Publicidad

La insensatez de gritar: "¡fuego!"

En medio de la ola de protestas por la película que ridiculiza a Mahoma, un semanario francés saca unas caricaturas del profeta. Demandas y críticas.

Víctor de Currea-Lugo* / Especial para El Espectador /
19 de septiembre de 2012 - 10:23 p. m.
El director del semanario francés Charlie Hebdo, conocido como Charb.  / AFP
El director del semanario francés Charlie Hebdo, conocido como Charb. / AFP

El problema de los recientes desafíos a los musulmanes va mucho más allá del debate sobre el respeto a una religión y la libertad de expresión. Por eso, limitarse en este momento a precisiones conceptuales sobre libertades y derechos poco ayuda.

Los videos y las caricaturas que ridiculizan al profeta de 1.300 millones de personas aparecen con una intención política clara: provocar. Quienes están detrás de videos como Fitna y el reciente La inocencia de los musulmanes, o de las caricaturas publicadas en Dinamarca y ahora en Francia por el semanario satírico Charlie Hebdo, sabían que su acción equivale a gritar “fuego” o “bomba” en un estadio atiborrado de espectadores: sabían que habría estampida, que ésta dejaría víctimas y que algunos aprovecharían dicha estampida para sus propias agendas igual de incendiarias.

Una parte importante de la opinión pública se limita al debate de derechos, leídos de manera dogmática, tal y como precisamente querían quienes publicaron los videos y quienes, desde el lado musulmán, alimentan el odio contra el mundo no musulmán, al que representan de una manera homogénea según la cual el kafir (el incrédulo) está dedicado únicamente a lo que consideran pecado. Lo demás es deducible.

Pero el islam no es sólo eso, pues hay pensadores musulmanes que reivindican la tolerancia y el diálogo interreligioso. Reducir a los cristianos a las Cruzadas, a la teología de la liberación o sólo a la Inquisición es simplista, inexacto y hasta peligroso, como lo sería reducir a los judíos a la ocupación de Palestina o a víctimas del Holocausto.

La perversa noción del choque de civilizaciones retuerce los hechos: Al Qaeda no atacó al Vaticano sino a Wall Street, mientras que el 70% de las mezquitas de Faluya (en Irak) sí fueron destruidas por las tropas de ocupación de los Estados Unidos. Las ganas de islamofobia y de antioccidentalismo ya estaban, el combustible lo han puesto declaraciones, películas y dibujos, y los pirómanos de ambos lados estaban sólo esperando el momento oportuno.

Adentrarnos en citas del Corán para mostrar que el islam es una religión de paz o de guerra es tan poco concluyente como usar unas pocas citas de la Tora o de la Biblia para definir por completo a los judíos o a los cristianos. Como decía el profesor Olivier Roy, el asunto no es lo que el Corán dice, sino lo que la gente cree que dice: al final se convierte en un debate semántico y un problema de interpretaciones de libros sagrados, en los cuales hay tanto citas para la paz como para la guerra.

El diálogo de civilizaciones —una propuesta de la ONU para aclarar entuertos— fue una estrategia que no pasó del titular y por tanto no tocó la agenda real para un diálogo fructífero. Dejemos de gritar “fuego” para que, entonces sí, podamos hablar de manera racional sobre derechos.

 

* PhD. Profesor de la Universidad Javeriana.

Por Víctor de Currea-Lugo* / Especial para El Espectador /

Temas recomendados:

 

Sin comentarios aún. Suscribete e inicia la conversación
Este portal es propiedad de Comunican S.A. y utiliza cookies. Si continúas navegando, consideramos que aceptas su uso, de acuerdo con esta política.
Aceptar