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El trago amargo de Marco Rubio

Los anuncios políticos quedaron en boca de los analistas y en los registros de prensa. El discurso sobre el estado de la Unión entregado por el presidente Barack Obama al Congreso trajo anuncios importantes, como el aumento del salario mínimo y la convocatoria para un debate sobre una reforma migratoria.

Redacción Internacional
13 de febrero de 2013 - 08:52 p. m.
Marco Rubio es senador por el estado de Florida. / AFP
Marco Rubio es senador por el estado de Florida. / AFP

Los analistas también se ocuparon del discurso del republicano Marco Rubio, pero para la gente, la noche en que el presidente se dirigió al Congreso y un representante republicano labró las líneas de su partido a manera de respuesta podría resumirse en un hecho curioso: la interrupción de Rubio para tomar agua, salirse del encuadre de la cámara para buscar una botella y después fingir que nada había pasado. En Twitter, Marco Rubio fue poco menos que acribillado.

Dijeron que así comenzaba un nuevo “Watergate”, se preguntaron si ese gesto formaba parte de una apuesta por “refrescar” las ideas republicanas y si ese mismo trago de agua lo había bebido en su discurso en español. Porque Rubio habló en inglés y en español para responderle a Obama en nombre de su partido. El discurso fue el mismo, sólo que primero lo grabó en la lengua que heredó de su padre cubano y luego en su lengua materna, la que aprendió desde niño en la Florida. Hoy, Marco Rubio representa a ese estado en el Senado y, sin duda, representa al mismo tiempo la esperanza de su partido: es latino, como casi 20 millones de electores en el país, es un político brillante, con una buena historia de superación —creció en medio de dificultades económicas—, y es un conservador racionalmente equilibrado, aunque con posturas férreas en materia migratoria, por ejemplo.

Fue portada de la revista Time en la víspera del discurso y fue presentado como el salvador del partido republicano. Hay voces que dicen, incluso, que en un futuro próximo será el primer latino residente en la Casa Blanca. No obstante, su discurso no fue afortunado. Más allá del desesperado trago de agua, del que se excusó asegurando que para entonces ya había grabado 18 minutos en español, se le notó nervioso como nunca antes, como si su retórica de otras veces se hubiera empañado, corrigiendo frases sobre la marcha y con unos cuantos nudos en la dicción. Le pidió a Obama cesar en su “obsesión” de aumentar los impuestos y aseguró que no trabajaba por el bienestar de los ricos sino por el de los vecinos. Marco Rubio sigue siendo una esperanza republicana, pero en su último discurso pareció ahogarse en un vaso de agua.

 

Por Redacción Internacional

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