La "Internacional Islamista"

¿Qué países financian y promueven los grupos extremistas y cómo nacieron éstos?

Víctor de Currea-Lugo *
07 de septiembre de 2014 - 02:00 a. m.
Imagen de video de un discurso dado por el líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi al Quraishi al Husaini. / EFE
Imagen de video de un discurso dado por el líder del Estado Islámico, Abu Bakr al Bagdadi al Quraishi al Husaini. / EFE

Ir a luchar en tierras ajenas es una práctica tan vieja como la guerra misma. Lo hicieron la izquierda y la derecha en la Guerra Civil española, los judíos en 1948 en Israel, y ahora lo hacen los radicales del Estado Islámico. Mientras los mercenarios, en esencia, lo hacen por dinero, los internacionalistas lo hacen por convicción.

¿Qué es eso que atrae a musulmanes de muchas partes del mundo?

El islam

Todo empieza cuando el profeta Mohamed (erróneamente traducido como Mahoma) viajó desde la Meca hasta Medina, en el año 622 de nuestra era, primer año para el mundo musulmán. Islam podría traducirse como “sumisión a Dios” y comparte origen con la palabra salam, que significa paz, con la que los musulmanes saludan.

La sumisión no es al profeta de los musulmanes, Mohamed, sino a Dios y sólo a él, por eso no existen los mahometanos. Dios, que en árabe se dice Allah, es el mismo para musulmanes, judíos y cristianos (nadie dice que el Dios de los ingleses sea God).

Y musulmán es “quien se somete”, el creyente que se apacigua en Dios, el que declara su fe al conjunto de creencias recogidas en su libro sagrado, el Corán, dictado por el ángel Gabriel a Mohamed, el mismo ángel que dijo a Abraham que no matara a su hijo Isaac y a María que estaba embarazada.

Existe una única versión del Corán escrita en árabe, pero enfrenta el mismo problema de otros libros sagrados: los debates sobre su interpretación. Todo libro sagrado (o profano) puede ser citado de tal manera que justifique lo más sublime o lo más horrendo, porque, en fin, dirían los creyentes, la interpretación es un acto humano. El Corán reconoce a los profetas judíos y cristianos y hasta dedica una sura (capítulo) a la Virgen María.

Los musulmanes tienen por día festivo los viernes, como los judíos los sábados y los cristianos los domingos. El velo al que tanto se les asocia ni siquiera es de origen religioso, es preislámico. De hecho, en casi todas las imágenes la Virgen María usa un velo.

Y así como en el cristianismo y en el judaísmo, hay diferentes expresiones de su religiosidad: suníes, sufíes, salafistas, chiíes, zaidíes, alawíes, y un largo etcétera. Y tienen, como todas las religiones, sus lugares sagrados: la Meca, Medina y la mezquita de Al Aqsa, esta última en Jerusalén, a la que llaman Al Quds, la (ciudad) Sagrada.

Islamismo y otras costumbres

Mientras Jesús se enfrentó al Imperio romano y aclaró que su reino “no es de este mundo” y que hay que distinguir “lo que es de Dios y lo que es del César”, el profeta Mohamed creció en una sociedad sin poder central, salpicada de poderes tribales, credos politeístas y disputas por el poder. Mohamed no sólo creó una religión sino un modelo de Estado, al asumir ser también guía social y político.

Hay dos términos que se usan hasta su abuso a la hora del debate: ‘islamista’, que aparece a finales del siglo XIX, e ‘islam político’, que aparece después de la revolución de Irán de 1979. Pero hay organizaciones más antiguas, como la Hermandad Musulmana, creada en 1928 y que es una suerte de teología de la liberación que busca construir el reino de los cielos en la tierra, lo que les ha permitido ganar un gran apoyo popular en muchos países gracias a sus obras sociales. La rama de la Hermandad Musulmana de Palestina es, precisamente, Hamás. Pero el islam, como el cristianismo, da para todo. Por eso tuvimos desde cruzadas hasta sacerdotes guerrilleros.

Hay una expresión muy usada que es el yihad, en masculino, que significa esfuerzo. Todo musulmán hace el yihad, es decir el esfuerzo por ser mejor persona. La otra acepción de la misma palabra es guerra santa; pero desde Occidente se reduce el yihad a la última acepción, definiendo entonces a todos los musulmanes como terroristas. Muyahidín es como se llama a los que hacen la guerra santa, aunque también se les dice yihadistas, siendo el singular muyahid (decir “muyahidines” o “talibanes” es como decir en inglés “childrenes”).

En el mundo musulmán hay grupos radicales que usan la violencia religiosa: está Boko Haram, responsable del secuestro de niñas en Nigeria; Al Shabbab, en Somalia, y ahora el más sonado, el Estado Islámico, autoproclamado Califato, en Siria e Irak.

En una religión que profesan más de 1.600 millones de personas en el mundo hay todo tipo de creyentes; el problema es condenar a más del 22% de la humanidad por los crímenes de una minoría. Aunque en el imaginario colectivo todos los árabes son musulmanes, se olvida que el 10% de los egipcios es cristiano (de la rama copta), la mitad del Líbano es cristiana (principalmente maronitas) y lo es el 15% de los palestinos.

El país con más musulmanes en el mundo es Indonesia. Irán, que dio inicio a una nueva ola de islam político, no es árabe sino persa, y allí, aunque parezca extraño, hay una comunidad judía que tiene su sinagoga y representación parlamentaria.

La revolución permanente

Esta idea, acuñada por el trotskismo, es, en términos de mecanismo, la misma propuesta del llamado islamismo radical: islamizar el mundo sin detenerse en un país. Una propuesta que nace en 1744 es el wabahismo, que rechaza las libertades individuales, plantea supuestamente el regreso a las raíces, es integrista y busca regular todo tipo de prácticas y costumbres sociales. A esta se suma el salafismo, de mediados del siglo XIX, otra corriente que busca imponer su interpretación de la ley islámica (la sharía) de manera radical.

En este caldo de cultivo confluye el triunfo de los muyahidín en Afganistán, que luchan contra el infiel soviético por allá en los años ochenta y que luego son el embrión para los talibán (palabra plural que significa los estudiantes) y Al Qaeda (que significa el Fundamento, la Base). Esta última organización es creada como una reacción a que el gobierno de Arabia Saudita haya permitido el despliegue de tropas de Estados Unidos en tierra musulmana en 1991, como paso de la campaña para expulsar a Irak de Kuwait.

Arabia Saudita es el país más acusado de difundir el wabahismo en el mundo y de apoyar financieramente a grupos salafistas, como los que desplazaron a los rebeldes sirios moderados y los que ahora constituyen el Estado Islámico. Pero no es sólo el apoyo saudí, hay grupos privados de diferentes países del golfo Pérsico detrás de la logística que ha hecho posible el origen del Estado Islámico. Sin embargo, Arabia Saudita, exportador de ideas salafistas y patrocinador de grupos radicales, no es objeto de ningún tipo de presión por dos razones: es gran exportador de petróleo y principalmente es amigo incondicional de Estados Unidos.

Así como la gente fue a las cruzadas por fe, por ansia de poder o cual mercenarios, también hoy miles se suman a las filas del Estado Islámico que no representa sino una minoría dentro del gran mundo musulmán. De hecho, quienes encarnan la primera línea contra los radicales del llamado Califato son casi todos musulmanes: chiíes de Irak y de Irán, suníes de Siria y de tribus del norte y occidente de Irak, y kurdos de todos los lados. No es una guerra de civilizaciones, tampoco un cisma religioso, es una pelea por el poder político, como pasa entre judíos, entre cristianos y entre ateos. El poder es la meta y la religión a veces un camino o una excusa.

* Profesor Universidad Javeriana.
@DeCurreaLugo
 

Por Víctor de Currea-Lugo *

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