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El viaje a la semilla

El entierro en Qunu es el último homenaje oficial que se hace al padre de la nación sudafricana. La aldea fue rebosada de seguidores, periodistas y funcionarios.

Santiago Villa Chiappe
15 de diciembre de 2013 - 09:00 p. m.
El ataúd con el cuerpo del líder sudafricano Nelson Mandela viajó desde Johannesburgo hasta Qunu, su aldea natal, en donde fue sepultado en una ceremonia tradicional.  / AFP
El ataúd con el cuerpo del líder sudafricano Nelson Mandela viajó desde Johannesburgo hasta Qunu, su aldea natal, en donde fue sepultado en una ceremonia tradicional. / AFP
Foto: AFP - FELIX DLANGAMANDLA

Lo único que Nelson Mandela dispuso sobre su muerte fue que quería ser enterrado en Qunu, el pueblo donde vivió su infancia. Más que la fastuosa ceremonia de despedida con elegías proferidas por los líderes de los extremos geográficos e ideológicos del mundo, Mandela añoraba su viaje de regreso a la semilla.

Su autobiografía El largo camino hacia la libertad, inicia con las escenas pastoriles del capítulo “Una infancia campesina”: “El pueblo de Qunu estaba situado en un estrecho valle de pasto, atravesado por quebradas diáfanas y rodeado de colinas verdes. (…) Estaba habitado por unos cientos de personas que vivían en chozas. Unas estructuras en forma de colmena, construidas de barro”.

Y fue en Qunu, precisamente, donde Nelson Mandela dejó atrás su infancia, durante el rito de iniciación tradicional de la tribu Xhosa, y que aún se practica todos los años en la provincia del Cabo Oriental: la circuncisión. “Esa primera noche, a la medianoche, un asistente, o khaukatha, se escabulló rodeando la choza, y nos despertó con gentileza a cada uno. Nos instruyó que dejáramos la choza y camináramos en la noche para enterrar nuestros prepucios. La razón tradicional para esta práctica era ocultar los prepucios antes de que los brujos pudieran emplearlos para propósitos malignos. Pero, simbólicamente, también estábamos enterrando nuestra infancia”.

Nelson Mandela escribió estas líneas con un lápiz y trozos de papel que sus copartidarios lograron entregarle subrepticiamente durante su largo encierro en la prisión de Robben Island. Mientras por el día trabajaba rompiendo rocas en el rígido patio de la prisión, patio al que también daba la ventana de su celda; mientras que observaba día tras día las mismas paredes (las cuatro de su celda, las de los dos corredores, una L larga y verde que atravesaba para llegar al comedor comunal, que a su vez daba a las otras cuatro paredes del patio de trabajo forzado), su imaginación debió escarbar entre los valles de Qunu para capturar las escenas de su infancia, y escribirlas en la noche, a escondidas, mientras aplazaba el sueño sobre el piso de cemento donde el Estado sudafricano le había condenado a dormir en unas condiciones que germinaron la infección pulmonar que tres décadas más tarde serían el motivo de su muerte.

Ayer, Qunu estuvo lejos de ser la arcadia de su infancia. “El gobierno lo calificó como un Funeral de Estado Categoría Uno”, dijo Kwanele Sosibo, periodista sudafricano del semanario Mail & Guardian. “Acá estuvo el ejército, la marina, la fuerza aérea y la policía, pero a la casa de él, donde fue el entierro, sólo dejaron entrar a la televisión estatal y a los miembros del Congreso Nacional Africano (el partido de gobierno)”.

La carretera N2, que comunica a Durban y Cape Town con Qunu, y a la que también hay que desembocar si se viaja desde Johannesburgo, fue cerrada desde pocos kilómetros antes de llegar al pueblo. Se debía tomar una vía lateral que desde hace días estaba inundada de automóviles. Al entierro asistió un selecto grupo de personas. Familiares, amigos, altos funcionarios del gobierno, compañeros de la lucha contra el apartheid, y jefes de Estado africanos, como la presidenta de la Unión Africana, Nkosazana Dlamini-Zuma, Joyce Banda, presidenta de Malawi, y Jakaya Mrisho Kikwete, presidente de Tanzania.

En junio, cuando se creyó que Nelson Mandela moriría, hubo rumores de que su nieto, Mandla Mandela, había vendido los derechos de trasmisión del funeral. Parecen haber sido falsos porque no se han vuelto a escuchar. Todo en torno a este evento se manejó desde las más altas esferas del gobierno, a las que el nieto de Mandela no tiene acceso.

Y después del movimiento frenético que hubo ayer durante su entierro, quedará una vez se marchen los dignatarios y las cámaras, el cuerpo de Nelson Rolihlahla Mandela, en la intimidad del valle de Qunu donde aprendió a ser pastor de rebaños.

 

 

santiagovilla@hotmail.com

@santiagovillach

Por Santiago Villa Chiappe

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