resultados, sino de que hoy Europa pueda tener la capacidad de gestionar esta crisis, enfocándonos en programas de reubicación, de reunificación, entre otros. Lo que es urgente es que los países doten de recursos a las naciones que lo necesitan. Porque esto no es un país o dos, es una responsabilidad compartida.

Hablando de responsabilidades compartidas, desde Latinoamérica muchos podrían ver esta situación muy lejana. ¿Cuál podría ser la contribución de la región?

Sin duda existe una necesidad urgente de plazas de reasentamiento y por ejemplo Brasil ya inició hace algo más de un año un programa de visados especiales del que se han beneficiado unas 8.000 personas de Siria. Es un gesto importante de solidaridad internacional en este contexto de crisis mundial de desplazamiento forzado por conflictos. Cabe resaltar la solidaridad de personas que incluso desde América latina, “desde el otro lado del charco”, se han saltado las decisiones de sus Gobiernos y llaman a nuestra institución a preguntar cómo ayudar. Esos gestos de solidaridad recargan las baterías.

¿Cuál es entonces el reto para 2016?

El primero sería luchar en contra de la estigmatización de los refugiados, contra los prejuicios hacia ellos y el peligro de radicalizar los mensajes de islamofobia. El reto es además contra el olvido para que haya una respuesta digna. Los reafugiados están viviendo situaciones desesperadas y aquí en Europa les cerramos las puertas, no pueden volver, pero tampoco se pueden quedar. No damos alternativas.

 

dfrancog@elespectador.com

Por Daniela Franco García

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