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Libia, el limbo de los migrantes, tras la caída de Gadafi

Este país es la puerta de salida más peligrosa y más utilizada por miles de personas que buscan llegar a Europa. Radiografía de una nación que está en caos desde hace cinco años, tras la caída de una dictadura de casi 42 años.

Nohelia Leal Barrera
20 de octubre de 2016 - 12:00 p. m.
Una migrante que salió de las costas de Libia es rescatada en el Mediterráneo.  / AFP
Una migrante que salió de las costas de Libia es rescatada en el Mediterráneo. / AFP
Foto: AFP - ARIS MESSINIS

Las migraciones desde Libia hacia Europa, principalmente Italia, estaban “controladas” durante la dictadura del coronel Muamar Gadafi. 

Durante años, este hombre se “codeaba” con varios gobiernos europeos porque era el “tapón” para miles de migrantes africanos que aspiraban llegar al viejo continente. Los mismos gobiernos que apoyaron la operación en su contra y que hoy están desbordados por la migración.

En febrero de 2009, por ejemplo, el parlamento italiano aprobaba el Tratado de Amistad Asociación y Cooperación con Libia. Silvio Berlusconi y Muamar Gadafi eran los firmantes. Berlusconi pidió perdón a Gadafi por la ocupación colonial que se dio entre 1911 y 1943 prometiendo indemnizar a Libia con US$5.000 millones en 20 años. El tratado se basaba principalmente en que Berlusconi le daría una nueva cara a Libia, modernizando el país, mientras que Gadafi controlaba las salidas de los migrantes. (Vea: Así se vive en Libia, sin Gadafi)

La caída

Pero todo cambió para Gadafi. La Primaver Árabe, que terminó con los gobiernos de dos dictaduras (Túnez y Egipto), los libios se contagiaron. Tropas agrupadas en el Consejo Nacional de Transición (CNT), un grupo que fue respaldado por la Otan, las potencias occidentales (Francia, EE.UU. y Gran Bretaña, las principales), asaltaron el palacio presidencial de Bab El Aziziaen en Trípoli y Gadafi emprendió la huída. El 20 de octubre de 2011, el dictador fue encontrado por una turba enfurecida y murió a los golpes.

Ese día marcó un antes y un después de una nación creada en 1951 de las cenizas del colonialismo otomano e italiano y que sólo conoció dos gobiernos: el del rey Idris I, quien fue derrocado por Gadafi, el otro gobernante, que se quedó en el poder durante los últimos 42 años.

Pero hoy, cinco años después, el país está en el limbo: la guerra y la división política dominan Libia, convertida en bastión de los grupos yihadistas en el norte de África y paraíso para las mafias que trafican con inmigrantes en el Mediterráneo.

Según Frontex (Agencia Europea de la Guardia de Fronteras y Costas), en el 2015 más de un millón de migrantes llegaron a Europa, huyendo de la guerra, la crisis política, económica y en la búsqueda de nuevas oportunidades sometiéndose desde el inicio de su viaje a mafias de traficantes que indiscutiblemente han violado derechos humanos de hombres, niños y mujeres.

Libia-Italia es la ruta más común para llegar al continente europeo por dos razones principales, la más importante es la relativa corta distancia que separa a Libia de Lampedusa, isla italiana, tan solo 300 kilómetros desde el país del Norte de África a Italia. La segunda razón es el vacío político consecuencia de la crisis institucional a la que se enfrenta el país.

Un lustro después de que fuerzas internacionales bajo mando de la ONU ayudaran a los rebeldes a derrocar a Gadafi, Libia es un estado fallido, víctima del caos y de la guerra civil, en el que decenas de milicias luchan por el poder y el control de los recursos naturales.

En la actualidad tiene tres gobiernos: dos en la capital, que compiten por el liderazgo en el oeste del país, y otro en Tobruk, que domina las regiones del este y controla los principales recursos petroleros.

Según un informe de Amnistía Internacional, el “reino” de los traficantes en Libia es en Zuwara, este es el lugar de donde parten más personas y Sabratah o Garabulli, allí también engrosan esta lista donde traficantes hacen y deshacen con cualquiera que desea escapar de su país.

El último informe entregado por AI, llamado “Libia está lleno de crueldad, historias de secuestro, violencia sexual y abuso de migrantes y refugiados”, en el 2015 afirma que “En algunos casos los refugiados y migrantes cautivos por las mafias son golpeados con objetos como palos, mangueras, culatas de fusil, barras de hierro; sometidos a descargas eléctricas, privación de los servicios sanitarios, falta de alimentos y agua, además de no tener una cama o manta”.

Si el bote en el que viajan los migrantes alcanzan a avanzar apenas unas millas y se hunde en territorio marítimo libio, los guardacostas del Gobierno los capturan y los llevan a prisiones del país en las que se comenten cualquier cantidad de abusos a los derechos humanos, esto ha sido denunciado por el organismo internacional en informes que cuentan con entrevistas a sobrevivientes de la travesía, como lo afirmó Kawasu, migrante que logró escapar de la detención, “Nos llevaron a la prisión de Sabratah. Había tanta gente en las habitaciones que no podíamos acomodarnos para dormir, así que teníamos que estar de pie todo el tiempo. Las autoridades sólo nos daban pan y agua, nos golpeaban con palos cada vez que entraban a la celda”.

Las mujeres son posiblemente el blanco más vulnerable en su travesía por Libia. La mayoría de ellas reconocen el riesgo que tienen de sufrir violencia sexual, es por eso que antes de emprender su viaje deciden tomar pastillas anticonceptivas por temor a ser violadas, esta sería la única manera de evitar un embarazo embarazo.

Los migrantes que alcanzan a llegar a Europa son víctimas de discriminación y muchos de ellos mueren en el intento de atravesar el Mar Mediterráneo.

Dos disparos a quema ropa, uno en el estómago y otro en la sien fueron suficientes para dar fin a la dictadura de Gadafi que alcanzó a completar 42 años. Se alcanzó a pensar que su caída sería el esplendor de una democracia, pero al parecer esto empeoró la situación interna.

Hoy en día, cientos de milicias han decidido no entregar las armas y conformar nuevos ejércitos o cuerpos de seguridad, no existe algún consenso entre todos los grupos. En el país es de gran importancia las tribus y cada núcleo tiene posiciones diferentes a las cuales no están dispuestas a ceder.

Hoy en día la “única” solución estaría en manos de Jalifa Haftar, militar que perteneció al régimen gadafista y cuenta con el apoyo de países vecinos y de Occidente. Paradójicamente, Haftar terminó siendo entrenado por la CIA para derrocar a Muamar. Es el hombre fuerte y de más confianza para poner orden a este país que parece estar cada vez más en declive.

Por Nohelia Leal Barrera

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