Baltimore permanece como una ciudad prácticamente tomada por las fuerzas de la ley tras los violentos disturbios del lunes en la noche, cuando el último adiós a Freddie Gray, el joven afroamericano que murió el 19 de abril bajo custodia policial en Baltimore, Maryland, se convirtió en un nuevo clamor contra los prejuicios y abusos de la policía de Estados Unidos contra la población negra. La jornada, que había comenzado de forma pacífica, derivó en fuertes desórdenes por parte de un grupo de violentos manifestantes, en su mayoría jóvenes, que causaron destrozos en algunas partes de la ciudad y llevaron a las autoridades a ordenar fuertes medidas de seguridad.
Flanqueando el féretro blanco abierto donde Gray recibió el último adiós no solo de familiares y amigos, sino también de miles de personas que se acercaron hasta la iglesia baptista de Baltimore donde se celebró su funeral, un mensaje luminoso se proyectaba en las paredes del templo: “Black lives matter, all lives matter” (Las vidas negras importan, todas las vidas importan).
Este es el lema de un creciente movimiento nacional de protesta ante la oleada de casos de brutalidad policial contra afroamericanos que, aunque venía de antes, comenzó a copar las portadas de la prensa estadounidense tras la muerte a tiros del adolescente negro Michael Brown en Ferguson, Misuri, a manos de un agente blanco, el verano pasado.
Desde entonces, los nombres de víctimas de minorías —especialmente la afroamericana— a manos de la policía no han parado de surgir: entre los casos que más clamor han despertado en este último año está el del padre de familia Eric Garner, que murió en Nueva York a causa de la llave de estrangulamiento prohibida que le practicó un policía al detenerlo en plena calle. O el del niño de 12 años Tamir Rice, que perdió la vida en Cleveland cuando un policía confundió su pistola de aire comprimido con un arma real y lo abatió a tiros.
Todos estos casos han provocado que Obama ordenara reformas en las prácticas policiales. Pese a ello, este mismo abril, un video captó como en Carolina del Sur un policía blanco, Michael Slager, abatía a tiros al hombre negro Walter Scott en un parque en North Charleston por el que la víctima corría tras haber sido parado por tener su coche un piloto roto. Las imágenes grabadas por un testigo desmentían la versión inicial del agente, que afirmó que se vio forzado a disparar a Scott después de que este intentara arrebatarle su pistola eléctrica.
Apenas unos días más tarde, y a solo 40 minutos de la capital de EE.UU. y de la Casa Blanca de Obama, Freddie Gray, un afroamericano de 25 años, era arrestado —por policías blancos— en Baltimore. Durante algún momento de su detención, sufrió una lesión grave en su columna vertebral que lo hizo caer en coma y, finalmente, morir, tras una semana de agonía.
Seis policías de Baltimore han sido suspendidos mientras se investigan las circunstancias de la detención y muerte de Gray. La alcaldesa de Baltimore había hecho el domingo un llamamiento a la calma mientras se busca clarificar el caso de Gray. “Nos definimos por la manera en que respondemos y espero que, mientras los ojos del país están sobre Baltimore, se vea que esta es una comunidad dispuesta a afrontar temas difíciles, que está dispuesta a reclamar responsabilidades, pero que también reclama paz y progreso al mismo tiempo”, declaró, según el Baltimore Sun.
Muestra de la preocupación que este nuevo caso ha provocado en el Gobierno estadounidense es la decisión de Obama de enviar a varios miembros de su gabinete al funeral de Gray.