Los riesgos que debe evitar Francia tras los atentados

Episodios de racismo a pocas semanas de las elecciones, restricción de las libertades, escalada de la guerra en Medio Oriente. ¿Qué estrategia seguir?

Ricardo Abdahllah
18 de noviembre de 2015 - 03:17 a. m.

“Estamos borrando las cruces con respeto hacia ese símbolo, pero con temor de lo que puedan hacer las personas que hicieron esto”, dice el hombre que con gestos tranquilos limpia los muros de la moderna mezquita Sahaba, en el suburbio de Créteil. “No sé por qué usaron pintura roja. No quiero pensar que para que pareciera sangre”, continúa.

El caso es representativo de una ola de agresiones hacia los edificios dedicados al culto musulmán en varias ciudades de Francia. No sólo las mezquitas han sido víctimas: los medios reportan grafitis en almacenes de productos halal , jamones lanzados contra ese mismo tipo de establecimientos y al menos dos agresiones físicas que estarían relacionadas con la apariencia física de las víctimas.

Los actos, ocurridos en los días posteriores a los atentados que dejaron cerca de 120 víctimas, no sólo preocupan a los musulmanes practicantes, sino al conjunto de la sociedad francesa y serían un síntoma de una tendencia hacia el extremismo, que podría favorecer al Frente Nacional en las elecciones regionales que tendrán lugar los próximos 6 y 13 de diciembre y que podrían significar la coronación de Marine Le Pen como presidenta del consejo de la región Norte del país.

Sabiendo que las circunstancias juegan a su favor, Le Pen ha jugado la carta de la discreción y suspendido la campaña como la mayoría de sus adversarios. Sabe además que el control reforzado de las fronteras y la posibilidad de que quienes cometan actos terroristas pierdan la nacionalidad francesa han sido dos de sus propuestas recurrentes y ver a Hollande sacar todo el arsenal legal a su disposición para adoptarlas no puede verse más que como una concesión del presidente socialista a las ideas frontistas. Esto, a pesar de que la medida sea más bien simbólica. Primero, porque los musulmanes radicales no son sensibles a la idea de pertenecer a un “estado-nación” como Francia y en ese caso no tendría ningún efecto disuasivo, y segundo, porque sólo podría aplicarse a quienes tengan doble nacionalidad. Como Hollande lo señaló, “la idea no es crear apátridas”.

Pero no sólo Le Pen parece reforzada, según el catedrático Oliver Cahn de la Universidad de Cergy-Pontoise, “así como los atentados de Charlie Hebdo en enero ayudaron a los legisladores a pasar una controvertida ley de seguridad, lo ocurrido el viernes pasado crea un efecto de oportunidad que permitiría instaurar controles permanentes”. Sin llegar a los límites de una Patriot Act francesa, los ciudadanos estarían en este momento más dispuestos a aceptar ciertas limitaciones a sus libertades individuales y de movilización.

Pese a sus coqueteos derechistas en términos de seguridad, en materia Internacional Hollande ha anunciado que la estrategia seguirá limitada a los ataques aéreos, pero el mandatario es consciente de que en este caso sería imposible avanzar significativamente sin el apoyo militar ruso. Putin puede celebrar, pues consolidó su influencia en Europa y, sin duda, eso representará una reducción de las sanciones que pesan en su contra por el apoyo dado a los rebeldes separatistas de Ucrania. La anunciada visita del mandatario francés a Moscú puede considerarse una confirmación en ese sentido.

Esa noticia aflige a la comunidad de exiliados sirios en París. “Sabemos que Putin va a pedir que dejen tranquilo a Bashar al-Asad. Si Hollande accede, el mayor responsable de la guerra en Siria y cuyas fuerzas han causado muchos más muertos que Daesh, va a salir no sólo impune, sino consolidado”, se lamenta Saleh Omar, quien dice que aún espera regresar al país que tuvo que dejar luego de ser detenido y torturado en tres ocasiones por el ejército de Al-Asad.

En medio de una rabia visible, el hombre que acompaña a Omar admite que al menos Hollande no ha cedido a la histeria de quienes ven en cada inmigrante sirio un posible terrorista y no ha modificado su decisión de aceptar la cuota de refugiados que le corresponde a Francia, “pero lo mejor sería que la gente no tuviera que huir de Siria y para eso hay que combatir a Al-Asad tanto o más que a los islamistas”.

Duelo y solidaridad

A las ocho de la mañana del sábado, mientras aún continuaban las labores de levantamiento de los cuerpos dentro del Bataclan, dos argelinos residentes en Francia de larga data comentan los hechos. “Yo no creo que la gente que no es racista se vaya a volver racista. Ellos saben que no tenemos nada que ver con esto” , decía uno de ellos. Apenas horas después, un grupo de imanes representantes de varias comunidades de la Región Parisina se acercaban al lugar para entonar La Marsellesa y el diario Le Telegramme reportaba que los fieles que asistían a la primera plegaria del domingo en la mezquita de la localidad de Brest encontraron, colgada en la puerta de entrada, una guirnalda de corazones de papel con mensajes de comprensión, respeto y tolerancia.

“Los terroristas quieren dividirnos. Si en lugar de buscar a los culpables individuales buscamos culpar a una comunidad, les estaríamos dando la razón”, dice Radia Bakkouch, presidente de Coexister, una organización que reúne universitarios de diferentes confesiones religiosas para realizar proyectos de convivencia.

“Hay que recordar que hubo varias víctimas de origen magrebí, musulmanas, y que también nuestra comunidad está de luto”, agrega. El hallazgo el martes de un automóvil de placas belgas abandonado en las cercanías del popular sector de Barbès ha sugerido que podría haber existido un cuarto comando de terroristas y que ese comando podría haber tenido la intención de golpear un barrio con fuerte concentración de inmigrantes.

Por Ricardo Abdahllah

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