Los terroristas 'eligieron mal'

El doble atentado en la Maratón de la ciudad no dejó muchos muertos, pero garantizaba un cubrimiento inmediato por parte de los medios internacionales.

Daniel Salgar Antolínez
19 de abril de 2013 - 12:06 a. m.
El presidente de EE.UU., Barack Obama, en la catedral católica de Santa Cruz durante el funeral  de los tres fallecidos en el doble atentado ocurrido el pasado lunes en la Maratón de Boston. / AFP
El presidente de EE.UU., Barack Obama, en la catedral católica de Santa Cruz durante el funeral de los tres fallecidos en el doble atentado ocurrido el pasado lunes en la Maratón de Boston. / AFP

En el funeral de las víctimas del doble atentado ocurrido en la recta final de la Maratón de Boston, el presidente de EE.UU., Barack Obama, garantizó que las autoridades darán con los autores de la tragedia y los someterán a la justicia. Añadió que Boston fue una ciudad “mal elegida por aquellos que pretendían amedrentar a EE.UU.”.

¿Mal elegida? La Maratón de Boston es una de las más importantes y la más antigua de la historia, por lo tanto reunía a muchos corresponsales de la prensa extranjera. Eso garantizaba un inmediato cubrimiento en la televisión mundial, en las redes sociales y en la prensa internacional del golpe dado contra Estados Unidos.

Si el objetivo fundamental de los autores del atentado hubiera sido sólo matar a civiles, las bombas caseras hubieran estallado cuando llegaban los atletas de la categoría élite a la línea de meta y las tribunas estaban repletas de espectadores, y no horas después, cuando muchos asistentes ya habían abandonado el evento. Probablemente, dicen los analistas, lo que buscaban los autores era protagonismo mediático, atraer una enorme publicidad gratuita y no generar una mortandad mayor. Es frecuente que los terroristas —sean de la ultraderecha, de izquierda o extremistas islámicos— no busquen sólo matar, sino esparcir el miedo. Los medios de comunicación funcionan para este fin.

Scott Steward, en un análisis publicado en Stratfort, señala que otros ejemplos de ataques diseñados para captar la atención del público son el secuestro y asesinato de atletas israelíes en los Juegos Olímpicos de Múnich en septiembre de 1972 y la redada a los cuarteles de la Opep en Viena en diciembre de 1975. Pero entre los que más han marcado esta modalidad del terrorismo mediático está el atentado orquestado por Al-Qaeda, que derrumbó las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de septiembre de 2001 —cuando ya habían proliferado los canales de noticias de 24 horas e internet permitía seguir segundo a segundo los acontecimientos— y los diez ataques coordinados en la capital financiera de la India, Bombay, que mataron a 173 personas.

El inevitable cubrimiento por parte de los medios “no sólo permite que la gente esté informada sobre la evolución de los eventos, sino también que la gente se convierta en víctima secundaria de la violencia que está atestiguando. Como la palabra lo indica, la intención del “terrorismo” es crear terror en el público objetivo y los medios de comunicación permiten que el público se convierta en algo más grande que la vecindad del lugar de los ataques”, añade Steward.

Los atentados en Boston inundaron las redes sociales. Las imágenes de aceras ensangrentadas y cuerpos mutilados aparecieron primero en Twitter y Facebook que en cualquier otro medio. Las posteriores versiones contradictorias de diarios como Boston Globe y The New York Post, entre otros que han arriesgado hipótesis sobre detenciones y nuevas pistas, sólo han aumentado el caos y la desinformación.

Aunque Obama reconozca la valentía de los ciudadanos que ayudaron a las autoridades a salvar vidas ese fatídico lunes, diga que el próximo año se correrá la edición 118 de la Maratón de Boston y asegure que con una bomba no han logrado amedrentarlos, lo cierto es que la paranoia ya se ha dispersado no sólo por Boston, sino también por Nueva York, Washington, San Francisco y otras ciudades. Ayer, cuando estalló una planta de fertilizantes en Texas, la reacción inmediata de muchos estadounidenses fue relacionar el hecho con un ataque terrorista. Las cartas envenenadas dirigidas a un senador republicano y al presidente añadieron otro elemento para alimentar el temor generalizado. Hoy EE.UU. cumple cuatro días sumido en el teatro del terror, mientras la maratónica investigación del FBI no arroja resultados contundentes.

Por Daniel Salgar Antolínez

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