¿Fracasará la diplomacia?

La frontera sirio-turca es escenario de nuevas tensiones. En junio, Turquía reportó 16 incursiones aéreas realizadas por helicópteros sirios, el derribo de un avión y disparos contra campos de refugiados. La reciente agresión siria y la respuesta militar turca agudizaron la crisis.
El uso de la fuerza está prohibido por el derecho internacional, salvo en los casos de legítima defensa. La aprobación del Parlamento turco da la legitimidad interna para ir a la guerra, si así lo decidiera el primer ministro, Recep Tayyip Erdogán, y el apoyo de la OTAN le da la internacional.
A diferencia del incidente fronterizo de junio, donde hubo un cruce de versiones y sólo una réplica verbal por parte de Turquía, ahora la respuesta se dio en dos niveles: convocar a una reunión urgente de la OTAN —como en junio— y responder militarmente. La OTAN, como era previsible, apoyó la respuesta turca.
Los llamamientos a la diplomacia, tanto para resolver las tensiones fronterizas como el conflicto interno sirio, no precisan cuál sería la delgada línea roja para pasar de la diplomacia a la acción armada. En Siria, el fracaso de la diplomacia es una constante: han fallado la Liga Árabe, observadores, internacionales, el enviado especial de la ONU, los llamados bilaterales, las presiones económicas y hasta las advertencias de la OTAN.
Una acción armada vía ONU es improbable, por la oposición de Rusia y China, así que sólo hay dos escenarios militares a la vista: una intervención (ilegal) de algunos países de la región en Siria o una acción defensiva por parte de una país atacado, que en este caso sería Turquía.
Una reacción militar turca a otro ataque resolvería el problema de la legitimidad: China y Rusia no podrían oponerse a la acción defensiva. Sin embargo, eso no resuelve el problema más importante: y después de empezada la guerra, ¿qué?
Una guerra turco-siria posicionaría a Occidente en Siria, ya que la OTAN jugaría un papel relevante, desplazando la propuesta de una fuerza árabe regional; así mismo, aumentaría la presión sobre Irán y, lo más peligroso, afectaría seriamente la causa del pueblo sirio al verse relegado en lo político y en lo militar a un lugar marginal.
Pero Turquía no caerá fácilmente en las tentaciones, lo que no significa inmovilidad frente a la agresión, como lo demostró: la respuesta turca no busca la guerra sino dar un mensaje contundente, luego de la prudencia mostrada ante las provocaciones de los últimos meses. Las disculpas sirias evitaron un escalonamiento inmediato, pero no resuelven el conflicto de fondo, ni necesariamente previenen nuevos incidentes.
Ya frente al conflicto en Siria, sin un camino diplomático viable quedarían la opción militar o la continua masacre del pueblo sirio. Pero la opción militar es un riesgo tan alto que algunos prefieren que siga la guerra en Siria mientras se mantenga dentro de sus fronteras. La pregunta sobre qué hacer sigue sin respuesta.