Los indígenas sioux derrotan a una petrolera

Las autoridades oficiales suspendieron la construcción de un oleoducto que atravesaría el río Misuri y el lago Oahe, en Dakota del Norte. La tribu sioux, que acampa en la zona desde abril, dice que el proyecto polucionará sus fuentes de agua potable.

Juan David Torres Duarte
06 de diciembre de 2016 - 04:30 a. m.
Activistas nativo-americanos celebran la suspensión de la construcción de un oleoducto en Dakota del Norte. / AFP
Activistas nativo-americanos celebran la suspensión de la construcción de un oleoducto en Dakota del Norte. / AFP
Foto: AFP - SCOTT OLSON

Por su maestría como agricultor, Jack Dalrymple fue nombrado a principios de los años ochenta como Joven Granjero Excepcional. Durante el resto de la década, se sirvió de su título y de su pericia técnica para preservar la prominencia centenaria de su familia. Su bisabuelo paterno, Oliver Dalrymple, también había conseguido un título mayúsculo en 1874, el Rey del Trigo, y poseía cien mil acres en Minesota y Dakota del Norte. Su emporio granjero pasó de hijo en hijo hasta Jack, cuya gerencia comenzó a los 22 años y sólo fue detenida por sus ambiciones políticas en Dakota del Norte: fue representante desde 1984 hasta 2000, luego gobernador lieutenant hasta 2010 y desde entonces gobernador. Jack Dalrymple tiene el rostro de un granjero bonachón y bien alimentado, de aquel que conoce los productos de la tierra.

Fue él quien hace una semana ordenó la salida de los indígenas, granjeros y veteranos de guerra apostados en el campamento Oceti Sakowin, donde protestaban por la posible construcción de un oleoducto que atravesaría el río Misuri y un lago artificial: con franqueza, Dalrymple les dijo, a través de sus voceros, que debían desalojar puesto que el invierno les helaría los huesos y les advirtió, ya sin tono paternal, que quien se quedara y se enfermara o tuviera hambre o sufriera un accidente no recibiría ayuda. Una semana antes, para dispersarlos, los militares bajo su mando los habían empapado a fuerza de manguera con agua gélida. Quizá Dalrymple también quería advertirlos: este es el invierno que les espera.

Los indígenas de la tribu sioux y los veteranos permanecieron en su campamento, muy cerca del cruce entre los ríos Misuri y Cannonball. En abril, LaDonna Brave Bull Allard, sioux, afincó el campamento y empezaron las protestas: decían que el oleoducto Dakota Access, que pretendía pasar por el río Misuri y el lago artificial Oahe, podía contaminar sus fuentes de agua potable. Los granjeros, colegas de Dalrymple, exigían la detención del proyecto porque iba a degenerar sus suelos; los ecologistas decían que podía partir la naturaleza en dos y desarraigar a los animales. Sioux de otras partes del país viajaron para apoyarlos. Luego se unieron los veteranos de guerra, que en algún punto se ofrecieron como escudos humanos ante la rudeza de las autoridades militares. Tras ocho meses de protesta, ayer anotaron una victoria: el cuerpo de Ingenieros de Estados Unidos rechazó —y detuvo— la construcción del oleoducto.

Según los reportes de Energy Transfer Partners, la firma encargada de la construcción, el 87% del oleoducto está construido. Comienza en el noroeste de Dakota del Norte, casi en la frontera con Canadá, y termina en Illinois después de atravesar Dakota del Sur y Iowa: cumple un recorrido de 1.886 kilómetros y tiene una inversión de US$3.800 millones. Meses atrás, los indígenas habían pedido al presidente Barack Obama que detuviera el proyecto. “Es claro que se debe trabajar más (en la definición del proyecto)”, dijo Ellen Darcy, subsecretario de obras civiles del Ejército de Estados Unidos, “la mejor forma de completar este trabajo de forma responsable es explorar rutas alternativas”.

Energy Transfer Partners está en desacuerdo. “(La empresa) está muy comprometida —dijeron en un comunicado— para asegurar que este proyecto se lleve a cabo y espera completar la construcción del oleoducto sin hacer una nueva ruta en o alrededor del lago. Nada de lo que esta administración ha hecho hoy cambia esos planes en absoluto”. Los indígenas sioux y otros grupos que se les han unido han dicho que una fuga de petróleo o un derrame destruirían el marco natural de su reserva. Sunoco Logistics, la empresa que se encargaría de la administración del oleoducto, ha derramado más petróleo desde 2010 que cualquier otro operador: 203 fugas que suman 3.406 barriles.

Según contó el abogado de los manifestantes a Al Jazeera, la empresa podrá apelar la decisión oficial. Cuando Energy Transfer Partners se refiere a “esta administración” da una pista del camino que tomará: esperará a que Donald Trump jure como presidente para invertir la dirección del proceso. En 2015, el presidente electo tenía entre US$500.000 y US$1 millón en acciones en dicha empresa. En 2016, la cifra se redujo a menos de US$50.000. De acuerdo con su secretaria de prensa, Hope Hicks, Trump vendió todas sus acciones en el verano de este año. Sin embargo, el jefe ejecutivo de Energy Transfer Partners, Kelcy Warren, donó cerca de US$100.000 a la campaña de Trump y más de US$250.000 al partido Republicano.

Desde su campaña, Trump se sumó con fruición a la idea de realzar la industria gasífera y petrolera. Dijo que el cambio climático era un farsa creada por China, de modo que la legislación que prohíbe un desarrollo adecuado de dicha industria debe ser derogada. Con el Senado de su lado, el oleoducto Dakota Access podría revivir el año próximo. Uno de los aspirantes a la secretaría de Energía es Harold Hamm, un empresario que ha hecho su fortuna de US$9.3 mil millones en la industria del gas y el petróleo, y que pide que ciertas leyes ambientales sean derogadas. Por eso, los indígenas han decidido permanecer en el campamento.

Martin Lukacs, periodista de The Guardian que cubre temas ambientales, escribió: “Casi en todos los lugares donde han emergido proyectos sobre combustibles fósiles, los indígenas han sido los primeros y los más fieros oponentes: los Cheyenne que detuvieron a la industria del carbón en Montana, los Lummi que derrotaron la terminal de carbón en Washington, y a lo largo de mi país, Canadá, los indígenas se han atravesado en el camino de oleoductos y minas. Olvídense de los jefes de Estado supuestamente progresistas que han pregonado el Acuerdo de París, pero lo minan con sus acciones: los verdaderos líderes climáticos, aquellos que guardan el carbón en el suelo, lo están haciendo directo sobre la tierra”. El gobernador Jack Dalrymple piensa distinto: junto a su orden de desalojo, decretó que cualquiera que diera comida o cobijas a los sioux del campamento sería multado. Un sitio a la vieja usanza.

Por Juan David Torres Duarte

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